¡Me quedo helada!
Las palabras me abandonan y la angustia se incrementa por cien. ¡No puede estar pasando!
Parece que el hombre está tan sorprendido como yo. Su cara se alarga por la sorpresa y en su frente aparecen arrugas cómicas que definitivamente no lo hacen ver más varonil.
Nos quedamos unos minutos en silencio, mirándonos fijamente.
Al principio pensé que me había equivocado. Hay pocas personas tan parecidas en el mundo. Pero parece que las cosas no son tan simples y no es solo cosa de nuestra imaginación.
Cuando veo frente a mí al atractivo desconocido del club, pierdo la capacidad de hablar. ¿Es esto una broma? Cosas así solo pasan en las películas, en los melodramas cursis que tanto detesto.
Creo que el hombre está igual de sorprendido o incluso más impactado que yo. Solo emociones, no hay palabras.
—Hola, criatura nocturna —dice con voz ronca, manteniéndose firme. No empieza a gritar o decir insultos, al contrario, sonríe extrañamente y me examina de arriba abajo. —¿No te parece que nos hemos estado encontrando demasiado últimamente?
—Hola —respondo con cautela, como si el tono de mi voz pudiera cambiar algo. Ante su pregunta, guardo silencio para no empeorar la situación. ¿Qué más podría decir? Definitivamente, alguien se está burlando de mí.
—Qué situación más curiosa —comenta con una risita. —¿No crees? ¿Qué has olvidado aquí? No me digas que trabajas, porque no te creeré.
—¿Y por qué no? —respondo con un bufido. ¿Acaso duda de mis capacidades?
Tendré que hacerle cambiar de opinión. No me gusta ser juzgada por las apariencias y él también deberá entenderlo...
Claro, probablemente piensa que, si una chica es bonita, sale de fiesta y además se presenta primero, entonces definitivamente tiene la cabeza vacía y solo piensa en cazar a un ricachón. Eso me irrita.
—Ese trabajo tranquilo no es para ti. No es lo tuyo —responde calmadamente, metiendo las manos en los bolsillos. Parece que la conversación será más larga de lo que pensé inicialmente.
Su mirada, recorriendo mi cuerpo, me da escalofríos. Mis manos tiemblan y, para ocultarlo, empiezo a jugar con la correa de mi bolso.
—¿Tan bien sabes qué es lo que me conviene? —pregunto sin apartar la mirada.
—A alguien como tú le va lo riesgoso. No eres tan sencilla como pretendes ser —dice como si realmente me conociera. Pero lo peor es que tiene razón y eso es lo que me asusta.
¿Y qué debería decirle ahora? Ando metida en un lío.
—Ni siquiera sé tu nombre. ¿Por qué debería contarte algo? —pregunto, y a cambio recibo una sonrisa leve de él. ¿De dónde saca tanto carisma?
—Eso no te preocupaba cuando nos conocimos —responde, haciéndome sonrojar. ¿Por qué me hace recordar una noche apasionada justo en medio del pasillo de la clínica? ¿Espera alguna reacción concreta?
—Porque estaba segura de que no nos veríamos de nuevo. No creo en encuentros predestinados —digo, desviando la mirada.
No puedo mirarlo, porque los recuerdos de esa noche reaparecen en mi mente. Me provocan un calor intenso y no quiero que él se dé cuenta de lo que siento.
Esperaba que la conversación continuara, pero alguien decide interrumpirnos. ¿Será bueno o malo? No estoy segura.
—¿Lina, todavía estás aquí? —aparece de repente Olga Nikolayevna y me lleno de alivio, esperando que no diga más de la cuenta. Pero parece que eso no será necesario, porque ella dirige su mirada hacia el misterioso desconocido y se queda boquiabierta de sorpresa. —Yevgeny Igorovich, ha llegado temprano. Lo esperaba más tarde.
—Buenos días. Tendré asuntos más tarde, por eso vine a hablar antes. Espero que no sea un problema —dice él y yo solo parpadeo. ¿Qué está pasando?
—Por supuesto que no, no hay problema —responde contenta. —A propósito, ¿conoces a Angelina? —pregunta y mis palmas comienzan a sudar de la sorpresa.
—Entonces, Angelina —murmura de tal forma que solo yo escucho. —Se puede decir que conocemos, —responde.
—Perfecto. Entonces no necesitaré presentarlos —dice satisfecha, y yo todavía no entiendo qué diablos está ocurriendo.
— Eugenio Igorovich, ella es su potencial madre sustituta —dice y a mí me invaden los escalofríos. ¡No puede ser! —Ella llevará su bebé.
¡Rayos!
Claramente he terminado en una película. Santa Bárbara. Este tal Eugenio parece perder el don de la palabra, igual que yo, porque nos quedamos parados mirándonos el uno al otro, como ovejas frente a una puerta nueva.
Sé que así no podemos seguir.
—Me alegra conocerlo en este contexto, Eugenio Igorovich —digo entre dientes, esforzándome por esbozar alguna sonrisa extendiéndole la mano.
En su mirada se mezclan distintas emociones. Veo sorpresa, un atisbo de enfado y una especie de indiferencia. No consigo entender qué pasa realmente en su cabeza.
—El gusto es mío —responde con mesura, apretando mi mano.
Siento una corriente eléctrica recorrer mi piel. Mi cuerpo reacciona de manera extraña ante él. Probablemente aún esté intentando recuperarme de nuestro tumultuoso “encuentro”. ¿Y qué vendrá después? Definitivamente, este no será nuestro último encuentro. Por alguna razón, estoy segura de que habrá muchos más. Y eso no es bueno, especialmente para mí.—Si ya se han presentado, no tiene sentido que yo les diga más. Ya ha visto todos los papeles, Eugenio Igorovich. Lina está completamente sana. No tiene por qué preocuparse —dice Olga Nikoláyevna. La mujer no sospecha nada, pero mi corazón está a punto de saltarse un latido. —Entonces, vamos a mi oficina a firmar el contrato.
Tras sus palabras, ella se dirige hacia adentro, y nosotros seguimos ahí parados. ¡En silencio!
—Y tú que no creías que yo pudiera trabajar aquí —intento bromear, pero por la expresión seria de Eugenio, comprendo que mi chiste ha sido desacertado. —¿Buscarás a otra candidata? —pregunto, y el hombre sonríe.