El pasillo del laboratorio estaba iluminado por luces intermitentes, proyectando sombras que parecían cobrar vida. Los pasos de los intrusos resonaban con fuerza, acercándose cada vez más. Clara, con el corazón latiendo a mil por hora, se preparó para lo inevitable. Gabriel estaba adelante, su arma lista, mientras Adèle revisaba rápidamente un mapa en su tableta.
—Van a llegar en menos de un minuto —murmuró Adèle, con los ojos fijos en la pantalla.
Gabriel no respondió. Sus ojos estaban fijos en la puerta al final del pasillo, su rostro endurecido por una determinación que Clara conocía bien. Era la misma expresión que había visto cuando él la había protegido en el pasado, pero ahora había algo diferente. Un muro emocional se alzaba entre ellos, y Clara no podía romperlo.
—Clara, escucha —dijo Gabriel de repente, sin girarse hacia ella—. Si algo sale mal, quiero que sigas adelante. No te detengas por mí.
—¿Qué? No. No voy a dejarte aquí —replicó Clara, dando un paso hacia él.
—No tienes opción —respondió Gabriel, finalmente mirándola. Sus ojos oscuros estaban cargados de una mezcla de miedo y algo más, algo que Clara no podía definir.
—¡Basta! —interrumpió Adèle, cerrando la tableta con un golpe seco—. No es momento para despedidas dramáticas. Si nos movemos rápido, todos podemos salir de aquí.
El sonido de metal siendo forzado rompió la tensión. La puerta al final del pasillo comenzó a abrirse lentamente, y Clara pudo ver las siluetas de hombres armados al otro lado.
—¡Ahora! —gritó Gabriel, empujándola hacia el siguiente corredor mientras disparaba hacia los intrusos.
Clara corrió detrás de Adèle, sintiendo el rugido de los disparos detrás de ella. Cada paso se sentía como una eternidad, y el miedo de perder a Gabriel la consumía. Pero no podía detenerse. No ahora.
Adèle las condujo a una sala lateral, cerrando la puerta con fuerza. Sacó un pequeño dispositivo de su chaqueta y lo conectó al panel de control.
—Esto nos dará unos minutos —dijo Adèle, respirando con dificultad.
—¿Y Gabriel? —preguntó Clara, su voz quebrándose.
Adèle la miró, seria.—Él sabe lo que hace. Tenemos que confiar en que se reunirá con nosotros.
Clara sintió un vacío en el pecho, pero no podía quedarse paralizada. Miró alrededor de la sala, tratando de encontrar algo útil. Sus ojos se posaron en una consola que mostraba varios monitores de seguridad. En uno de ellos, vio a Gabriel luchando contra dos hombres. Su habilidad era impresionante, pero estaba superado en número.
—No puedo dejarlo ahí —dijo Clara, dirigiéndose hacia la puerta.
Adèle la sujetó del brazo.—Si sales ahora, todo lo que hemos hecho será en vano. Gabriel te protegería con su vida, pero no podemos desperdiciar la tuya.
Clara se quedó en silencio, debatiéndose entre el instinto de proteger a Gabriel y la lógica brutal de Adèle.
Antes de que pudiera decidir, el sistema de seguridad comenzó a fallar. Las luces parpadearon y una voz mecánica llenó la sala: “Protocolo de contención activado. Inicio de cuarentena en tres minutos.”
—¿Qué significa eso? —preguntó Clara, su ansiedad aumentando.
—Significa que todo el laboratorio se cerrará y no saldremos con vida si no encontramos una salida ahora mismo —respondió Adèle, trabajando frenéticamente en la consola.
El tiempo se agotaba. Clara sabía que tenía que decidir: confiar en que Gabriel encontraría su camino de regreso o arriesgarlo todo para salvarlo.
Entonces, lo vio. En uno de los monitores, un grupo de hombres avanzaba hacia el ala donde estaban. Pero lo que la paralizó fue otra figura que se movía entre ellos, alguien que reconoció de inmediato: Alexandre Bellier.
—Está aquí… —murmuró Clara, sintiendo que el peso de todo volvía a caer sobre sus hombros.
Adèle la miró, confundida.—¿Qué? ¿Quién?
—Alexandre. Él está liderando esto —dijo Clara, señalando el monitor.
Adèle se quedó inmóvil por un momento antes de maldecir entre dientes.—Esto complica las cosas.
Clara apretó los puños, sintiendo una mezcla de miedo y rabia.—No puedo huir de esto. Si él está aquí, significa que sabe algo más. Algo que necesito saber.
Adèle negó con la cabeza.—No. Significa que esto es una trampa, Clara. Si lo enfrentas, podrías no salir de esta.
Pero Clara ya había tomado su decisión. Había pasado demasiado tiempo huyendo, dejando que otros decidieran su destino. No esta vez.
—Voy a enfrentarlo —dijo Clara, con una firmeza que sorprendió incluso a Adèle.
El tiempo seguía corriendo, y la tensión en la sala era palpable. Clara sabía que no había vuelta atrás, y que cada paso la acercaba más al desenlace de una verdad que podría destruirla o liberarla para siempre.
Editado: 17.01.2025