Bajo piel ajena

E24: El Último Latido

El laboratorio estaba en ruinas, un caos de luces intermitentes, alarmas ensordecedoras y estructuras colapsadas. Clara permanecía frente al holograma, el corazón latiéndole con fuerza mientras analizaba los últimos datos. La verdad estaba ahí, al alcance de su mano, pero el precio era alto.

—Clara, no tenemos mucho tiempo —advirtió Alexandre, con una calma que parecía fuera de lugar en medio del caos.

Ella lo ignoró, sus dedos volando sobre el teclado. Necesitaba respuestas, aunque supiera que estas podrían costarle todo. Finalmente, el holograma mostró la información completa: nombres, fechas, experimentos… y el papel de su madre en todo esto.

—Ella lo sabía —susurró Clara, sintiendo una mezcla de ira y tristeza—. Mi madre lo sabía todo.

—Tu madre creyó que podía protegerte —respondió Alexandre—, pero subestimó el alcance de EvoGene. Tú eres su legado, Clara.

Clara se detuvo, mirando fijamente a Alexandre.

—¿Qué soy yo, realmente?

Él dio un paso hacia ella, su voz baja y solemne.

—Eres la culminación de un experimento destinado a desafiar los límites de la humanidad. Pero lo que te hace especial no es lo que EvoGene creó, sino cómo elegiste usarlo.

El suelo tembló de nuevo, una señal de que el colapso total del laboratorio era inminente. Clara apretó los puños, su mente dividida entre las respuestas que había buscado toda su vida y la realidad de que no saldría de allí con vida.

—¿Sabes algo, Alexandre? —dijo, con una amargura que no intentó ocultar—. No importa lo que soy. Soy quien decido ser, y hoy decido terminar con esto.

Antes de que él pudiera responder, Clara corrió hacia la consola principal. Alexandre intentó detenerla, pero ella fue más rápida. Introdujo el código que desencadenaría la autodestrucción del laboratorio, asegurándose de que EvoGene no pudiera continuar con sus experimentos.

—Clara, no… —comenzó Alexandre, pero ella lo interrumpió.

—Ya no me controlas, Alexandre. Nadie lo hace.

La cuenta regresiva comenzó: diez minutos para la explosión total.

Clara giró hacia él y dijo con firmeza:

—Es tu oportunidad de escapar. Haz lo que quieras con ella.

Alexandre la miró por un momento, luego, sin decir una palabra, desapareció entre las sombras.

Clara se quedó sola, observando las luces de la consola parpadear mientras el tiempo se agotaba. Cerró los ojos, dejando que una paz extraña se apoderara de ella. Había hecho lo correcto, incluso si eso significaba que su historia terminaba aquí.

De repente, un ruido en la puerta la sacó de sus pensamientos. Giró rápidamente y vio a Gabriel, jadeando, cubierto de polvo y sangre.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —gritó Clara, con el corazón en un puño.

—¿De verdad pensaste que me iba a ir sin ti? —respondió él, avanzando hacia ella.

—Gabriel, tienes que irte. No queda tiempo.

—No sin ti. —Su voz era firme, pero sus ojos estaban llenos de desesperación.

Clara sintió las lágrimas brotar de nuevo.

—Gabriel, por favor… no arriesgues tu vida por mí.

Él se detuvo frente a ella, tomando su rostro entre sus manos.

—No importa lo que pase, no puedo perderte, Clara. Si salimos de aquí o no, lo hacemos juntos.

La intensidad de sus palabras la desarmó. En medio de la destrucción, Gabriel era el único ancla que la mantenía conectada a la realidad. Antes de que pudiera responder, él la besó, un beso cargado de amor, miedo y esperanza.

—Está bien —murmuró Clara, dejando que una lágrima cayera—. Vamos juntos.

La Escapatoria

Ambos corrieron hacia una salida secundaria que Clara había notado en los planos. El laboratorio crujía a su alrededor, cada paso sintiéndose como si estuvieran al borde del abismo.

Al llegar al pasillo final, un derrumbe bloqueó su camino. Clara miró a Gabriel, su respiración agitada.

—No hay otra salida —dijo ella, su voz temblando.

—Entonces haremos nuestra propia salida. —Gabriel señaló una ventana al final del pasillo.

Sin dudarlo, corrieron hacia ella. Clara sintió el calor de las explosiones tras ellos mientras Gabriel rompía el vidrio con un tubo metálico.

—¡Salta! —gritó él, ayudándola a atravesar la abertura.

Cuando finalmente lograron salir, rodaron por el suelo justo antes de que una explosión final sacudiera el laboratorio. Clara se cubrió la cabeza, sintiendo la onda expansiva empujarla hacia adelante.

Cuando todo se calmó, abrió los ojos y vio a Gabriel a su lado, jadeando pero vivo.

—Lo logramos… —susurró él, sonriendo débilmente.

Clara asintió, su cuerpo temblando mientras las lágrimas caían. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió libre.

Un Final Abierto

Semanas después, Clara y Gabriel estaban en una cabaña alejada, lejos de EvoGene y sus sombras. Clara miraba al horizonte, con una taza de café en las manos.

Gabriel se acercó, colocando una mano en su hombro.

—¿En qué piensas?

—En todo… y en nada —respondió ella, sonriendo ligeramente.

Gabriel se sentó a su lado, observándola.

—¿Crees que nos dejarán en paz?

Clara negó con la cabeza.

—No lo sé. Pero no importa. Lo que importa es que estamos vivos.

Gabriel la abrazó, y por un momento, todo parecía estar bien. Pero Clara sabía que su historia no había terminado.

En el fondo de la cabaña, sobre una mesa, estaba la fotografía de su madre. Y debajo de ella, una carta que había llegado esa mañana, sin remitente. Solo tenía una frase escrita:

“Esto no ha terminado.”

Clara tomó la carta, la miró por un momento y luego la dejó caer sobre la mesa.

El viento sopló suavemente, llevándose consigo las cenizas de un pasado que aún tenía más secretos por revelar.



#852 en Thriller
#319 en Suspenso
#5983 en Novela romántica

En el texto hay: suspenso, #romace, morgue

Editado: 17.01.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.