Nota de la autora: No hay personas que no sean intrínsecamente inseguras, ya sea de sí mismas o de algún aspecto en específico, todos tenemos algún tipo de inseguridad con el que tratamos de erradicar. De disminuir su presencia en nosotros.
Mientras que unos luchan y erradican esa inseguridad…otros huyen, permiten que sea la inseguridad quienes los domine y esta que sea la razón por la que se ocultan o alejan de los demás.
Está bien tener inseguridad, sí, pero es mucho mejor no cederle el control para que sea ella quién nos controle.
Los efectos de que sea la inseguridad quien te mande, son graduales. No te das cuenta en el momento, pero te dañan. De manera lenta lo hacen.
Eres único/a.
Los de tu alrededor, tú, todos tenemos la oportunidad de ser diferentes. De resaltar de los demás. Sé diferente sí tienes la oportunidad.
Explora nuevas facetas tuyas, que sean un desafío interesante para ti y que disfrutes explorarlas…
«Vive una vida que recordarás».
Avicci.
Capítulo 91
CHARLOTTE
Todos cargamos con un demonio interno. Todos. Y yo observé el de mis padres.
Y verlos en acción -a los demonios internos- me dejó con la duda de: ¿a qué es lo que le tengo más miedo?
A mi padre y su fuerza.
A mi madre y los retorcidos motivos por los que usa su inteligencia.
O al hecho de que estuve viviendo con ellos todos estos años.
—Donde el sol y el cielo se juntan entenderás quién y porqué quisieron eliminarme —dije en un hilo de voz con mi mirada fija y perdida en el vacío frente a mí, mientras los demás intentaban aligerar el pesado ambiente que el asfixiante silencio había creado poco después de salir del aeropuerto.
Recostada en el asiento de atrás, con mi cabeza apoyada sobre el pecho de Joshua y sus brazos rodeándome, recibí miradas extrañas de los que estaban a mi alrededor. Pero en el silencio, la de Alex, quién va a la par mía, fue la que más me impresionó: atenta, analizando mis movimientos y con ciertas señales confusas.
Algunas veces, durante el camino, lo atrapé mirándome. Otras, en un duelo consigo mismo: mirándome, abría la boca pero luego sellaba sus labios y volvía a la ventana.
—No entendí lo último —comenzó diciendo Elizabeth—, pero lo primero que dijiste es un lema.
«No la mates».
«No dejes que la furia, te predomine».
«No es el momento para discutir».
«Contrólate, Charlotte. Mantén tu cabeza en alto».
Me molesta saber que Elizabeth está como si nada hubiera pasado. Qué haya venido con Ric, Alexander (ahora, su hermano) y mi novio Joshua a liberarme de las garras de mis padres.
De alguna manera, sé que debo sentirme agradecida. Mostrarlo, diciéndole un «¡Hey! Gracias, por ayudarme». Pero no soy la clase de persona que puede hacer genuinamente sincero cómo decir un gracias si siento algo de furia, desesperación y en última estancia rencor por ser tan falsa. Por el que Elizabeth sea tan falsa.
Si me molesta que ella sea falsa, sería muy hipócrita de mi parte decirle «¡Hey! Gracias, por ayudarme» cuando ella influyó, de manera gradual, en todo esto.
Era ella quién estaba vigilándome y soltando la lengua con mis padres.
Y quiero darle una cachetada y exigirle que me diga por qué no se le hizo suficiente destruirme antes: manchando mi reputación, dañando a mis “amistades” de ese entonces, actuando como una patética loca y celosa alejándome de Joshua…Preguntarle porque cruzar el límite y aliarse con mis padres.
En serio, tengo tantas preguntas pero a la vez pocas ganas de seguir enterándome de lo bajo que han caído mis “padres”. Y de lo falsa, perversa, confabuladora y calculadora que puede llegar a ser la querida hermanita del azulino con quién dejé una conversación abierta. Una conversación pendiente, con Alexander.
Pero lo que dijo: “Es un lema” encendió mi foco.
Pero preguntar sobre eso sólo levantaría sospechas.
Sólo los metería más en problemas.
«Si vas a excavar secretos, al menos ten compasión por tus amigos, ellos no tienen por qué afrontar contigo las consecuencias de tu curiosidad».
Las palabras impresas en papel de la carta de Abigail vuelven a mi mente...a pesar de todo sí soy yo quién tiene curiosidad no tengo porqué arrastrarlos conmigo.
Mucho menos a Joshua. Lo último que quiero es que él salga lastimado por la imprudencia y falta de límites que mi curiosidad ha estado fortaleciendo desde el día en el que decidí seguir a mis padres, esa noche.
Sin saber que llegarían al cementerio.
Sin saber que yo llegaría demasiado lejos sólo por haber observado su tumba.
#-#
—¿Todo mejor? —Preguntó Joshua jugando con mis dedos mientras caminábamos a la entrada de su casa.
—Mejor —asentí y ambos nos detuvimos frente a la entrada de su casa. Esperé a que él abriera la puerta mientras mi vista vagaba a los hermosos y pequeños delicados rosales que estaban encendiendo en colores el jardín frontal de su casa.
Observo al chico frente a mí y no puedo evitar sentir como el calor de la confianza y seguridad que él me transmite con su presencia cercana a la mía me abraza, metafóricamente, mientras mi cuerpo grita dejar de sentir el apacible frío de las tardes de invierno.
Si no hubiera sido por Joshua yo no estaría aquí. Lejos de mis padres. A salvo. Con él.
Esta noche, me concentraré en valorar mi presente y al chico de ojos miel que tengo como mi novio. Como mi pareja.
Necesito aprender a serlo. A valorar cómo si fuera el último minuto de mi vida cada vez que estoy cerca de él.
Cada vez que él me impregna su aroma masculino cuando me abraza de las mil y una maneras que siempre me reconforta. Cada vez que escuchó su risa ronca o que lo veo reírse, cada vez que sus ojos me miran con un abrasador y único brillo en estos, cada vez que sus acciones -por mínimas que sean- me envían una corriente de nervios y felicidad a la vez.
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Editado: 27.03.2022