Bajo Seudónimo

capitulo 26

El ambiente en la cafetería se volvió aún más íntimo, como si el resto del mundo se hubiera desvanecido en un murmullo lejano. Valeria miró la libreta entre sus manos y luego a Tomás, sintiendo que en ese cuaderno no solo estaban construyendo una historia ficticia, sino algo más profundo, algo que no podía nombrar todavía.

—¿Y si esta historia nunca tuviera un final? —preguntó ella, jugando con la esquina de la libreta.

Tomás arqueó una ceja, con una sonrisa ladeada.

—¿Quieres escribir un libro infinito? No sé si los lectores nos lo agradecerían.

Valeria rodó los ojos, divertida.

—No me refiero a la historia en papel, Ferrer. Me refiero a la historia que estamos escribiendo sin darnos cuenta.

Él dejó su taza sobre la mesa y la miró fijamente, con una expresión más seria de lo que ella esperaba.

—Si depende de mí, Valeria, esta historia continuará mientras tú quieras seguir escribiéndola conmigo.

Las palabras de Tomás flotaron entre ellos, pesadas y, al mismo tiempo, increíblemente ligeras. Valeria sintió un nudo en el estómago, una mezcla de vértigo y emoción que la dejó sin palabras por unos instantes.

—Eso suena como una gran responsabilidad —murmuró, tratando de esconder su sonrisa tras su taza de café.

Tomás se inclinó un poco hacia ella, apoyando los codos sobre la mesa.

—Lo es. Pero creo que estamos listos para asumirla.

Valeria bajó la mirada hacia la libreta y, sin pensarlo demasiado, escribió una nueva línea bajo la historia que habían estado construyendo.

"A veces, las mejores historias no necesitan un final. Solo personas dispuestas a seguir escribiéndolas."

Le deslizó la libreta a Tomás, quien la leyó en silencio antes de levantar la vista y sonreírle. Sin decir nada más, tomó su bolígrafo y escribió su propia respuesta debajo.

Valeria no necesitó leerla para saber que, sin importar las palabras exactas, Tomás ya había decidido seguir escribiendo con ella.

El silencio entre ellos no era incómodo, sino cargado de significado. Valeria observó cómo Tomás sostenía la libreta con una expresión serena, casi como si estuviera grabando ese momento en su memoria. Finalmente, levantó la vista y le dedicó una sonrisa que la hizo sentir ligera, como si todo lo que había sucedido hasta ese punto tuviera un propósito claro.

—Entonces, ¿seguimos escribiendo? —preguntó él, con un brillo en los ojos que Valeria ya había aprendido a reconocer.

Ella asintió, fingiendo un aire despreocupado, aunque su corazón latía con fuerza.

—Claro. Pero esta vez, Ferrer, quiero un giro inesperado —bromeó, deslizándole la libreta.

Tomás la tomó con solemnidad fingida y garabateó algo en la página. Cuando Valeria la recuperó, encontró una simple frase:

"Y entonces, él la besó."

Valeria sintió un calor subirle por el cuello. Levantó la vista y encontró a Tomás observándola con una expresión de absoluta tranquilidad, como si no acabara de escribir algo que acababa de acelerar su pulso.

—¿Giro inesperado? —preguntó él, con fingida inocencia.

Valeria entrecerró los ojos, conteniendo una sonrisa.

—Sutil, Ferrer. Muy sutil.

Tomás se inclinó ligeramente sobre la mesa, sus dedos tamborileando sobre la cubierta de la libreta.

—Dime, ¿qué escribirás después de eso?

El desafío en su voz era evidente, pero también había algo más. Algo que le decía a Valeria que aquella historia, la de la libreta y la que estaban viviendo, estaba a punto de tomar un rumbo del que ninguno de los dos quería escapar.

Valeria jugueteó con la pluma entre los dedos, sintiendo la expectación de Tomás atravesar la mesa como una corriente invisible. Sabía que estaba esperando su respuesta, no solo en el papel, sino también en la realidad que ambos estaban creando sin darse cuenta. Inspiró hondo y escribió:

"Ella sostuvo la mirada por un instante, atrapada entre la curiosidad y la certeza. Luego, sin dudarlo más, cerró la libreta y sonrió. 'Tal vez sea mejor descubrirlo en persona', dijo."

Le deslizó la libreta de vuelta a Tomás y observó cómo sus ojos recorrían la página. Alzó una ceja, divertido, y cuando levantó la vista hacia ella, la intensidad en su mirada hizo que Valeria sintiera un cosquilleo en la piel.

—¿Así que quieres improvisar? —preguntó él, con una sonrisa de lado.

Valeria apoyó los codos en la mesa y sostuvo su mirada con firmeza.

—Digamos que algunas historias se escriben mejor sin tanta planificación —respondió, con un matiz de reto en la voz.

Tomás dejó la libreta a un lado y entrelazó los dedos sobre la mesa, como si meditara su próximo movimiento. Luego, con la misma tranquilidad que la desconcertaba y atraía al mismo tiempo, se inclinó un poco más hacia ella.

—Entonces supongo que lo descubriremos juntos.

El aire entre ellos se volvió más denso, cargado de posibilidades. Valeria sintió cómo la emoción latía en su pecho, no solo por lo que estaban construyendo en el papel, sino por lo que comenzaba a tomar forma entre ellos, en la realidad.




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