El amanecer apenas despuntaba cuando Clara abrió los ojos en el refugio. La habitación estaba fría, y el silencio era aplastante. Gabriel no estaba a su lado, lo cual no era raro últimamente. Desde la explosión en el último escondite, una distancia palpable había crecido entre ellos. Pero hoy, Clara no podía ignorar esa sensación punzante en su pecho, como si algo estuviera fuera de lugar.
Se levantó lentamente, mirando alrededor en busca de cualquier señal de actividad. Adèle estaba en la mesa del comedor, con los ojos fijos en un mapa y un vaso de café entre las manos.
—¿Dónde está Gabriel? —preguntó Clara, tratando de sonar casual, aunque la ansiedad se filtró en su voz.
Adèle levantó la vista, sorprendida por la pregunta.—Salió al amanecer. Dijo que necesitaba “aire”.
Clara sintió cómo una inquietud creciente comenzaba a instalarse en su pecho. Gabriel no solía desaparecer sin avisar. Tomó una chaqueta y salió al exterior, el frío cortando su piel como pequeñas cuchillas.
Caminó hacia el bosque cercano, siguiendo las huellas que él había dejado en el suelo húmedo. Después de unos minutos, lo vio: estaba de pie junto a un río, con la mirada perdida en el agua que corría rápida.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Clara, acercándose.
Gabriel se giró lentamente, y por un instante, Clara vio algo que la desarmó: dolor. Un dolor tan profundo que parecía haberse incrustado en cada línea de su rostro.
—No podía seguir fingiendo —dijo él en voz baja, casi como si hablara consigo mismo.
Clara frunció el ceño, dando un paso más cerca.—¿Fingiendo qué?
Gabriel apretó los puños, sus ojos llenos de emociones contenidas.—Clara, hay cosas que no te he dicho… cosas que te mereces saber.
El tono en su voz la hizo contener la respiración.—¿Qué cosas? Gabriel, dime la verdad.
Él desvió la mirada, como si no pudiera soportar verla.—Cuando te conocí, no fue una coincidencia. Me enviaron para encontrarte.
El mundo pareció detenerse. Clara sintió cómo una fría ola de incredulidad la envolvía.—¿Qué estás diciendo?
Gabriel dio un paso hacia ella, su voz desesperada.—Al principio, sí, estaba siguiendo órdenes. Pero luego… todo cambió. No esperaba sentir esto por ti.
Clara retrocedió un paso, su corazón latiendo con fuerza descontrolada.—¿Esto? ¿Qué es “esto”? ¿Una mentira? ¿Manipulación?
Gabriel negó con la cabeza, su rostro un mapa de arrepentimiento.—No, Clara. Lo que siento por ti es real. Pero sé que ahora no puedes creerme.
Clara sintió cómo las lágrimas quemaban sus ojos, pero se negó a dejarlas caer.—¿Quién te envió? ¿EvoGene?
Gabriel asintió lentamente.—Ellos sabían que te ibas a convertir en un problema. Querían asegurarse de tenerte controlada.
El dolor en su pecho se transformó en ira.—¿Y has estado jugando conmigo todo este tiempo?
—No. —Gabriel alzó la voz, casi gritando. —No estoy jugando, Clara. Estoy aquí porque te amo, porque quiero protegerte.
Clara lo miró fijamente, buscando alguna señal de que esas palabras fueran genuinas. Pero la duda era un veneno que ya se había esparcido por completo.
—No sé si puedo creerte —susurró finalmente.
Gabriel dio un paso hacia ella, pero Clara retrocedió de nuevo.—Clara, por favor…
Antes de que pudiera responder, un ruido en el bosque rompió el momento. Ambos se tensaron al instante. Clara sacó la pistola que llevaba en el cinturón mientras Gabriel hacía lo mismo.
—¿Qué fue eso? —preguntó Clara en un susurro.
Gabriel negó con la cabeza, señalándole que guardara silencio. Se movieron juntos, avanzando entre los árboles. El sonido de ramas rompiéndose y pasos apresurados los guió hasta un claro.
Allí, una figura encapuchada se detuvo, girándose hacia ellos. Cuando la capucha cayó, Clara sintió cómo el aire se le escapaba de los pulmones.
—Tú… —susurró, con la voz llena de asombro.
Era alguien que creía haber perdido hace mucho tiempo. Alguien que no tenía derecho a estar allí.
—Clara, necesitamos hablar. —La voz de la figura era calmada, pero cargada de urgencia.
Gabriel se colocó frente a Clara, protegiéndola instintivamente.—¿Quién demonios eres?
—Soy la respuesta que Clara ha estado buscando —respondió la figura, con los ojos fijos en ella.
Clara sintió cómo las preguntas se acumulaban en su mente, pero una cosa era clara: su vida acababa de cambiar nuevamente, y esta vez, no estaba segura de si podría soportarlo.
Editado: 17.01.2025