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Capítulo 5 – Entre canciones y risas

Aquella noche la casa se transformó en escenario. El karaoke empezó con agilidad: micrófonos, luces, risas, gente desafinando con orgullo. Cada participante tenía una chance y algunos dejaron el alma en el escenario improvisado.

Elaine no estaba segura de presentarse. La música la ponía nerviosa. Aarón, con su energía característica, seleccionó una canción romántica que resonó en todo el lounge. Tomó el micrófono y desde el primer acorde su voz vibró en la habitación. Miró a Elaine, quien fingía distraerse, pero su mirada traicionó su fingimiento: reía, sonrojada, cautivada.

Sus ojos se encontraron varias veces durante la canción. Él guiñó uno y supo que había ganado. La audiencia juvenil emitía emojis de corazones en los chats, mientras otros gritaban: Eso fue para Haro, ¿o no?

Cuando terminó, Aarón se inclinó hacia ella y dijo:

—Eso fue trampa.

—¿Por qué?

—Pues, porque todos piensan que te estaba dedicando la canción.

—¿Y quién dice que no lo estaba haciendo? —ella lo desafió, con dulzura y firmeza.

Elaine sintió su temperatura subir, le late fuerte el corazón, y para ocultar la vergüenza, se levantó a aplaudir el siguiente participante. La risa contagiada, la música… Todo estaba en su punto. Todo olía a algo más.

Después del show, en la sala, la luz de un reflector tenue se filtraba entre los muebles. Se sentaron lado a lado, y aunque los demás conversaban, ellos se sumergían en una burbuja.

—¿Sabías que no puedo cantar ni desafino a propósito? —le confesó Elaine, abriendo la boca para tararear desafinada. Aarón rió y la miró con ternura.

Cada palabra, cada gesto, era un hito en su conexión. Una conexión que empezaba a ser más que química o coqueteo: algo tangible, sentimental.