La historia se repitió.
Eso fue lo que vio Adam, antes de pensar en algo más lógico. Su único pensamiento fue inmediatamente a aquel empleado que vio morir el día anterior. Había caído inerte en el suelo, con un hoyo en la frente y la sangre escurriéndose.
La diferencia de esta vez, fue que el cuerpo inerte era el de Joyce.
Al principio, pensó que su mente estaba jugándole una mala pasada, pero no, ella estaba ahí. La cafetería era un caos y su hermana Rose estaba gritando.
Él no podía formular ni una oración coherente, solo corrió hacia Joyce. El golpe fue duro, brutal. Había traspasado el cristal del ventanal y caído sobre varias mesas. Sangre corría de todos lados.
—Joyce... ¡Joyce! —gritó con desesperación ante su falta de respuesta.
La joven permaneció inconsciente en sus brazos, con la sangre escurriendo de su rostro. Adam sabía que esto era causa de ellos, los fae que la perseguían. Pero, ¿cómo es que terminó allí en la cafetería de su hermana?
Era posible que ellos lo encontraran. Joyce llegó a decirlo, que podían seguirlo para usarlo en su contra. Miró hacia los lados con desesperación, el caos reinaba en el lugar, pero una figura alta y oscura permanecía quieta en la entrada de la cafetería.
Observándolos a ellos dos. Era un fae, lo distinguió por aquel brillo en los ojos incluso desde lejos.
Las personas corrieron desesperadamente lejos de la cafetería mientras Rose intentaba llamar a la policía. Ella también había notado a aquel hombre, miró a su hermano y después al cuerpo de la chica.
—¿La...la conoces? —preguntó.
Adam no supo que responder, las palabras estaban atascadas en su garganta porque no dejaba de mirarlos aquel fae.
—Tenemos que salir de aquí —fue lo único que logró decir.
Aquel hombre comenzó a caminar con lentitud, observando el caos que había desatado como si lo disfrutara. Adam tomó en brazos a la inconsciente Joyce y le hizo señales a su hermana. Tenían que salir de ahí rápido si querían vivir.
—La salida... trasera —dijo en respiraciones agitadas Rose.
Los hermanos Crimson fueron hacia la parte detrás del mostrador, Adam cargando a Joyce. Rose liderando el camino, pero detrás escucharon más caos. El fae comenzaba a lanzar cosas al azar en su dirección.
Adam sabía que si Joyce no despertaba en ese momento, estarían perdidos. Su hermana y él no eran más que unos mortales, no tenían oportunidad. No eran lo suficientemente rápidos. Rose cerró el mostrador y los llevó a la otra salida que los dejaba en un callejón.
—El auto está cerca —señaló ella.
Mientras más avanzaban, huyendo del fae más caos se escuchaba. Él se estaba acercando a ellos y Adam tenía que hacer todo lo posible en sus manos para evitar que llegara con ellos. El auto de su hermana fue el único milagro que se les presentó en ese momento. Ingresó en la parte de atrás con el cuerpo de Joyce inerte mientras su hermana corría al asiento de conductor.
Entonces chispas cayeron cerca de ellos, las lámparas de las calles estaban reventando una a una como fuegos artificiales. Adam sabía lo que eso significaba, el fae caminaba lento pero con seguridad desde el callejón por el que habían salido. Esta vez mostraba una sonrisa malévola.
—¡Arranca! —le gritó a Rose.
Pero Rose estaba en shock, observando asustada a aquel hombre.
—¡Rose! —insistió Adam al escuchar crujir algo cerca. Si no se iban de ahí en ese momento los iba a matar.
Algo debió hacer clic en el cerebro de su hermana porque arrancó el auto y salieron a carretera. Adam miró hacia atrás, esperando a aquel hombre aparecer, pero este ya no estaba. Rose comenzó a esquivar autos rápidamente antes de darle una mirada a Adam y a Joyce, quien yacía en el regazo de él. Todavía sin despertar.
—¿Quién es ella? ¡Tenemos que llevarla al hospital!
Él se detuvo a mirar a Joyce, permanecía inconsciente con hilo de sangre en su rostro. Tuvieron que moverse tan rápido que Adam no se fijó en los pequeños pedazos de cristal que se habían incrustado en su piel. Intentó tocarla, pero su mano se encontraba temblando.
Nunca había visto tanta sangre. De repente sintió como si el aire se fuera, toda aquella situación lo sobrepasaba. Su hermana seguía hablando, pero él no podía escucharla.
Debió suponerlo, iban a perseguirlo a él también desde que los vieron aquella vez juntos.
—¡Adam! —chilló su hermana. Lo sacó de su ensoñamiento.
—No...no podemos ir al hospital. Vamos a casa.
—Adam, ella está... —dio una mirada horrorizada a Joyce —no podemos...tenemos
—No, escúchame bien Rose —comenzó él con un tono exigente —. Ella no puede ir al hospital
No conocía mucho de la fisonomía de las hadas, pero tenía el leve presentimiento que ella se curaría por sí sola. Si iban al hospital era seguro que levantarían sospechas.
Rose le miró como si hubiera perdido la cabeza.
—Maldita sea Adam —se quejó, pero aceptó las palabras de su hermano.
El camino al departamento fue extrañamente largo. Rose tomó una ruta diferente por si las dudas.
Adam sacó el cuerpo de Joyce como pudo, mientras Rose tomaba una manta que tenía en la cajuela y la ponía encima de Joyce. Al principio, él pensó lo amable del gesto y después entendió que sería sospechoso entrar con una chica inconsciente y con sangre corriendo de todos lados.
Los hermanos subieron las escaleras del edificio de Adam para evitar encontrarse con personas. Él rezaba con todas sus fuerzas para que Robin no estuviera cerca. No necesitaba dar más explicaciones de una situación que ya era de por sí muy extraña. Por suerte, Robin no parecía estar por ningún lado así pudieron llevar a Joyce al sofá de la sala.
Adam depositó delicadamente a Joyce sobre el sofá, viendo cómo ella apenas lograba dar unas cuantas respiraciones superficiales. Lo único que le daba esperanza era eso, sin embargo, sus heridas parecían continuar igual. Su hermana se quedó a su lado observando la escena, nadie con dos dedos en la gente no se daría cuenta de lo que había pasado. Rose vio todo y ahora Adam le debía una explicación.