Bajo Seudónimo

capitulo 17

Valeria sintió un ligero escalofrío al escuchar su nombre en boca de Tomás, pronunciado con tanta naturalidad, sin rastro de la farsa que había sostenido durante meses. No era "Lucía Martínez", la secretaria torpe e improvisada. Era Valeria Suárez, la escritora fantasma que había llegado hasta allí con un plan que ahora parecía un recuerdo borroso.

El hombre que los había abordado la observó con curiosidad.

—Valeria Suárez —repitió, asintiendo lentamente—. Me suena tu nombre. ¿Eres escritora?

Valeria sintió que la garganta se le secaba. No era la primera vez que alguien le hacía esa pregunta, pero nunca en un contexto donde no pudiera esconderse tras otra identidad. Miró a Tomás, quien le devolvió una mirada tranquila, como si le diera permiso para decir la verdad.

—Sí —admitió finalmente—. Pero por mucho tiempo he trabajado como escritora fantasma.

El hombre arqueó una ceja, claramente intrigado.

—Interesante. Entonces has estado tras bastantes historias sin que lo sepamos.

Valeria asintió, pero antes de que pudiera decir algo más, Tomás intervino con una sonrisa.

—Les aseguro que es una de las escritoras más talentosas que he leído.

Ella lo miró, sorprendida por la firmeza de sus palabras. No había halagos vacíos, solo una convicción que la hizo sentir más expuesta que nunca.

La conversación siguió fluyendo, pero Valeria sentía su mente en otro lado. Las palabras de Tomás resonaban en ella, desarmando todas las inseguridades que había acumulado en su vida. Cuando finalmente se alejaron del grupo, no pudo evitar preguntarle.

—¿De verdad crees eso? —su voz salió más baja de lo que esperaba.

Tomás se detuvo y la miró de lleno.

—Por supuesto que lo creo. Siempre lo he creído. Solo esperaba que tú también lo hicieras.

Valeria sintió un nudo en el pecho. No sabía qué responder. No era solo el hecho de que Tomás la considerara talentosa, sino la forma en que lo decía, como si fuera la verdad más evidente del mundo.

Tomás pareció leer sus pensamientos, porque su expresión se suavizó.

—No tienes que decir nada ahora. Solo quería que lo supieras.

Valeria asintió lentamente, sintiendo que el suelo bajo sus pies era menos firme de lo que pensaba. Y por primera vez en mucho tiempo, no le molestó no tener todas las respuestas.

El evento siguió su curso, pero Valeria apenas podía concentrarse en las conversaciones que la rodeaban. Las palabras de Tomás seguían resonando en su mente, como un eco persistente que se negaba a desaparecer. "Solo esperaba que tú también lo hicieras". No había sido una declaración casual. Era un desafío, una invitación a creer en sí misma de la misma forma en que él lo hacía.

Respiró hondo y levantó la mirada. Si había un momento para dejar de esconderse, era ese.

—Tomás —dijo, tomándolo del brazo para detenerlo antes de que se alejara—. ¿Qué harías si yo decidiera escribir algo con mi propio nombre? No como fantasma, no para alguien más. Solo yo.

Él sonrió levemente, como si hubiera estado esperando esa pregunta.

—Te leería —respondió sin titubear—. Y estoy seguro de que otros también lo harían.

Valeria sintió un nudo en la garganta. No esperaba una respuesta tan simple y, al mismo tiempo, tan poderosa. Su mente repasó los años de miedo, de inseguridad, de esconderse detrás de otros nombres porque temía no ser suficiente.

Pero ahí estaba Tomás, diciendo con total naturalidad lo que ella nunca se había atrevido a aceptar.

—No sé si estoy lista —admitió en voz baja.

Tomás la miró con ternura y, en un gesto que la desarmó por completo, tomó su mano entre las suyas.

—Nadie lo está al principio. Pero eso nunca ha detenido a los grandes escritores.

Valeria soltó una risa temblorosa. Nunca pensó que el hombre que una vez había sido su mayor enemigo se convertiría en la persona que más creía en ella.

Y tal vez, solo tal vez, eso era suficiente para intentarlo.

El resto de la velada transcurrió con una ligereza nueva para Valeria. Ya no se sentía una impostora en el evento, ni en su propia piel. La idea de escribir con su nombre seguía asustándola, pero por primera vez, no le parecía imposible.

Tomás no se alejó de su lado en toda la noche. Cada tanto, cuando algún autor o editor se acercaba, él encontraba una manera sutil de incluirla en la conversación, como si estuviera ayudándola a dar el primer paso sin presionarla.

—¿Qué opinas, Valeria? —preguntó en un momento, mientras un grupo discutía sobre la importancia del estilo propio en la escritura.

Ella sintió un cosquilleo de nervios en la nuca. Antes, habría intentado desviar la atención. Pero ahora, con Tomás observándola con paciencia, decidió responder.

—Creo que encontrar tu voz como escritor no es solo cuestión de técnica, sino de valentía —dijo—. No es fácil mostrarse al mundo sin máscaras, pero cuando lo haces, la historia se vuelve auténtica.

El grupo asintió con interés. Tomás, sin decir nada, le dedicó una sonrisa cómplice.

Cuando el evento llegó a su fin, Valeria y Tomás salieron juntos a la calle, donde la brisa nocturna despejó un poco la emoción de la noche.

—Estoy orgulloso de ti —dijo Tomás de repente.

Valeria lo miró, sorprendida por la declaración.

—¿Por qué?

Él se encogió de hombros, con esa serenidad que le era tan natural.

—Porque hoy vi a Valeria Suárez, la escritora. Y creo que finalmente también la viste tú.

Ella sintió un nudo en la garganta. No supo qué responder, así que simplemente tomó su mano y la apretó con suavidad.

—Gracias, Tomás.

Él le devolvió el gesto, y por primera vez en mucho tiempo, Valeria sintió que estaba exactamente donde debía estar.




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