Valeria entró en la editorial con una sensación de ligereza poco común en ella. Era extraño cómo una simple conversación podía hacerla sentir diferente, como si una pequeña chispa de emoción se hubiera encendido en su interior.
Tomás caminó a su lado hasta la recepción, donde una pila de documentos los esperaba. Valeria suspiró, observando el regreso abrupto a la realidad.
—Y aquí termina nuestro momento de improvisación —murmuró ella, tomando su parte de los documentos.
Tomás, en cambio, sonrió con cierta picardía.
—No necesariamente —respondió—. A veces, la improvisación también funciona en el trabajo.
Valeria lo miró con curiosidad, pero antes de que pudiera preguntar a qué se refería, él se alejó con paso tranquilo hacia su oficina, dejándola con la intriga.
Durante toda la mañana, Valeria intentó concentrarse en sus tareas, pero la mente se le escapaba una y otra vez hacia Tomás. La naturalidad con la que hablaban, la facilidad con la que él la hacía olvidar sus preocupaciones… todo eso la desconcertaba y la atraía al mismo tiempo.
Un par de horas después, recibió un correo de Tomás con el asunto: "Una pequeña sorpresa".
Frunciendo el ceño, lo abrió y encontró una invitación a una presentación de libros esa misma noche, con un mensaje corto: "Improvisemos un poco más. ¿Te animas?".
Valeria mordió su labio inferior, sintiendo cómo una sonrisa se formaba en su rostro. Sin pensarlo demasiado, escribió su respuesta.
—Sí, me animo.
El resto del día transcurrió en un vaivén de emociones para Valeria. La idea de ir con Tomás a una presentación de libros no debería haber sido un evento trascendental, pero lo sentía como tal. No porque fuera un simple encuentro profesional, sino porque había algo en la forma en que él lo había propuesto. Improvisemos un poco más. Había un reto implícito, un juego en el que ella estaba aprendiendo a moverse con menos miedo.
Cuando salió de la oficina al final de la jornada, pasó por su apartamento para cambiarse. Se observó en el espejo, buscando un equilibrio entre lo casual y lo sofisticado. Optó por un vestido sencillo pero elegante, lo suficientemente cómodo para una salida sin pretensiones, pero con un toque que insinuaba que no era solo una noche cualquiera.
Cuando llegó al lugar del evento, Tomás ya la esperaba cerca de la entrada. Estaba apoyado contra una de las columnas del edificio, con las manos en los bolsillos y esa media sonrisa que parecía reservada solo para ella.
—Puntual —dijo él, enarcando una ceja.
—No quería arruinar la improvisación —respondió Valeria con una sonrisa.
Tomás le ofreció el brazo, un gesto antiguo y elegante que la hizo reír antes de aceptarlo. Entraron juntos al evento, donde el murmullo de conversaciones literarias y el aroma de café llenaban el ambiente. Valeria respiró hondo, dejándose llevar por la sensación de algo nuevo, algo que estaba aprendiendo a disfrutar sin miedo.
El evento estaba en plena ebullición cuando entraron. Autores, editores y amantes de la literatura se movían entre los pasillos decorados con estantes llenos de libros. Valeria reconoció a algunas caras familiares, personas con las que había trabajado en la sombra, sin que jamás supieran que era ella quien estaba detrás de algunos de los bestsellers más populares.
Tomás se inclinó ligeramente hacia ella.
—¿Te sientes en casa o en territorio enemigo? —susurró, con diversión en su tono.
Valeria sonrió, fingiendo pensarlo.
—Depende de cuántos críticos haya en la sala.
Tomás soltó una risa baja.
—Entonces estarás bien, porque el único crítico que importa esta noche está de tu lado.
La forma en que lo dijo, sin dramatismo, pero con una honestidad evidente, hizo que Valeria sintiera un nudo en el estómago. Antes de que pudiera responder, una voz interrumpió sus pensamientos.
—¡Tomás Ferrer! —Un hombre de mediana edad, con una libreta en mano, se acercó con entusiasmo—. Justo hablábamos de tu última reseña.
Tomás sonrió con cortesía y estrechó la mano del hombre.
—Espero que estuvieran de acuerdo conmigo —bromeó.
El hombre rió y dirigió su atención a Valeria.
—¿Y quién es tu acompañante?
Tomás no dudó ni un segundo antes de responder.
—Valeria Suárez.
Y, por primera vez, no hubo ninguna mentira en la presentación.