El laboratorio era un laberinto de pasillos oscuros y salas frías. Clara avanzaba con el corazón acelerado, siguiendo la ruta que había memorizado desde los monitores de seguridad. Adèle la había dejado ir, aunque no sin un último intento de detenerla.
—Si vas a enfrentarlo, hazlo con la mente clara. No dejes que juegue contigo —le había dicho Adèle, entregándole un cuchillo pequeño pero afilado antes de separarse.
Ahora, Clara estaba sola. Cada paso hacia la sala principal, donde Alexandre la esperaba, sentía como si estuviera caminando hacia su propia sentencia. Pero no había lugar para el miedo. Necesitaba respuestas, y Alexandre era la clave.
Cuando llegó al final del pasillo, la enorme puerta metálica frente a ella se abrió automáticamente. La luz blanca de la sala principal la cegó por un momento. Al entrar, su mirada se posó en Alexandre, de pie junto a una consola central, con una expresión tranquila, casi como si hubiera estado esperándola.
—Clara Dubois —dijo Alexandre, su voz resonando en el espacio vacío—. Sabía que vendrías.
—¿Por qué? —Clara avanzó lentamente, su mirada fija en él. Su voz era firme, pero el temblor en sus manos la delataba—. ¿Por qué todo esto? ¿Por qué manipularme, mentirme?
Alexandre sonrió levemente, un gesto que Clara no podía interpretar del todo.
—Porque tenías que saberlo por ti misma. Porque la verdad no tiene el mismo peso cuando es entregada como un regalo.
Clara apretó los puños, sintiendo la ira crecer dentro de ella.
—No quiero tus juegos filosóficos, Alexandre. Quiero respuestas. ¿Qué pasó con mi madre? ¿Por qué estoy involucrada en todo esto?
Alexandre dio un paso hacia ella, su mirada intensa.
—Tu madre… fue más valiente de lo que jamás podrías imaginar. Trabajó conmigo, con EvoGene, para intentar detener lo que estaba ocurriendo aquí. Pero cuando descubrió lo que realmente éramos capaces de hacer… intentó destruirlo todo.
Clara sintió que las palabras la golpeaban como una corriente eléctrica.
—¿Qué intentaba destruir?
Alexandre extendió una mano hacia una pantalla detrás de él, activando una serie de proyecciones holográficas. Imágenes de experimentos, cuerpos en cápsulas, y gráficos llenaron la sala.
—El proyecto en el que trabajamos iba más allá de la genética —explicó Alexandre—. Era un intento de perfeccionar la humanidad, de crear individuos que fueran inmunes a enfermedades, al envejecimiento… incluso a la muerte. Pero tu madre vio algo que yo no.
—¿Qué vio? —preguntó Clara, su voz apenas un susurro.
Alexandre la miró directamente, su expresión oscureciéndose.
—Que para alcanzar la perfección, sacrificábamos lo que nos hacía humanos.
Las palabras quedaron suspendidas en el aire, y Clara sintió que un abismo se abría bajo sus pies.
—¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —exigió saber.
Alexandre hizo una pausa antes de responder, como si estuviera calculando cuánto decir.
—Tú no eres solo un testigo en esta historia, Clara. Eres uno de los resultados.
Clara sintió que el mundo a su alrededor se desmoronaba.
—¿Qué estás diciendo? —susurró, su voz quebrándose.
—Eres una de las primeras en una línea de seres humanos “mejorados” —continuó Alexandre—. Pero tu madre no lo sabía. Cuando intentó detenernos, no tenía idea de que su hija ya era parte del experimento.
Las palabras de Alexandre la golpearon como un puñal. Clara retrocedió, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
—Eso es… imposible. Yo soy… normal.
Alexandre negó con la cabeza, su rostro sereno pero implacable.
—Nada en ti es normal, Clara. Tus habilidades, tu resistencia, tu capacidad para conectar las piezas… todo fue diseñado.
Clara sintió náuseas. La rabia y el dolor se mezclaron en un torbellino dentro de ella.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —gritó, sus ojos llenos de lágrimas.
—Porque necesitabas llegar a este punto por ti misma —respondió Alexandre—. Porque solo enfrentándote a la verdad podrías tomar la decisión que nadie más puede tomar.
—¿Qué decisión?
Alexandre se giró hacia la consola, activando otro holograma. Este mostraba un dispositivo extraño, lleno de cables y luces parpadeantes.
—Este laboratorio es el corazón del proyecto. Si lo destruyes, te llevarás con él toda la investigación de EvoGene. Pero también… destruirás la posibilidad de descubrir quién eres realmente.
Clara se quedó en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. Alexandre dio un paso más hacia ella, sus ojos llenos de algo que parecía casi compasión.
—Tienes que decidir, Clara. Puedes destruir todo esto y seguir adelante, viviendo con preguntas sin respuesta. O puedes abrazar lo que eres y usarlo para cambiar el mundo.
La puerta detrás de ellos se abrió de golpe, y Gabriel entró, herido pero vivo. Su mirada pasó de Clara a Alexandre, y su mano buscó su arma de inmediato.
—¿Qué está pasando aquí? —exigió Gabriel, apuntando a Alexandre.
Clara lo miró, sus ojos llenos de confusión y dolor.
—Gabriel, yo…
Antes de que pudiera explicar, Alexandre levantó las manos en un gesto de rendición.
—No es a mí a quien necesitas detener, Gabriel. Es a Clara.
Gabriel frunció el ceño, su confusión igualando a la de Clara.
—¿De qué demonios estás hablando?
Alexandre miró a Clara una vez más, su voz suave pero llena de autoridad.
—Es tu decisión, Clara. Solo tuya.
La tensión en la sala era insoportable, y Clara sabía que no había escapatoria. Tenía que elegir. Pero cualquier decisión que tomara cambiaría su vida para siempre.
Editado: 17.01.2025