Bajo Seudónimo

capitulo 5

Valeria pasó el resto del día con la cabeza en las nubes. No podía concentrarse, no podía pensar en otra cosa que en la mirada de Tomás y en la forma en que sus palabras la habían afectado. Esto no era parte del plan. Se suponía que él fuera el enemigo, no alguien en quien confiara, no alguien cuyo reconocimiento le importara tanto.

Clara la llamó al final de la tarde.

—¿Y bien? ¿Cómo va todo? —preguntó con su característico tono ansioso.

Valeria se mordió el labio.

—Complicado.

—¿Complicado cómo? —Clara hizo una pausa—. No me digas que estás empezando a…

—¡No! —exclamó Valeria demasiado rápido—. Claro que no. Solo… las cosas no están saliendo como esperaba.

Clara suspiró.

—Val, no pierdas de vista lo importante. Él destrozó tu trabajo. Recuerda por qué empezaste todo esto.

Valeria cerró los ojos. Sí, lo recordaba. Pero también recordaba la forma en que él la había mirado hoy, y eso la estaba destrozando más de lo que quería admitir.

A la mañana siguiente, Valeria llegó a la oficina con una nueva determinación: alejarse un poco de Tomás. Necesitaba recuperar el control de la situación. Pero como si el destino se empeñara en burlarse de ella, al entrar, lo encontró esperándola junto a su escritorio.

—Buenos días, Lucía —saludó él con su tono calmado, pero con algo en su mirada que la hizo estremecerse.

—Buenos días, señor Ferrer —respondió con la formalidad más exagerada que pudo reunir.

Él entrecerró los ojos, divertido.

—¿Señor Ferrer? Vaya, parece que la confianza de ayer se evaporó de la noche a la mañana.

Valeria forzó una sonrisa.

—Solo intento ser profesional.

Tomás inclinó ligeramente la cabeza, evaluándola.

—¿Segura que es solo eso?

Antes de que pudiera responder, él se alejó con una media sonrisa. Y Valeria supo que, lejos de haber tomado el control de la situación, estaba más perdida que nunca.

El resto del día fue una batalla interna. Valeria evitó a Tomás tanto como pudo, manteniendo su enfoque en cualquier tarea que la alejara de su oficina. Pero al final del día, mientras recogía sus cosas para irse, lo encontró en la puerta, bloqueándole el paso.

—¿Huyes de mí, Lucía? —preguntó con fingida inocencia.

Ella resopló.

—No sea ridículo. Solo estoy ocupada.

Tomás cruzó los brazos y la miró fijamente.

—Si quieres alejarte de mí, al menos dime la verdad. ¿Por qué ahora me tratas como si fuera un desconocido?

Valeria sintió su corazón acelerarse. No podía decirle la verdad. No podía admitir que cuanto más tiempo pasaba con él, más difícil le resultaba recordar por qué había comenzado todo esto.

—No ha cambiado nada —dijo finalmente, esforzándose por sonar firme.

Tomás la observó por un momento antes de asentir lentamente.

—Si tú lo dices.

Y con eso, se apartó, dejándola con una sensación de vacío que no esperaba.

Esa noche, Valeria caminó sin rumbo por su apartamento, incapaz de dejar de pensar en Tomás. Su plan de venganza se había convertido en un laberinto emocional del que no sabía cómo salir. Estaba atrapada entre la mentira que construyó y la verdad que empezaba a aceptar: Tomás no era el hombre frío y cruel que imaginó. Y lo peor de todo, le gustaba.

Clara llamó otra vez.

—Dime que sigues firme en el plan —dijo sin rodeos.

Valeria se dejó caer en el sofá.

—Clara… esto se está saliendo de control.

—¿Se está saliendo de control o estás empezando a sentir algo por él? —preguntó Clara con evidente frustración.

Valeria cerró los ojos. No quería responder a eso.

—Solo necesito tiempo para pensar —dijo en voz baja.

—El problema es que cuanto más tiempo pases con él, más difícil será salir de esto sin lastimarte —advirtió Clara.

Pero lo que Clara no entendía era que Valeria ya estaba lastimada.

Al día siguiente, Valeria llegó a la oficina con una resolución: actuar con normalidad. No dejaría que sus sentimientos interfirieran. No dejaría que Tomás viera cuánto la afectaba.

Pero su plan duró exactamente dos minutos.

—Lucía —la voz de Tomás la sorprendió apenas se sentó en su escritorio—. Necesito que vengas conmigo.

Valeria alzó la vista y se encontró con su mirada intensa. Tragó saliva.

—¿A dónde?

—A un evento literario esta noche. Será importante para la editorial y quiero que me acompañes.

Valeria dudó. Salir del ambiente de la oficina solo complicaría más las cosas. Pero antes de que pudiera inventar una excusa, Tomás añadió:

—Considera esto parte de tu trabajo.

Y así, sin más opción, Valeria asintió.

El evento era más elegante de lo que Valeria esperaba. Un salón iluminado con lámparas de cristal, mesas con copas de vino y un público vestido de gala. Tomás, con su usual porte impecable, se movía con facilidad entre los invitados, saludando a figuras importantes del mundo editorial.

Valeria intentó mantenerse a su lado con profesionalismo, pero la cercanía entre ellos se sentía demasiado intensa. Sobre todo cuando, en un descuido, se tropezó con un camarero y terminó con media copa de vino derramada en su vestido.

—¡Maldición! —murmuró, intentando limpiarse con una servilleta.

Tomás, en lugar de molestarse o burlarse, le tendió un pañuelo y sonrió.

—Definitivamente, este evento acaba de volverse más interesante.

Ella lo miró con frustración.

—Para usted tal vez, pero yo voy a parecer un desastre toda la noche.

Tomás la observó con una expresión que la dejó sin aire.

—Lucía, incluso con vino en tu vestido, sigues siendo la persona más interesante de este lugar.

Y fue en ese momento que Valeria supo que ya no tenía escapatoria.




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