Balada de una princesa perdida | Completa

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Era oficial que los últimos días habían sido desastrosos para alguien que llevaba una vida acostumbrado a la rutina, esto era desbalance increíble.

A veces Adam volvía pellizcar su muñeca para recordar que era real, que no estaba imaginando a Joyce o a algunos de los fae que vio morir. Ahora ella estaba en su habitación durmiendo, o pensando en el bicho raro que era Adam.

La verdad era que Adam odiaba que desconocidos tocaran sus cosas, especialmente las que estimaba más como su colección de posters de anime y cómics. Todo lo tenía en un orden específico que odiaba ver diferente, su mente necesitaba que todo estuviera en armonía con sus colores, de lo contrario, no podría estar tranquilo.

Era la necesidad de ver algo igual siempre, le daba una paz, una tranquilidad que nadie podía lograr. Él podía tener el control sobre eso, sobre sus cosas favoritas. Por eso, cuando Joyce intentó tocar sus posters sintió el aire salir de sus pulmones. No dejaba que Rose se acercara, mucho menos una chica que tenía poderes sobrenaturales. Desde su trágica infancia al lado de su hermana, Adam trataba por todos los medios posibles llevar una vida normal porque eso no le provocaba ansiedad. La historia de la familia Crimson era demasiado horrible para contar y cuando Joyce tocó esos posters le recordó el desastre que era su vida cuando era pequeño.

Rose y él habían crecido con dos padres irresponsables que parecían ignorar a los dos niños que tenían por hijos. Su madre se la vivía tomando sustancias ilegales y su padre desaparecía por días. Si ellos habían sobrevivido tantos años fue gracias a la tenacidad de Rose, quien a sus siete años tomó el rol de madre con Adam que apenas tenía cuatro años.

Los recuerdos de Adam estaban algo mezclados, pero las escenas volvían a su mente de vez en cuando. Sus padres gritando en la sala rompiendo cosas, haciendo un caos total. Rose abriendo la puerta del armario donde se había escondido y contando historias fantásticas para tranquilizarlo, historias de príncipes y princesas, de seres sobrenaturales. Algo que sonaba increíble para Adam, era imposible, pero esas historias lo salvaron muchas veces de ahogarse en la tristeza de vivir con una familia disfuncional.

Cuando los hermanos Crimson tuvieron la edad suficiente, escaparon de casa. Rose había retrasado sus estudios para trabajar y ahorrar dinero. Ella tenía quince y Adam doce cuando huyeron de la casa de sus padres. Se mudaron a otra ciudad y comenzaron desde cero. Fueron días difíciles para ambos, pero su vida comenzó a mejorar sin la toxicidad de una familia que constantemente los dañaba.

Conforme el tiempo pasó, Adam regresó a sus estudios y Rose trabajaba. Su vida fue mundana por muchos años algo que él agradeció. Por eso ahora no entendía el nuevo mundo que se le presentaba, esos cuentos que escuchaba de Rose eran una realidad y lo asustaba.

El solo pensar en la destrucción que podía provocar Joyce con un movimiento de su mano en aquello que tanto quería le hizo estremecer. Pero minutos después de eso, se sintió culpable al recordar la expresión arrepentida de ella.

Parecía realmente apenada de eso y Adam sintió remordimiento. ¿Había sido muy grosero con ella?

Una parte de él se quería acercar a preguntar si estaba bien pero la otra le decía que era mejor dejarlo así. Después de todo, ella solo estaría unas cuantas horas más con ellos y tendría que irse lejos.

Así que la noche pasó, y por alguna extraña razón su mente daba tantas vueltas que no podía dormir. Su mirada oscilaba entre el techo y la puerta de su habitación donde se encontraba ella.

Todos los sucesos de los últimos días parecían demasiado irreales y agradeció que su mejor amigo Robin hubiera salido de viaje, así no tendría que dar explicaciones de la presencia de Joyce. Vio el reloj de mesa en la sala, era las 6am.

Adam se levantó con cuidado de no despertar a su hermana quien seguía profundamente dormida en el sillón contiguo y fue a la cocina. Quizá si cocinaba algo podía sentirse más tranquilo.

Pensó en miles de ideas para desayunar, y todas se encaminaban a Joyce. ¿Qué tipo de comida le gustaría?

Fue a buscar los utensilios y buscó recetas variadas y por el siguiente par de horas dejó a su mente concentrarse en la cocina. Miró el celular y encontró varias ideas de desayunos estilo buffet que eran perfectas. Si a ella no le gustaba lo dulce habría algo salado o si era lo contrario estaría listo.

Miró la barra llena de ingredientes y utensilios y nuevamente lo embargó ese sentimiento de control. Lo disfrutaba.

Sonrió.

Esperaba que le gustara a Joyce. Últimamente era el primer pensamiento que rondaba por su mente.

 



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En el texto hay: fantasia, romance, hadas

Editado: 06.05.2024

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