El parque seguía en calma, como si el tiempo se hubiera detenido para ellos. Valeria cerró los ojos por un instante, permitiéndose grabar en su memoria cada detalle: la brisa fresca, la calidez de la mano de Tomás sobre la suya, el leve murmullo de la ciudad en la distancia. Era un momento tan simple y a la vez tan significativo que sintió un nudo de emoción en la garganta.
—No pensé que escribiría una historia así —susurró, sin abrir los ojos.
Tomás giró ligeramente la cabeza para mirarla.
—¿Así cómo?
Valeria sonrió suavemente.
—Una donde yo sea la protagonista y no solo la autora en las sombras.
Tomás apretó su mano con delicadeza, como si quisiera asegurarse de que comprendiera lo que iba a decir.
—Siempre fuiste la protagonista, Valeria. Solo necesitabas darte cuenta de ello.
Ella abrió los ojos y lo encontró observándola con una expresión que la hizo sentir vista de una forma en la que nunca antes lo había sido. No como escritora, ni como una mujer torpe que había tejido una mentira impulsiva, sino simplemente como ella misma.
—Tienes razón —murmuró—. Y esta vez, quiero escribir mi historia sin esconderme.
Tomás sonrió de lado, su mirada reflejando orgullo y ternura a la vez.
—Entonces hagámoslo. Pero juntos.
Y con esa promesa, Valeria supo que el mejor capítulo de su vida apenas estaba comenzando.
Un año después…
La librería estaba llena de murmullos, el sonido de páginas pasándose y tazas de café chocando suavemente contra los platillos. Valeria se encontraba de pie junto a una mesa llena de ejemplares de su libro, con la portada reluciente bajo las luces cálidas del lugar. Su libro. No de alguien más. No bajo un seudónimo. Su nombre estaba ahí, impreso con orgullo.
—¿Lista? —susurró Tomás a su lado, inclinándose ligeramente para que solo ella pudiera escucharlo.
Valeria exhaló lentamente, sosteniendo un bolígrafo entre sus dedos. Observó la fila de personas que esperaban para que firmara sus ejemplares, algunos sosteniéndolos con emoción, otros con curiosidad. La sensación era abrumadora, pero increíblemente hermosa.
—Lista —respondió con una sonrisa.
Tomás le dio un leve apretón en la mano antes de dar un paso atrás, permitiéndole disfrutar de su momento. Porque este era su momento.
Más tarde…
Cuando la firma de libros terminó y las luces de la librería comenzaron a atenuarse, Valeria y Tomás salieron a la calle, donde la brisa nocturna les recibió con su frescura habitual. Caminaban en silencio, con la tranquilidad de quienes saben que no necesitan palabras para entenderse.
—¿Cómo se siente ser una escritora publicada? —preguntó Tomás finalmente, con esa sonrisa suya de siempre.
Valeria se detuvo y lo miró, sintiendo una calidez indescriptible en el pecho.
—Se siente increíble. Pero, ¿sabes qué es lo mejor de todo?
Tomás levantó una ceja, expectante.
—¿Qué?
Valeria entrelazó sus dedos con los de él y sonrió.
—Que esta es solo la primera historia de muchas.
Tomás la miró por un instante antes de soltar una risa baja y sacudir la cabeza.
—Definitivamente, los puntos suspensivos te quedan mejor que los puntos finales.
Y con eso, siguieron caminando juntos, listos para escribir el siguiente capítulo de su historia.