—Tenemos que irnos —habló Joyce como si acabaran de tener una conversación muy civil. Parecía ilesa ahora, lo único que delataba su acción anterior era la sangre en su bonito vestido de flores.
Existía un contraste extraño, porque ella parecía ser alguien inocente que no lastimaría a nadie, sin embargo, la sangre que no era suya y la mirada oscura sólo delataban una cosa: peligro.
Adam sabía que tenía que salir de ahí lo más pronto posible, antes de que algo le sucediera, pero por otro lado había visto cómo ella le salvó la vida sin dudarlo.
¿Quién era realmente Joyce?
—No. No iré a ningún lado contigo —tuvo el valor de decir Adam.
Joyce se detuvo de abrir la puerta del auto. Sus ojos y esa mirada peligrosa desapareció, ahora parecía normal. Incluso un tanto dolida de su repentino alejamiento.
—Yo... yo sé que lo que acabas de ver no tiene sentido alguno, pero... debes saber que nunca te haría daño Adam.
Sonaba sincera, podía notarlo al ver sus ojos tristes, como si estuviera acostumbrada al rechazo tras descubrir quien era en realidad.
—Ese hombre iba a hacerme... iba a hacernos daño. Sino lo detenía...
—Estaríamos muertos —terminó Adam por ella.
Joyce asintió solemne.
—Es complicado Adam, pero prometo explicarlo. Yo... si no vienes conmigo... presiento que correrás peligro. Esos hombres están por todos lados y te vieron conmigo, es posible que te sigan para dar conmigo.
Esos hombres, la misma Joyce, cada vez sentía una carga pesada. De repente su vida se había vuelto un desastre en un segundo. Estuvo a punto de morir varias veces y ahora tenía enfrente a un ser con un poder que desconocía.
Había visto series de ciencia ficción, de hecho, le encantaban. Sin embargo, la situación no era divertida cuando era tu realidad y eras quien querían matar. Esos hombres eran imparables e iban a acabar con él. Un simple mortal, no tenía posibilidad de sobrevivir.
—¿Prometes explicarlo?
—Lo juro por mi vida —dijo ella enseguida.
Adam asintió y fue hacia la puerta de copiloto. El auto que iban a robar.
—Supongo que robar este auto será la menor de nuestras preocupaciones —comentó en voz baja de forma irónica. Entonces escuchó a Joyce reír, al parecer lo había escuchado.
—Supongo que tienes razón.
***
El camino fue silencioso e incómodo para Adam. ¿Qué podía decirse en situaciones así? Si ya de por sí era terrible en hacer plática, era peor en una situación desconocida. Por qué su mente estaba rebobinando la serie de desastres.
¿Joyce sería alguna clase de vampiro? ¿O una Eleven con brillo en los ojos?
Había visto Stranger Things y extrañamente Joyce era parecida a Eleven. Su poder de sostener las cosas en el aire. También había visto esas series de aliens con apariencia humana. ¿Sería un alien?
Cada vez tenía más preguntas y a ese paso nunca terminarían de tanto que tenía que decirle. Afortunadamente Joyce detuvo el auto robado en el estacionamiento de un motel de esos de mala muerte.
—Podrían encontrar el auto robado —señaló Adam cuando salieron de este —La policía.
Joyce rió.
—Es solo un auto Adam, relájate.
¿Cómo estaba tan serena? La policía podía llegar en cualquier momento y arrestarlos por robar y ella estaba tranquila. Después pensó que era una estupidez. Por supuesto que ella no estaba asustada, seguro podía romperles el cuello en dos segundos.
Ingresaron al lobby del motel, en la recepción había un hombre de cabello largo hasta los hombros que leía una revista de armas. «Increíble» pensó Adam, lo que faltaba era que se encontrasen con algún asesino en serie para completar aquel maravilloso día.
El recepcionista los miró con cansancio, como si estuviera harto de su trabajo o de la vida en sí.
—¿Una habitación?
Joyce dejó un par de billetes sobre el mostrador. El chico asintió y le dio unas llaves, también aprovechó para agarrar algo debajo del mostrador y se los dio a Adam en la mano.
—Para ti, campeón —le dijo dándole un par de condones.
Él no tuvo tiempo de analizar lo embarazoso de aquella situación, sólo negó con la cabeza, pero su cara ya estaba poniéndose roja como un tomate. Joyce se echó a reír de nuevo. Parecía que todo le divertía últimamente.
—Vamos "campeón" —se burló ella con una sonrisa.
—Cierra el pico —le dijo él.
—¿Quién lo hubiera dicho, el inocente Adam Crimson en un motel de mala muerte con una lunática con poderes?
Entraron a la habitación, era en forma circular con varias luces navideñas rojas recorriendo la parte superior y una cama ridículamente grande en forma de corazón.
Esto debía ser una broma de mal gusto. Gruñó molesto y fue a tirar los condones al bote de basura.
—Guau, ¿ni siquiera nos darás una oportunidad? —dijo Joyce con una sonrisa descarada.
—Dioses, Joyce —murmuró él sintiendo de nuevo sus mejillas enrojecer. No podía creer que se sintiera así tras todo lo que había pasado.
Era la primera cita más caótica, desastrosa y extraña de su vida. Ahora estaban en un motel con su ropa manchada de sangre. Adam esperaba que tuvieran al menos unas horas de descanso antes de que todo se fuera al carajo otra vez.
Tenía muchas preguntas. Joyce pareció entenderlo porque se sentó en la cama y le miró. La primera pregunta vino a su mente.
—¿Eres un vampiro?
En su mente sonaba más lógico, pero decirlo en voz alta lo hacía sonar como un completo idiota. Joyce se rió por lo alto.
—Sería genial ser uno, pero mi suerte es otra —se encogió de hombros.
—¿Un alien? —continuó con su segunda opción, tenía una lista preparada.
—Esos son horribles y me gusta pensar que no luzco como uno. Y antes de que me digas si soy alguna clase de mujer lobo, mejor te diré de una vez: soy una fae.
De todas las cosas que se imaginó, esa no era.
—¿Eh? —fue lo único que dijo.
—¿Campanita? ¿Las hadas?