Bajo Seudónimo

capitulo 11

El aire se volvió denso a su alrededor, como si el tiempo se hubiera detenido por completo. Tomás levantó una mano y la deslizó suavemente por el rostro de Valeria, trazando el contorno de su mejilla con la yema de sus dedos. Su contacto era ligero, pero cargado de significado.

—Esto no estaba en mis planes —susurró ella, sintiendo su propia voz temblar.

Tomás esbozó una sonrisa leve.

—Lo sé. Pero a veces las mejores historias son las que no planeamos.

Valeria cerró los ojos un instante, intentando ordenar sus pensamientos. Todo en su vida había sido una serie de decisiones meticulosamente planeadas, y sin embargo, aquí estaba, en el borde de algo completamente desconocido.

—No quiero perderme en esto —dijo en un hilo de voz.

Tomás deslizó su mano hasta tomar la de ella.

—Entonces no te pierdas. Encuéntrate en ello.

El silencio entre ellos no era incómodo, sino expectante. Valeria sintió que su respiración se volvía más errática mientras su mente trataba de encontrar una respuesta lógica a lo que estaba ocurriendo. Pero quizás, por primera vez en mucho tiempo, no necesitaba lógica. Solo necesitaba sentir.

Tomás se inclinó ligeramente, dándole la oportunidad de alejarse si lo deseaba. Pero Valeria no lo hizo. En cambio, cerró la distancia entre ellos y dejó que sus labios se encontraran en un beso lento, casi temeroso, como si ambos probaran la idea antes de sumergirse por completo en ella.

Cuando se separaron, Tomás la miró con una intensidad que la dejó sin aliento.

—¿Arrepentida? —preguntó, su voz grave y baja.

Valeria negó con la cabeza.

—Ni un poco.

Esa noche no hablaron más. No hacía falta. Se quedaron en la sala, enredados en un abrazo silencioso, compartiendo un espacio que hasta hace poco les parecía imposible. Valeria apoyó la cabeza en su hombro, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el suyo y preguntándose cómo habían llegado hasta aquí.

Quizás Mariana tenía razón. A veces lo que parecía un simple juego terminaba convirtiéndose en algo más real de lo esperado.

Cuando la madrugada comenzó a asomar, Tomás acarició suavemente el cabello de Valeria.

—Mañana todo será diferente, ¿lo sabes?

Ella asintió.

—Lo sé. Pero no me importa.

Tomás sonrió y la estrechó un poco más entre sus brazos.

—A mí tampoco.

Y por primera vez en mucho tiempo, Valeria se permitió simplemente ser.

La luz matutina filtrándose por las cortinas fue lo primero que despertó a Valeria. Por un momento, su mente tardó en recordar dónde estaba. Luego, la calidez del brazo de Tomás rodeando su cintura le recordó la realidad.

Abrió los ojos lentamente y se encontró con él observándola con una sonrisa apacible.

—Buenos días —dijo Tomás en un murmullo.

Valeria se estiró ligeramente y suspiró.

—Buenos días —respondió, sintiendo una inusual paz en su interior.

Se quedaron así, en silencio, sin necesidad de palabras. Pero la tranquilidad no duró mucho. El sonido del teléfono de Valeria vibrando sobre la mesa de café interrumpió el momento.

Ella se removió con un suspiro y estiró el brazo para alcanzarlo. Era un mensaje de Clara.

Clara: "Val, ¿dónde estás? Necesito hablar contigo. Es urgente."

El estómago de Valeria se revolvió. Sabía que, tarde o temprano, la realidad volvería a alcanzarla.

Tomás notó el cambio en su expresión.

—¿Todo bien? —preguntó, su voz cargada de preocupación.

Valeria dudó antes de responder.

—Clara. Dice que necesita hablar conmigo urgentemente.

Tomás asintió y se incorporó lentamente.

—Parece que el mundo real nos está llamando de nuevo.

Ella soltó una risa apagada y se levantó, buscando su ropa dispersa por la habitación. Mientras se vestía, sintió la mirada de Tomás sobre ella.

—¿Quieres que te acompañe? —ofreció él, con una seriedad que la conmovió.

Valeria negó con la cabeza.

—No hace falta. Seguramente es algo de la editorial. Nada que no pueda manejar.

Pero mientras decía esas palabras, una punzada de ansiedad la atravesó. Porque en el fondo, sabía que las cosas nunca volvían a ser tan simples como antes.

El café donde se encontró con Clara estaba abarrotado, pero su amiga ya tenía una mesa en un rincón apartado. Apenas Valeria se sentó, Clara la miró con intensidad.

—¿Dónde demonios estabas? Te estuve llamando toda la noche.

Valeria se removió incómoda y tomó un sorbo de su café.

—Tenía… cosas que hacer —respondió evasivamente.

Clara entornó los ojos.

—¿Cosas que hacer o alguien con quien estar?

Valeria sintió el calor subirle al rostro, pero antes de que pudiera responder, Clara dejó su taza sobre la mesa con un golpe seco.

—No importa. Hay un problema más grande ahora. Mariana Estrada sabe quién eres.

El café que Valeria acababa de beber casi se le fue por el camino equivocado.

—¿Qué? —susurró, sintiendo el pánico instalarse en su pecho.

Clara asintió con gravedad.

—Me llamó esta mañana. Dijo que tiene información sobre ti y que quiere verte. Sabe que no eres Lucía. Sabe que eres Valeria Suárez.

El aire se volvió espeso. Su doble vida, la mentira, todo estaba a punto de derrumbarse.

Y lo peor era que Tomás también lo sabría pronto.




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