El refugio que alguna vez ofreció seguridad ahora vibraba con un peligro inminente. Clara, Gabriel y Adèle apenas habían tenido tiempo para procesar la noticia: EvoGene sabía su ubicación, y era cuestión de minutos antes de que llegaran. Afuera, la luna iluminaba tenuemente el bosque, pero la oscuridad parecía más profunda, como si el peligro la intensificara.
—Tenemos que movernos ya —ordenó Adèle mientras revisaba su arma.
Gabriel asintió, pero sus ojos buscaron a Clara. Ella estaba junto a la mesa, con el dispositivo USB en las manos, su mente procesando lo que habían descubierto.
—Esto tiene que terminar, Gabriel. No puedo seguir huyendo.
—No estás huyendo —replicó él, acercándose. Su voz era firme pero suave. —Estamos luchando.
Clara lo miró, intentando descifrar las emociones en sus palabras. Pero antes de que pudiera responder, un fuerte ruido retumbó en el exterior. Los tres se congelaron.
—Están aquí —susurró Adèle, mirando hacia la puerta.
Gabriel se movió rápidamente, colocando su mano en la espalda de Clara, guiándola hacia la salida trasera.
—Vas a salir de esto, Clara. Te lo prometo.
La persecución comenzó. Bajo el amparo de la noche, los tres se adentraron en el bosque, cada paso resonando en la tierra húmeda. Clara podía escuchar su corazón latiendo con fuerza, mezclado con los gritos y pasos que se acercaban detrás de ellos.
—Por aquí —indicó Adèle, señalando un estrecho sendero que descendía hacia un arroyo.
Gabriel tomó la delantera, pero no soltó la mano de Clara. Cada vez que ella tropezaba, él estaba ahí, tirando de ella con una determinación que parecía inquebrantable.
Cuando llegaron al arroyo, los perseguidores estaban peligrosamente cerca. Sin pensarlo dos veces, Gabriel se giró y sacó un arma de su chaqueta.
—Sigan adelante —les dijo a Clara y Adèle.
—No te voy a dejar aquí —respondió Clara con firmeza, aunque el miedo la paralizaba.
—Confía en mí. Tengo un plan.
Sus ojos se encontraron, y Clara sintió una oleada de emociones que no podía ignorar. Antes de que pudiera protestar, Gabriel se inclinó y, en un gesto impulsivo pero cargado de significado, le dio un rápido beso en la frente.
—Nos veremos pronto —prometió, con una intensidad que la dejó sin palabras.
Adèle la tomó del brazo y la arrastró río abajo. Clara siguió corriendo, aunque cada fibra de su ser quería volver y quedarse con él.
Desde la distancia, escuchó disparos y gritos. Sus pensamientos eran un torbellino: ¿estaría bien? ¿Sobreviviría? Pero no había tiempo para dudar.
Finalmente, Adèle y Clara llegaron a una pequeña cueva que parecía haber sido preparada como un escondite. Allí, esperaron en silencio, escuchando los ecos lejanos de la batalla.
Clara no podía apartar la mirada de la entrada de la cueva, esperando ver a Gabriel aparecer en cualquier momento. Pero los minutos se convirtieron en horas, y el silencio se volvió insoportable.
Adèle colocó una mano en su hombro. —Lo logrará, Clara. Es más fuerte de lo que parece.
Clara asintió, aunque sus ojos se llenaron de lágrimas. En ese momento, entendió algo: Gabriel no era solo un aliado. Se había convertido en alguien imprescindible, alguien que ella no estaba dispuesta a perder.
Última línea:
En la penumbra de la cueva, Clara apretó el dispositivo USB entre sus manos, jurando que, sin importar lo que costara, no permitiría que todo lo que Gabriel había hecho por ella fuera en vano.
Editado: 17.01.2025