Bajo piel ajena

E14: El Peso de la Traición

Clara se quedó inmóvil, su mirada fija en el hombre frente a ella. Las palabras seguían resonando en su cabeza: “Somos los que realmente podemos ayudarte”. ¿Ayudarla? ¿Cómo podían esperar que confiara en ellos cuando el mundo entero parecía estar conspirando en su contra?

—No puedo decidir si no sé quiénes son —dijo Clara finalmente, su voz temblando entre la confusión y el miedo.

El hombre, de mirada severa, esbozó una media sonrisa. —Ya lo sabes. Solo necesitas recordar.

Clara lo observó con incredulidad. —¿De qué estás hablando? Nunca te he visto antes en mi vida.

—¿Estás segura? —preguntó él, alzando una ceja. Luego, sacó un dispositivo del bolsillo y proyectó una imagen holográfica en el aire.

Clara retrocedió un paso al ver la escena. Era ella, pero mucho más joven, tal vez unos diez años atrás. En la imagen estaba sentada frente a una mesa metálica, y junto a ella se encontraba el mismo hombre que ahora tenía delante. La niña en la imagen parecía tranquila, casi feliz, pero lo que la estremeció fue la sensación de que esa memoria había sido arrancada de su mente.

—¿Qué… qué es esto? —murmuró Clara, sintiendo que sus piernas flaqueaban.

El hombre guardó el dispositivo. —Es la verdad, Clara. Antes de que todo esto comenzara, ya estabas conectada a nosotros. Solo que te hicieron olvidarlo.

Gabriel avanzó hasta interponerse entre Clara y el hombre, su rostro endurecido. —Esto es una mentira. No tienen pruebas.

El hombre lo ignoró por completo y siguió mirando a Clara. —Te necesitan para terminar lo que comenzaron, pero nosotros… nosotros podemos liberarte de ese destino.

—¡Basta! —interrumpió Gabriel, su voz llena de furia. —No escucharás ni una palabra más de él, Clara. No puedes confiar en ellos.

Clara lo miró, sintiendo una mezcla de emociones que la sobrepasaban. Quería confiar en Gabriel, pero el peso de los secretos entre ellos hacía que sus palabras se sintieran vacías.

—¿Y por qué debería confiar en ti? —preguntó de repente, su voz quebrándose. —Desde el principio me has protegido, pero nunca me has dicho por qué. ¿Qué es lo que realmente quieres de mí, Gabriel?

El silencio que siguió fue devastador. Gabriel apartó la mirada, incapaz de responder, y ese gesto fue todo lo que Clara necesitó para confirmar lo que había temido. Había algo que le estaba ocultando, algo que podría cambiarlo todo.

Adèle, que hasta ahora había permanecido en silencio, dio un paso al frente. —Clara, ahora no es momento de dudas. Necesitamos actuar. EvoGene no se detendrá hasta que te atrapen.

Clara cerró los ojos, intentando bloquear las voces, el caos, la presión de tener que decidir en quién confiar. Pero en la oscuridad de sus pensamientos, solo había una verdad que no podía ignorar: estaba sola.

Finalmente, respiró hondo y abrió los ojos. Miró al hombre frente a ella, luego a Gabriel y Adèle. Su decisión ya estaba tomada.

—Voy con ellos —dijo con firmeza, y el aire pareció detenerse.

—¿Qué? —exclamó Gabriel, dando un paso hacia ella. —Clara, no puedes hacer esto. No sabes quiénes son realmente.

Clara lo miró con los ojos llenos de lágrimas. —Y tampoco sé quién eres tú, Gabriel. Estoy cansada de confiar ciegamente en todos.

Gabriel intentó acercarse, pero el hombre levantó un arma y apuntó hacia él. —Es suficiente. No queremos violencia, pero si intentas detenerla, no dudaremos.

Clara sintió que su corazón se rompía mientras veía la decepción y el dolor en los ojos de Gabriel. Pero no podía retroceder. Necesitaba respuestas, y si eso significaba arriesgarlo todo, lo haría.

—Cuídala —le dijo Gabriel al hombre, su voz apenas un susurro, antes de retroceder lentamente.

Clara desvió la mirada, incapaz de soportar la forma en que Gabriel la miraba. Sin embargo, no pudo ignorar la punzada en su pecho, como si hubiera perdido algo irremplazable.

Mientras la llevaban hacia la salida, Adèle intentó detenerla. —Clara, esto es un error.

Clara la miró, intentando no dejar que la duda la consumiera. —Lo único que sé, Adèle, es que todo esto comenzó antes de que yo pudiera entenderlo. Es hora de que descubra quién soy realmente.

Y con esas palabras, desapareció en la noche junto a los desconocidos.

Gabriel permaneció inmóvil mientras la puerta se cerraba detrás de ella. Su mandíbula estaba tensa, y sus puños apretados hasta que los nudillos se pusieron blancos. Adèle lo miró, su voz llena de recriminación.

—No hiciste nada para detenerla.

Gabriel la miró con una intensidad que la hizo retroceder. —Porque sé que volverá. Y cuando lo haga, necesitará saber que sigo aquí para ella.

Pero mientras las palabras salían de su boca, Gabriel no estaba seguro de si intentaba convencer a Adèle o a sí mismo.

En el fondo, Clara sentía que acababa de dar un salto al vacío, sin saber si encontraría un camino o si todo se derrumbaría a su alrededor. Lo único que era seguro era que cada paso que daba la alejaba más de la persona que alguna vez fue.

Y en la noche, el destino seguía tejiendo sus intrigas.



#1537 en Thriller
#597 en Suspenso
#7954 en Novela romántica

En el texto hay: suspenso, #romace, morgue

Editado: 10.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.