Bajo Seudónimo

capitulo 1

Valeria Suárez había pasado los últimos seis años escribiendo novelas de amor que llevaban el nombre de otra persona en la portada. No le molestaba, al menos no del todo. Le pagaban bien, podía escribir en pijama y evitaba el temido público. Pero todo cambió cuando un crítico de renombre, Tomás Ferrer, destrozó su última obra con una reseña despiadada. "Predecible, cursi y llena de torpezas argumentales", había escrito.

Valeria leyó la crítica una, dos, tres veces. Su ceja temblaba con indignación. Ella sabía que sus libros no eran grandes obras literarias, pero esa reseña había sido más cruel de lo necesario. Respiró hondo. Contó hasta diez. Se prometió que no iba a dejar que un crítico amargado arruinara su semana. Pero cuando, dos días después, Clara, su agente, le envió un correo con el mensaje "Mira quién estará en la Feria del Libro este año", todo su autocontrol se fue por la ventana.

Allí estaba Tomás Ferrer, el mismísimo hombre que había destrozado su novela con su veneno crítico. Algo dentro de Valeria se encendió. "No puedes atacarlo, pero puedes hacer algo mejor..." le dijo Clara, con esa chispa traviesa en los ojos. Y fue así como nació la idea de infiltrarse en la vida de Tomás.

Hacerse pasar por la nueva secretaria temporal de la editorial donde él trabajaba parecía, en teoría, una gran idea. Valeria había visto suficientes películas para saber que con una actitud firme y un poco de suerte podía engañar a cualquiera. Así que consiguió el puesto, adoptó el nombre de "Lucía Martínez" y entró tambaleándose en la editorial el primer día.

Todo iba bien hasta que su falda quedó atrapada en la puerta giratoria. Trastabilló, perdió el equilibrio y terminó derramando su café sobre su blusa. "Genial, primer día y ya parezco un desastre", murmuró. Pero lo peor estaba por venir.

Apenas logró recomponerse y seguir su camino cuando tropezó con una alfombra y cayó de rodillas frente a Tomás Ferrer. El crítico más temido del país. Su archienemigo.

Tomás, con su impecable traje oscuro y su porte serio, la miró por encima de sus lentes con una ceja arqueada. "¿Siempre eres así de torpe o es un talento especial?"

Valeria sintió que su cara ardía. Forzó una sonrisa, tratando de mantener la compostura. "Soy Lucía... su nueva secretaria".

Tomás suspiró y señaló un escritorio al fondo de la sala. "Espero que al menos sepas escribir correos sin errores gramaticales". Valeria apretó los dientes y asintió. "Por supuesto, señor Ferrer". Tenía un plan. Hacerle pagar por cada palabra cruel que había escrito sobre su libro. Pero había algo que no había considerado: Tomás Ferrer era un jefe del infierno.

El primer día fue una prueba de resistencia. "Lucía, este documento tiene una coma de más. Vuélvelo a hacer". "Lucía, tu letra es ilegible". "Lucía, el café que trajiste sabe a agua sucia". Valeria se aferró a su determinación de vengarse. No iba a rendirse. No cuando ya había llegado tan lejos.

Pero entonces, el desastre absoluto ocurrió. En su apuro por enviar un informe, Valeria accidentalmente envió un correo con sus pensamientos reales sobre él. "Si Tomás Ferrer fuera un personaje de mis novelas, sería el villano amargado que necesita urgentemente un beso para dejar de ser tan insufrible". Apenas presionó "enviar", sintió que el mundo se detenía. Su corazón martilleó en su pecho. Había cometido el peor error de su vida.

Minutos después, Tomás la llamó a su oficina. Tenía el correo abierto en su pantalla y una expresión imposible de descifrar. "Interesante perspectiva, Lucía". Valeria quiso que la tierra la tragara. "¿Así que crees que necesito un beso para mejorar mi personalidad?" Tomás entrecerró los ojos y, para su sorpresa, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. "Tendremos que discutir eso". Valeria supo en ese instante que su plan de venganza se había complicado demasiado.

Valeria sintió que el aire en la oficina se volvió irrespirable. Sus mejillas ardían, y su cerebro trabajaba a toda velocidad buscando una excusa, una mentira, cualquier cosa que la sacara de esa situación. Pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta. Tomás se reclinó en su silla, cruzó los brazos y la miró fijamente. "No pareces tener una explicación. Así que dime, Lucía, ¿es esto una declaración de intenciones?"

Valeria parpadeó, atónita. "¡Por supuesto que no! Fue un error, un accidente... un... un..." balbuceó sin poder formular una frase coherente. "Ya veo". Tomás asintió lentamente, sin apartar los ojos de ella. "Si quieres que te despida, hay formas más sutiles de lograrlo".

"No, no, no. Por favor, no me despida". Valeria levantó las manos en un gesto de defensa. "Solo fue un malentendido. Se lo ruego, olvídelo".

Tomás soltó un suspiro y presionó un par de teclas en su computadora. "Bien. Borraré el correo. Pero eso no significa que no lo recuerde". Su expresión se tornó más inquisitiva. "Dime, Lucía, ¿siempre piensas esas cosas de mí?"

Valeria se hundió en su asiento. "No, claro que no", mintió con una sonrisa tensa. "Solo fue un comentario fuera de lugar. No me tome en serio".

Tomás entrecerró los ojos. "Ajá. Entonces, según tú, no soy un villano amargado que necesita desesperadamente un beso".

Ella sintió un temblor en su estómago. "Exactamente".

"Interesante". Tomás se levantó, rodeó su escritorio y se apoyó en él, quedando demasiado cerca. "Porque creo que en el fondo, estás convencida de que tengo arreglo. Y que, si alguien se tomara el tiempo de intentarlo, yo podría ser... más amable".

Valeria abrió la boca, pero no encontró una respuesta. La proximidad de Tomás hacía que su cerebro fallara peligrosamente. "Eso es... irrelevante", logró decir.

Tomás sonrió de lado. "No parece que pienses eso". Y con una expresión enigmática, regresó a su asiento y retomó su trabajo como si nada hubiera pasado.

El resto del día fue un desastre absoluto. Valeria volcó su té en los informes, se equivocó en el horario de una reunión y, para coronar su racha de infortunios, le envió un documento en blanco al director general. Tomás, con una paciencia sorprendente, simplemente la miraba con una ceja arqueada. "Lucía, ¿estás segura de que tienes experiencia como secretaria?"




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