Bajo Seudónimo

capitulo 21

El mundo a su alrededor pareció desvanecerse mientras Valeria y Tomás se sumergían en la historia que estaban creando. La plaza, la brisa nocturna, el murmullo de la ciudad en la distancia… todo pasó a un segundo plano. Solo existían ellos, la libreta y el desafío implícito en cada nueva línea.

Valeria respiró hondo y escribió:

"Su paso se aceleró, pero no lo suficiente para parecer asustada. No quería que él supiera que lo había notado. Sin embargo, cada célula de su cuerpo le gritaba que corriera."

Tomás recibió la libreta con una sonrisa ligera, como si hubiera estado esperando exactamente ese giro. Sus ojos se deslizaron por la página antes de que el bolígrafo se moviera con precisión.

"Él lo notó. Sabía que ella había percibido su presencia, pero no se movió. No tenía que hacerlo. Porque lo inevitable estaba a punto de suceder."

Valeria leyó la línea y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Miró a Tomás, quien tenía la expresión de alguien que estaba completamente involucrado en la historia, pero también consciente de la forma en que cada palabra los acercaba más.

La noche avanzaba y las páginas de la libreta se llenaban con su historia compartida. Entre líneas de suspenso y miradas cómplices, Valeria se dio cuenta de algo: no había escrito así en mucho tiempo. Sin miedo. Sin expectativas. Solo dejando que las palabras fluyeran.

—Es increíble cómo podemos construir algo así de la nada —dijo, apoyando la barbilla en su mano mientras lo observaba.

Tomás sonrió sin apartar la vista de la libreta.

—No es de la nada —corrigió—. Es de nosotros.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, cargadas de un significado que ninguno de los dos se atrevió a desentrañar del todo. Sin embargo, no hacía falta. Lo que estaban construyendo hablaba por sí solo.

Valeria miró su reloj y se sorprendió de la hora.

—¿Cómo es posible que hayan pasado tres horas?

Tomás miró a su alrededor y luego a ella, como si solo entonces se diera cuenta del tiempo que habían compartido.

—Cuando algo es bueno, el tiempo deja de importar —dijo con simpleza.

Valeria asintió lentamente, sintiendo en su interior que eso no solo aplicaba a la historia que escribían. También aplicaba a lo que estaba naciendo entre ellos.

El peso de las palabras flotaba entre ellos, denso como la brisa nocturna que rozaba sus pieles. Valeria tamborileó los dedos sobre la libreta, su mente aún sumida en la historia que estaban creando, pero también en la que, sin darse cuenta, estaban viviendo. Miró a Tomás de reojo y lo encontró estudiándola, su expresión mitad análisis, mitad curiosidad genuina.

—¿Qué? —preguntó ella con una sonrisa ladeada.

Tomás apoyó un codo sobre el respaldo del banco y se encogió de hombros.

—Solo me pregunto en qué momento dejé de ser el tipo que arruina libros con sus críticas y me convertí en tu cómplice literario.

Valeria rió suavemente, girando un poco su cuerpo hacia él.

—Tal vez nunca fuiste solo eso. Tal vez simplemente no habíamos encontrado el motivo correcto para escribir juntos.

Él asintió lentamente, como si sopesara sus palabras. Luego, con un gesto casi inconsciente, pasó los dedos por la libreta antes de mirarla de nuevo.

—¿Qué hacemos con esto? —preguntó, refiriéndose a las páginas escritas—. ¿Es solo un juego o algo más?

La pregunta la tomó por sorpresa. Hasta ese momento, Valeria no había pensado en qué sucedería después. Siempre había trabajado con finales previstos, con estructuras definidas, pero aquello… aquello era diferente. No era solo la historia en la libreta. Era la historia que se tejía entre ellos.

—No lo sé —admitió finalmente—. Pero por primera vez, me gusta no saberlo.

Tomás la miró por un momento, luego sonrió de lado y deslizó la libreta hacia ella.

—Entonces sigamos escribiendo. Sin expectativas. Sin planes.

Valeria tomó el bolígrafo y asintió. La noche seguía envolviéndolos, las páginas aún en blanco esperando ser llenadas. Y, por primera vez en mucho tiempo, no sintió miedo de lo que vendría después.

El sonido de la pluma deslizándose sobre el papel llenaba el espacio entre ellos, un ritmo pausado pero constante. Valeria sentía que cada palabra que añadían a la historia era un paso más en un camino que no podía predecir, pero que le entusiasmaba recorrer.

Tomás, con el codo apoyado en el respaldo del banco y una mano sobre su barbilla, la observaba escribir con una expresión indescifrable. No la interrumpió, no intentó imponer su propio ritmo. Solo la miraba, como si verla crear fuera una historia en sí misma.

—¿Sabes qué es lo más curioso? —dijo Valeria sin levantar la vista del papel.

Tomás sonrió apenas.

—Sorpréndeme.

—Que cuando empecé todo esto, cuando decidí vengarme de ti por esa crítica, jamás imaginé que terminaríamos aquí —confesó ella, alzando la mirada con una mezcla de diversión y asombro.

Tomás soltó una carcajada baja, como si saboreara el giro irónico del destino.

—¿Quieres decir que tu malévolo plan de venganza ha fracasado estrepitosamente? —preguntó, fingiendo indignación.

Valeria se encogió de hombros, jugueteando con la pluma entre los dedos.

—Depende de cómo lo veas. Si mi objetivo era hacerte sufrir, entonces sí, fracasé rotundamente. Pero si el objetivo era demostrarte que mi escritura vale la pena… tal vez no fallé tanto.

Tomás la miró con intensidad, dejando a un lado la broma.

—Nunca pensé que no valiera la pena, Valeria. Nunca.

Ella sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No esperaba esa sinceridad, y mucho menos el efecto que tenía en su interior.

—Gracias —susurró.

Y en ese momento, supo que, aunque no tenía un plan para lo que vendría después, ya no le daba miedo descubrirlo.




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