⭐Eliana⭐
Una semana.
Siete días que se sienten como si el reloj hubiera decidido caminar con las rodillas rotas. Nueva Orleans sigue igual de húmeda, igual de ruidosa, igual de viva… pero yo no. Yo camino por sus calles como si alguien hubiera bajado el brillo de todo lo que me rodea.
El local que compré con la plata que me regaló Tori Delacroix por fin está casi listo. Las cortinas moradas y azules parecen respirar solas cuando el aire se cuela por las ventanas nuevas. Huele a pintura fresca, a sueños empezados desde cero… y aun así algo dentro de mí se siente torcido.
Porque Kelian no ha vuelto desde aquella noche.
Ni mensajes.
Ni llamadas.
Nada.
Y aunque intento convencerme de que estoy bien, de que él solo necesitaba espacio… mi corazón está empezando a sospechar que hay algo más.
Mientras coloco unas cajas de libros sobre una mesa, escucho la campanita de la puerta. Mi corazón salta, ingenuo, creyendo que podría ser él.
Pero no.
Es ella.
Evangs entra como si el mundo entero le perteneciera. Trae el cabello recogido, los labios pintados de un rojo desafiante y esa sonrisa venenosa que siempre anuncia problemas.
—Vaya, vaya… —susurra, paseando sus dedos por mis cortinas nuevas—. Cómo cambia la vida cuando una tiene dinero ajeno, ¿no?
Me tenso, pero no le doy el gusto de verme débil.
—¿Qué quieres, Evangs?
Se acerca sin prisa. Sus tacones resuenan en el piso recién instalado, marcando cada paso como una amenaza suave.
—Solo pasaba a saludar. Y a contarte algo interesante. —Me mira, saboreando cada palabra—. Kelian estuvo conmigo hace unos días.
No sé qué expresión hice, pero ella sonríe como si acabara de clavar la estocada perfecta.
—¿Aquí? —pregunto, tragando la inseguridad que intenta salir.
—No, cariño. En mi departamento.
—Se ríe, bajando la voz—. Intentó besarme.
El golpe me llega como si me arrancaran el aire. Ella lo nota, porque se relame el ego antes de continuar.
—Qué pena que no haya funcionado —añade—. Aunque admito que fue adorable verlo confundido. Pobre niño… todavía no sabe lo que quiere.
Me arde la garganta.
—Kelian no haría algo así —respondo, intentando mantener mi voz firme.
—Oh, pero sí lo hizo. —Se encoge de hombros—. Debes entenderlo, Eliana. Tú no eres… su mundo. Eres solo un capítulo bonito. Pero los capítulos se acaban.
Da un paso hacia mí y susurra tan cerca que siento el perfume dulce que usa para intoxicar a todos:
—Y si yo fuera tú… me prepararía. Porque él está por volver a Colombia con su familia. Y cuando se vaya, tú no vas a ser parte de ese viaje.
Me quedo en silencio.
Ella sonríe.
Y eso es lo peor: lo disfruta.
—Nos vemos, princesa —dice, dándose la vuelta.
La campanita suena cuando se va, y por primera vez desde que compré este lugar… el local se siente frío.
Yo me quedo ahí, respirando hondo, obligándome a no llorar.
A pensar.
A entender si Evangs dijo la verdad… o si solo quiere destruir lo que tengo con él.
Pero por dentro, una pregunta ya se ha clavado como un alfiler:
¿Por qué Kelian no me lo dijo?
Y peor aún:
¿Por qué siento que estoy a punto de perderlo?
Cierro el local y me dirijo hacia la panadería donde me espera mi tía
⭐⭐⭐⭐
Aquí tienes el pedazo extra del mismo Capítulo 15, narrado por Kelian, la noche en que estaba borracho y Evangs aprovechó para besarlo “perfectamente” con el único objetivo de separarlo de Eliana cuando regresara a Bogotá.
No sé en qué momento la botella se volvió más liviana que mis pensamientos.
Solo recuerdo el sonido del hielo chocando en el vaso, la música vieja del bar de la esquina y el golpe insistente de mi propia culpa.
Llevaba días sin ver a Eliana.
Días sin escuchar su voz.
Días sin sentir ese abrazo que me acomoda el alma.
Y la verdad es que no estaba huyendo de ella.
Estaba huyendo de mí.
De ese miedo absurdo que me despertó mi mamá cuando dijo:
"Nos vamos a Colombia la próxima semana. Ya es hora, Kelian."
Eliana no sabe.
No sé cómo decírselo.
No sé si la vaya a herir.
O peor… que no quiera seguir conmigo.
Y en ese vacío apareció Evangs.
Como siempre: justo donde no la necesitaba.
—Estás hecho un desastre —escucho su voz, como si la distancia no la tocara.
Ni siquiera recuerdo cómo llegué a su departamento.
Solo que ella dijo “ven, te llevo a casa, no deberías estar solo”, y yo… yo no estaba en condiciones de pensar.
Me tumbo en el sofá, el mundo dando vueltas como si lo hubiera empujado con una mano torpe.
#3184 en Novela romántica
#1018 en Chick lit
amorsano, celos distancia amor a primera vista, sueños y magia
Editado: 05.12.2025