Bajo Seudónimo

capitulo 18

El camino de regreso estuvo envuelto en un silencio cómodo. Valeria sentía la mano de Tomás aún entrelazada con la suya, como si ninguno de los dos quisiera soltar el momento. La ciudad seguía viva a su alrededor, pero para ella, solo existía el latido tranquilo que compartían en cada paso.

—¿Qué sigue ahora? —preguntó Tomás, con voz serena.

Valeria pensó en ello. Por primera vez en su vida, no tenía una respuesta inmediata. Su plan original, la mentira, la venganza... todo eso se había desvanecido. Ahora solo quedaba la posibilidad de algo nuevo.

—No lo sé —admitió—. Pero quiero averiguarlo.

Tomás apretó levemente su mano, como si esa fuera la única respuesta que necesitaba.

Cuando llegaron a la puerta del edificio de Valeria, se detuvieron. La brisa nocturna movió suavemente su cabello mientras lo miraba. Había tantas cosas que quería decir, pero las palabras parecían innecesarias en ese momento.

—Gracias por esta noche —dijo finalmente.

Tomás la observó con una ternura que le robó el aliento.

—Gracias a ti —respondió—. Por ser valiente.

Valeria sonrió y, sin pensarlo demasiado, se inclinó hacia él. Sus labios se encontraron en un beso suave, lleno de promesas que aún no habían sido dichas. Cuando se separaron, ella vio en los ojos de Tomás la misma certeza que sentía en su pecho.

—Nos vemos mañana —susurró él.

—Sí —dijo ella, con una sonrisa genuina—. Mañana.

Valeria entró a su apartamento con una sensación de calma desconocida. Se dejó caer en el sofá, repasando cada instante de la noche. La conversación, la confianza en su voz al hablar sobre su escritura, el beso en la puerta… todo parecía sacado de una historia que jamás habría imaginado para sí misma.

Cerró los ojos un momento y sonrió. No era un final, sino un comienzo. Y por primera vez, no le preocupaba hacia dónde la llevaría.

Al día siguiente, se despertó con el sonido de su teléfono vibrando sobre la mesita de noche. Se estiró perezosamente y tomó el aparato. Un mensaje de Tomás.

Tomás: "Espero que hayas dormido bien. Nos vemos en la oficina. No llegues tarde, ahora eres oficialmente una escritora reconocida."

Valeria rió suavemente, sintiendo un calor agradable en el pecho. Aún no se sentía del todo ‘reconocida’, pero la idea de que Tomás creyera en ella era suficiente por ahora.

El día transcurrió con una energía diferente. Valeria ya no caminaba con la sombra de su mentira pesando sobre sus hombros. Era ella misma, sin filtros, sin máscaras. Y para su sorpresa, la editorial no se desmoronó a su alrededor, nadie la señaló con desconfianza. Todo siguió como siempre, solo que ahora ella se sentía parte de ello.

Durante la pausa del almuerzo, Tomás se acercó a su escritorio con dos cafés en la mano.

—¿Te secuestré anoche para una cita sin que te dieras cuenta? —preguntó con una sonrisa traviesa, dejando una taza frente a ella.

Valeria fingió pensarlo.

—Técnicamente, sí. Pero no me quejo.

Tomás se apoyó en el borde de su escritorio y la miró con diversión.

—Entonces tendremos que hacer una cita oficial para equilibrar las cosas.

El corazón de Valeria dio un pequeño vuelco, pero en lugar de dejarse llevar por el pánico, sostuvo su mirada y asintió.

—Me parece justo.

Y con esa simple respuesta, supo que su historia con Tomás apenas estaba comenzando.

La idea de una cita oficial con Tomás ocupó la mente de Valeria durante el resto del día. No era solo una cita, era un nuevo paso en un camino que jamás había planeado recorrer. Y sin embargo, se sentía extrañamente tranquila, como si su vida estuviera encajando en un lugar que nunca supo que existía.

Al salir de la oficina, recibió otro mensaje de Tomás.

Tomás: "Mañana a las 7 p.m. Te paso a buscar. No me dejes esperando."

Valeria sonrió, sintiendo un cosquilleo de anticipación. Apretó el teléfono entre sus manos y respondió.

Valeria: "No soy de las que llegan tarde. Nos vemos mañana."

El día siguiente pasó más rápido de lo que esperaba. Valeria pasó la mañana revisando algunos documentos y la tarde pensando en qué ponerse. No quería que pareciera que se había esforzado demasiado, pero tampoco quería restarle importancia a la ocasión.

Finalmente, eligió un vestido sencillo pero elegante, y unos zapatos cómodos (porque conocía su tendencia a tropezar en los peores momentos). Se miró en el espejo y respiró hondo.

Cuando el timbre sonó a las 7 en punto, su corazón dio un pequeño salto. Abrió la puerta y encontró a Tomás de pie, sosteniendo una rosa con una expresión que mezclaba diversión y ternura.

—No quería traer un ramo completo, pensé que sería demasiado —dijo, extendiéndosela.

Valeria tomó la rosa con una sonrisa.

—Perfecto. Un ramo sería una exageración, pero esto es justo lo necesario.

Tomás le ofreció su brazo y ella lo tomó sin dudar. Salieron juntos, listos para lo que vendría.




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