Joyce se levantó lo más rápido posible y su primer instinto fue empujar a Adam contra la pared más cercana.
—¿Qué....? —comenzó a decir él.
Pero Joyce lo interrumpió y puso su mano contra su boca. En ese instante, todo los instintos de ella se activaron. Necesitaba escuchar, sentir y percibir a su alrededor. Su piel estaba erizada como el pelaje de un gato. Sintiendo el peligro en cada centímetro, sabiendo que algo estaba cerca.
Ella sabía que podían percibir su esencia, especialmente porque hacía días que sus pociones habían dejado de funcionar. Por eso mismo, la encontraban a donde sea que fuera.
Permanecieron en silencio, mientras ella terminaba de entender todo su entorno. Observó como las ondas de poder comenzaban a incrementar ante la presencia de otros faes.
Habló casi tan bajo cerca del oído de Adam.
—Si te digo que corras, corre.
Era cuestión de segundos, podía escuchar de cerca los pasos subiendo escaleras. Pero no eran pasos normales, eran pesados, con violencia, rápidos.
Entonces la puerta del departamento salió por los aires. Ella empujó a Adam contra la encimera y salió al lobby. Ahí estaban, una nueva banda de faes con sus capas largas y negras. Sonreían burlones, como si aquella situación les divirtiera. Podía sentir su energía, aclamando la suya, algo que solo podían sentir los de su especie. Como una clase de sexto sentido.
Joyce abrió sus manos, dejando sentir su poder cosquillear. La luz brillante en tono purpura comenzaba a aparecer en una materia extraña, como si fuera humo. Alzó sus manos y lanzó el primer ataque directo a aquellos hombres. Para su suerte, ellos iban preparados porque detuvieron su ataque poniendo los brazos en forma de cruz. Ella tuvo que lanzar un ataque tras otro para evitar que la atacaran a ella pues si lo hacían, era probable que no pudiera esquivar todo.
Sin embargo, estaba consciente de que no podía continuar gastando su energía una y otra vez. Así que cuando vio que aquellos faes la atacarían, saltó hacia la sala y se puso detrás de un sillón. Eran tres hombres, no iban a detenerse hasta que la mataran. Por suerte, no había notado a Adam que permanecía en el mismo lugar que lo dejó ella.
Él miró con nerviosismo hacia los lados, buscando alguna escapatoria. Joyce tenía que salvarlo, sin importar qué.
—La gran y poderosa fae, ¿se está escondiendo de nosotros? —habló uno de ellos en tono burlón.
—Probablemente ya no tiene el mismo poder que antes, alejarse tanto de su hogar disminuye su tipo de energía —comentó otro.
La estaban provocando, lo sabía. Podía sentir la sangre dentro de su piel arder, sentía todo su cuerpo caliente como si estuviera dentro de una hoguera.
—¿De verdad quieren probar esa teoría? —sonrió burlona.
Iba a matarlos, lo haría. Solo necesitaba una distracción, algo que los distrajera por un par de segundos para poder dar el golpe fuerte. Sus ojos inmediatamente fueron hacia Adam, quien parecía demasiado asustado para mirarla a ella. Miraba hacia aquellos faes, estático. Asustado.
Hubo un par de segundos en los que ella deseó que la mirara y así lo hizo. Sus ojos se encontraron.
Articuló moviendo sus labios: "distracción".
Al principio, pensó que no le entendería. Pero si Adam había entendido la palabra distracción lo tomó enserio al tirar un par de cacerolas de la cocina. Joyce no supo definir si fue premeditado o no. De repente, la atención se volcó a él por completo. Los faes sonrieron.
—¿No estás sola eh? ¿Con este pobre mortal?
Adam permaneció en silencio, mirándolos con una expresión extraña. Ella sabía que estaba haciendo lo que le pidió, distraerlos, porque en ese momento el chico comenzó a lanzar cosas hacia ellos. Joyce comprendió su tarea.
Sus manos comenzaron a brillar con la luz de energía y dejó que ésta fluyera. Iba a dar solo un golpe fuerte para matarlos. Lo había hecho antes.
En un solo movimiento lanzó la bola de energía purpura contra sus espaldas, justo a tiempo antes de que ellos lastimaran a Adam. Estos cayeron al suelo ante ese movimiento repentino y fue la señal para Adam se saltar a través de ellos. Iban hacia la salida, pero él cayó de bruces contra el suelo.
Cuando Joyce miró a donde estaba notó que uno de los faes había jalado a Adam del tobillo y lo estaba arrastrando de regreso a la cocina con una clase de energía diferente.
—¡Adam! —chilló ella alzando su mano para atacar, pero el cuerpo de él se interponía entre el fae que lo estaba atrayendo desde atrás. Si lanzaba su poder, podía lastimar a Adam también.
—Sería bonito verlo morir, me gustaría eso —dijo el fae entre respiraciones agitadas, la sangre cayendo de su frente.
Había creado una especie de cuerda de pura energía que estaba presionando el cuello de Adam. Joyce alzó su mano y sintió de nuevo su energía corroer.
—Si me matas, matas también a tu chico.
Ella le miró con los ojos brillantes de furia. No iba a dejarle hacer eso, Adam iba a sobrevivir.
Pero el chico estaba comenzando a cerrar sus ojos, señal de que estaba a punto de perder la consciencia. Su rostro comenzaba a verse morado por la falta de aire. Joyce miró a todos lados, presa del pánico. Debía acabar con aquel fae sin lastimar a Adam, pero ¿cómo?
Entonces lo vio, una de esas luces colgantes, podía tirarlas contra él.
Lanzó su energía a la lámpara y esta cayó directo en la cabeza del fae, quien terminó soltando la cuerda de energía que mantenía a Adam cautivo. El joven logró dar un largo respiro y comenzó a toser. Joyce no tenía tiempo, tenían que salir de ahí, así que tuvo que usar más energía para atraerla a ella.
Adam logró levantarse gracias a su poder y cayó sobre ella. Joyce tomó más de su energía para sostenerlo de la cintura y poder salir de allí. Todo el peso de él estaba sobre ella, pero de alguna forma logró sostenerlo hasta llegar a las escaleras del edificio.