✦ LO QUE SE VUELVE FUEGO✦
⭐Eliana⭐
Cuando Kelian se fue aquella noche, sentí que algo en mi pecho iba a romperse. Como si el simple hecho de verlo alejarse por la calle iluminada de Nueva Orleans dejara un vacío demasiado grande para una sola persona.
Quizás era el cansancio del día… o quizás era todo lo que me negaba a decir.
No pude dormir.
No pude pensar.
No pude ser.
La conversación sobre Evangs me había dejado un nudo en la garganta, pero lo que más me dolía no era su pasado… sino mi propio miedo. Mi miedo a perder otra vez. Mi miedo a quedarme sola, como tantas veces antes.
A la mañana siguiente, mi tía salió temprano a comprar harina para la panadería. Me quedé sola en el departamento, con las manos temblando mientras acomodaba las mesas. Fue entonces cuando escuché los pasos en el pasillo.
Pasos que conocía.
Pasos que se habían vuelto familia.
El corazón me dio un salto cuando la puerta se abrió sin siquiera tocar.
Era él.
Kelian.
Su mirada me buscó como si necesitara asegurarse de que realmente estaba ahí, y por un segundo juré que se le escapaba el aire.
—No quiero que pienses que me fui molesto —dijo, cerrando la puerta detrás de sí—. Me quedé pensando en ti toda la noche.
Bajé la mirada.
Mis manos temblaron.
Ahí estaba mi verdad, gritando en silencio.
—Yo también pensé en ti —admití en voz baja.
Él dio un paso hacia mí.
Después otro.
Y otro.
Hasta que quedó tan cerca que pude sentir el aroma a vainilla dulce que siempre llevaba, ese que inundaba mis pensamientos más de lo que quería aceptar.
—Eliana… —susurró.
Mi nombre en su boca era un refugio.
Era hogar.
Era todo lo que nunca tuve.
—No sé qué va a pasar con Evangs —continuó—. No sé qué va a pasar con nosotros allá afuera. Pero sí sé lo que siento cuando te miro.
Levanté la vista. Su mirada ardía, no de deseo solamente, sino de una ternura que me desarmó. Y entonces lo comprendi.
—¿Y qué sientes? —pregunté, aunque ya lo sabía. Solo quiero escuchar lo de sus labios.
Kelian levantó una mano y la posó en mi mejilla. Sus dedos estaban tibios, casi temblorosos. Al igual que los míos.
—Que por primera vez… tengo miedo. Porque te quiero más de lo que esperaba. Eres mi estrella que ilumina mi vida,y creo que sin ti podría enloquecer,sin ti mi mundo no tiene sentido,porque solo tú eres mi mundo.
Sentí algo romperse dentro de mí.
Algo que llevaba demasiado tiempo reteniendo.
Le toqué la mano sobre mi mejilla, aferrándome a él como si fuera lo único cierto en un mundo que se desmoronaba.
—Yo también te quiero,tu también eres mi mundo,mi cielo azul,mi estrella que enciende mi alma —susurré algo timida
No sé quién de los dos se movió primero.
No sé si fue él o si fui yo.
Todo lo que recuerdo es su boca encontrándose con la mía en un beso suave… tan suave que dolió.
Un beso que sabía a confesión.
A promesa.
A miedo.
A destino.
Ah felicidad.
Kelian me tomó por la cintura y me atrajo hacia él con una delicadeza que me hizo temblar. Sentí el latido acelerado de su corazón contra mi pecho, y por un instante todo desapareció: el pasado, el dolor, los celos, incluso Evangs.
Solo existíamos él y yo.
Sus labios bajaron a mi cuello, apenas rozándome, como si temiera romperme. Yo deslicé mis manos por su camisa, sintiendo su respiración desordenarse, y él apoyó la frente en mi hombro, como si necesitara un segundo para contenerse.
—Eliana… si me dices que pare… paro —murmuró con la voz ronca, pegado a mi piel—. Te lo juro.
Me separé apenas un poco para mirarlo a los ojos.
En su mirada no había prisa.
No había exigencia.
Solo amor.
Solo respeto.
Solo él.
—No pares —le dije, y fue la primera vez en mucho tiempo que me escuché tan segura.
Su sonrisa se quebró en una mezcla de alivio y deseo contenido.
Me alzó el rostro con una mano, volvió a besarme con una lentitud que me hizo olvidar cómo se respiraba, y entonces… el mundo dejó de existir.
Sus dedos entrelazados con los míos.
Mi respiración enredándose con la suya.
El latido de su pecho guiando el mío.
El viento suave entrando por la ventana.
La cama al fondo del cuarto.
Las cortinas moviéndose como si la ciudad nos diera permiso.
Y nosotros dos,haciendo el amor.
Cerré los ojos.
Lo sentí abrazarme, cuidarme, sostenerme.
Y todo lo demás se convirtió en luz tenue, en caricias que hablaban más que las palabras, en besos que llenaban cada vacío que había dejado el pasado.
La puerta se cerró.
La habitación se volvió silencio y respiraciones entrecortadas.
Sus manos buscaron las mías.
Y entonces, simplemente… lo hicimos, como el amor manda
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Editado: 05.12.2025