Bajo Seudónimo

capitulo 20

El eco de sus palabras quedó suspendido en el aire, vibrando con la emoción de lo desconocido. Valeria sintió que su corazón latía más rápido de lo normal, no por nerviosismo, sino por una sensación diferente, algo cercano a la euforia contenida. ¿Escribir con Tomás? Era una idea que jamás habría considerado, pero que ahora le parecía extrañamente natural.

—Bien —dijo Tomás, sin soltar su mano todavía—. Pero hay una condición.

Valeria arqueó una ceja, divertida.

—¿Condición? No recuerdo haber negociado términos.

Él esbozó una media sonrisa, esa que siempre la desarmaba.

—Nada de planear demasiado. Sin estructuras rígidas. Vamos a hacer lo que hicimos con la servilleta en la cafetería, pero en serio. Una línea cada uno, sin pensar demasiado, solo dejarnos llevar.

Valeria soltó una risa suave.

—Eso suena a tortura para alguien como tú, tan meticuloso.

Tomás inclinó la cabeza, aceptando la observación.

—Exactamente. Pero quiero intentarlo.

Valeria se mordió el labio, pensando en la propuesta. No era solo un ejercicio de escritura, era una forma de conocer otra faceta de él, de ver cómo fluía su mente cuando no estaba diseccionando cada palabra con su ojo crítico.

—De acuerdo, acepto —dijo finalmente—. Pero si vas a hacerme improvisar, necesito incentivos.

Tomás cruzó los brazos y la miró con fingida sospecha.

—¿Incentivos? ¿Qué tienes en mente?

Ella se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.

—Cada vez que uno de los dos escriba algo realmente bueno, el otro paga el café.

Tomás rió, como si la idea lo divirtiera más de lo que esperaba.

—Vas a arruinarme financieramente, Suárez.

—Entonces mejor asegúrate de escribir bien, Ferrer.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, sus sonrisas reflejando la emoción de lo que estaban por empezar. Tal vez no sabían qué historia estaban escribiendo juntos, pero por primera vez, no importaba.

El pacto estaba sellado, y con él, una emoción vibrante se instaló en el aire entre ellos. Valeria no podía recordar la última vez que un simple juego de escritura la había entusiasmado tanto, y sabía que parte de la razón era Tomás.

—Entonces, ¿dónde empezamos? —preguntó ella, cruzando las piernas sobre el banco de la plaza, su libreta lista en el regazo.

Tomás se inclinó ligeramente hacia ella, como si compartieran un secreto.

—Con la primera línea —respondió—. Pero no la voy a escribir yo.

Valeria arqueó una ceja.

—¿Cediendo el control? ¿Tienes fiebre, Ferrer?

Él rió entre dientes.

—Digamos que quiero ver qué tan caótica puedes ser cuando no te lo propones.

Valeria fingió indignación antes de bajar la vista a su libreta. Respiró hondo y dejó que sus dedos se deslizaran sobre el papel, escribiendo las primeras palabras que le vinieron a la mente.

"Era una noche como cualquier otra, hasta que el destino decidió que no lo fuera."

Levantó la mirada para encontrar a Tomás observándola con una mezcla de interés y diversión.

—Vaya —dijo él—. Críptico y prometedor. Me gusta.

Tomás tomó la libreta y el bolígrafo con una calma meticulosa. Se quedó en silencio unos segundos, pensando, antes de escribir su línea.

"El reloj marcaba las diez cuando ella cruzó la calle, sin saber que alguien la esperaba en la esquina."

Valeria sonrió, sintiendo que la historia empezaba a cobrar vida.

—Intriga, suspense… Muy típico de ti —comentó con una nota de diversión.

Tomás se encogió de hombros.

—Me gusta que las cosas tengan un propósito. Ahora es tu turno de darle uno.

Y así, sin darse cuenta, la historia los envolvió, palabra a palabra, sin planes, sin reglas, solo dejándose llevar.

El bolígrafo de Valeria se deslizó sobre la página con un impulso renovado. Algo en la manera en que Tomás la retaba con cada línea la hacía sentirse viva, como si estuviera construyendo algo más que una simple historia.

"No lo vio al principio, pero la figura en la esquina no se movía. No encajaba con la multitud, no pertenecía al paisaje nocturno. Y sin embargo, estaba ahí, esperándola."

Le pasó la libreta a Tomás, quien la tomó con una ceja arqueada.

—Sigues con el misterio —murmuró, inclinándose un poco sobre el papel—. Veamos si puedo llevarlo más lejos.

Tomás giró el bolígrafo entre sus dedos antes de escribir su contribución.

"Ella siguió caminando, fingiendo que no lo notaba. Pero con cada paso, la certeza crecía: ese extraño no solo estaba allí. Estaba allí por ella."

Valeria leyó la línea y sonrió.

—Dramático, Ferrer. Me gusta.

Tomás le devolvió la libreta, con una expresión de fingida modestia.

—Intento mantener el nivel.

Ella sacudió la cabeza, divertida, antes de inclinarse sobre la página para continuar con la historia. La noche avanzaba y las palabras fluían, entrelazándose con la emoción palpable que crecía entre ellos. Quizás no solo estaban escribiendo una historia en el papel. Quizás, sin darse cuenta, también estaban escribiendo la suya propia.




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