𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐆𝐑𝐄𝐒𝐎
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La nieve caía suavemente sobre la ciudad de Sierra Nevada, cubriendo las calles y edificios en un manto blanco y brillante. Las luces navideñas adornaban cada rincón, transformando la ciudad en un espectáculo de colores y resplandores. Los escaparates de las tiendas lucían decoraciones festivas, y la música navideña llenaba el aire, creando una atmósfera de alegría y celebración.
Emma De la Vega observaba el paisaje desde la ventana del automóvil que la llevaba de regreso a la mansión familiar. Habían pasado cuatro largos años desde que dejó su hogar para estudiar en el extranjero, y aunque había disfrutado de su tiempo en Europa, siempre había sentido una conexión especial con Sierra Nevada. Este era el lugar donde había crecido, donde estaban sus recuerdos más queridos, y donde ahora, estaba segura, encontraría la magia de la Navidad.
El automóvil giró por el largo camino arbolado que conducía a la majestuosa mansión de los De la Vega. La casa, una impresionante obra arquitectónica de estilo colonial, estaba decorada con miles de luces que parpadeaban en armonía. Grandes guirnaldas de pino y lazos rojos adornaban la entrada principal, y un enorme árbol de Navidad se alzaba en el vestíbulo, decorado con esferas doradas y plateadas.
Emma bajó del automóvil y fue recibida por el cálido abrazo de su madre, Esme De la Vega, una mujer elegante y carismática.
—¡Emma, querida! ¡Cuánto te hemos echado de menos!— exclamó Esme, envolviendo a su hija en un abrazo lleno de amor y alegría.
—La casa no es la misma sin ti.—
—Yo también los he extrañado, mamá.— respondió Emma, sintiendo una ola de emociones al estar de vuelta. Al entrar en la casa, fue recibida por el bullicio de la familia y los amigos que se preparaban para la gran cena de bienvenida. Su padre, Lucio De la Vega, la saludó con una sonrisa orgullosa, y su hermano mayor, Alejandro, le dio una palmada en la espalda, riendo.
—¡Mira quién ha decidido regresar a casa finalmente!— bromeó Alejandro, con el cariño que siempre había caracterizado su relación fraternal.
Emma rió y abrazó a su hermano.
—No podía perderme la Navidad en casa, especialmente con todo lo que he oído sobre las maravillosas fiestas que han planeado.—
Mientras se dirigía a su habitación para dejar su equipaje, Emma no pudo evitar sentir un cosquilleo de anticipación. Había alguien más a quien estaba ansiosa por ver. Javier Ramírez, el mejor amigo de su hermano y una presencia constante en su vida desde la infancia. Sabía que él también estaría allí, como siempre lo había estado en todas las reuniones familiares y eventos importantes.
Después de cambiarse de ropa y arreglarse un poco, Emma bajó las escaleras y se dirigió al gran salón, donde los invitados se reunían para la cena. Al entrar en la habitación, su mirada se encontró con la de Javier. Él estaba de pie junto a la chimenea, conversando animadamente con Alejandro y otros amigos, entre ellos Alma, la joven mujer que siempre se burló de ella. Pero dejo de lado aquello admirando todo del joven, el porte elegante y su sonrisa encantadora no habían cambiado, y Emma sintió su corazón latir un poco más rápido.
—Emma, ven aquí, hay alguien que quiere verte.— llamó Alejandro, haciendo una señal a su hermana para que se acercara. Javier levantó la vista y, al ver a Emma, una sonrisa cálida y sincera iluminó su rostro.
—Emma, bienvenida de nuevo.— dijo Javier, acercándose a ella, bajo la atenta mirada despectiva de Alma. —Es maravilloso verte después de tanto tiempo.— dijo con sinceridad.
—Ni que fuese la reina que este de regreso.— murmuró la morena siendo ignorada por todos.
—Javier, qué alegría verte.— respondió Emma, tratando de mantener la compostura mientras sentía una ola de emociones. —Te ves muy bien.—
—Gracias, tú también,— contestó Javier, sus ojos brillando con una mezcla de cariño y algo más profundo que Emma no podía definir del todo.
—¿Cómo estuvo tu tiempo en Europa?— preguntó intentando escuchar más su voz.
—Fue increíble, aprendí mucho y conocí a gente maravillosa.— dijo Emma, sintiendo que su corazón latía con fuerza. —Pero siempre extrañé estar aquí, con mi familia y amigos.—
La conversación continuó mientras se dirigían a la mesa, donde la cena estaba servida. Entre risas y recuerdos compartidos, Emma y Javier se encontraron a menudo cruzando miradas y sonrisas furtivas. Había algo en el aire esa noche, algo que iba más allá de la simple amistad que siempre habían compartido.
A medida que avanzaba la noche y la cena daba paso a la música y el baile, Emma y Javier encontraron un momento para estar a solas. Se retiraron al jardín de invierno, un espacio tranquilo y bellamente decorado con luces navideñas y flores de invierno. El silencio del lugar, roto solo por el lejano sonido de la música, les dio la privacidad que necesitaban.
—Javier, he estado pensando mucho en nosotros.— comenzó Emma, mirando fijamente las luces titilantes.
—Siempre hemos sido amigos, pero siento que hay algo más.— las llamadas constantes que ellos habían tenido durante la estadía de la joven en Europa la habían mantenido confundida y creándose ilusiones
Javier tomó su mano con suavidad.
—Emma, tú siempre has sido especial para mí. Desde que éramos niños, he sentido una conexión contigo que va más allá de la amistad.— ya no soportaba seguir negando sus sentimientos.
Emma sintió un nudo en la garganta.
—Yo también lo siento, Javier. Pero nuestras familias, las expectativas… no sé cómo manejar todo esto.—
—Lo sé, Emma.— dijo Javier, acercándose un poco más. —Pero quizás, solo quizás, la magia de esta Navidad nos dé el valor para seguir nuestro corazón.— la esperanza eran palpables en cada palabra que salía de ellos.
Mientras la nieve continuaba cayendo suavemente afuera, Emma y Javier se miraron a los ojos, sabiendo que estaban al comienzo de algo mucho más grande que ellos mismos. La noche estaba llena de promesas, y bajo las luces navideñas, su amor comenzó a tomar el rumbo que hace mucho tiempo debió tomar.
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Editado: 15.12.2024