Adam no estaba seguro de lo que había sucedido hace unos minutos. Solo que su hermana se encontraba en su departamento, viendo el desastre que quedó cuando Joyce y él huyeron. Apenas había logrado salir con vida.
Habían tomado un taxi en la esquina de la calle 45 con el fin de alejarse de ahí, no sabían a dónde, pero buscaban huir. Tuvieron la fortuna de que los faes no pudieron seguirles el paso entre el tráfico de la ciudad y el ruido. Joyce le había comentado que los faes podían olerse y sentirse entre ellos, como una clase de comunicación de sentidos, pero si estos sentidos eran obstruidos por ruidos y otros olores, les era más difícil. La ciudad era lo bastante grande para que pudieran pasar desapercibidos.
Ahora su destino era un hotel que estaba casi en la afueras de la ciudad. Joyce recordó que era el lugar perfecto para esconderse puesto que ese lugar era conocido por ser un sitio de mala muerte al que acudían personas de legalidad cuestionable. Adam en realidad estaba demasiado aturdido como para comprender si corrían más peligro.
Estuvo a unos segundos de la muerte, pudo sentirlo, la falta de aire sus pulmones aclamando oxígeno y no llegaba nada. Era una sensación horrible.
Por esa misma razón, no pensó que el peligro nuevamente los persiguiera, al menos hasta que recibió la llamada de Rose. Lo supo de alguna forma, algo o alguien se había quedado en el departamento de Adam para revisar si ellos regresaban. Él apenas iba a avisarle que no fuera cuando ella le estaba llamando, entonces escuchó ruidos y luego silencio, la llamada se cortó y eso fue todo.
Volvió a marcar, pero no obtuvo respuesta.
El miedo real comenzó a embargarlo, ¿era posible que otro fae le hiciera daño?
—Iré de regreso al departamento, si alguien más intentó hacerle daño me haré cargo.
Él miró a Joyce con cierto resentimiento, no eran sus acciones, pero gracias a ella su hermana estaba desaparecida. Ahora no podía pensar en otra cosa, su hermana, el único familiar cercano que tenía se encontraba en peligro por haberse cruzado en los caminos de Joyce. ¿Acaso cada persona que conocía tenía que sufrir las consecuencias?
Joyce parecía notarlo también porque lo miró con tristeza, ya que era palpable el resentimiento de Adam hacia ella.
—No, ya hiciste suficiente —dijo con frialdad sin poder evitarlo. Ahora estaba repitiendo las mismas palabras que Rose le dijo a Joyce aquella mañana.
La joven abrió sus ojos ante el comentario, no había duda en su mirada que estaba dolida por la repentina frialdad de Adam, pero Adam no quería decir más. Temía que lo que fuera a salir de su boca fuera aún más grosero. ¿Era posible que sintiera pena de Joyce cuando era la causante de todo?
Sin embargo, lo hizo, se sintió mal por haber causado ese brillo de dolor en sus ojos. Al final, podía ser la persona a la que seguían, pero no eran sus acciones las que herían a su hermana. Era algo indirecto. El brillo de los ojos de Joyce se mantuvo, entonces Adam comprendió que tenía los ojos nublados por las lágrimas y de nuevo ese sentimiento de lástima lo golpeó.
Joyce asintió consintiendo el comentario de Adam.
—Tienes razón, es mi culpa. Por eso arreglaré esto, traeré a tu hermana de regreso si le hicieron algo.
Ella alzó su brazo para pedir un taxi y cuando uno de detuvo, Adam se acercó. Joyce había abierto la puerta para ir de regreso al departamento, lo miró con sorpresa cuando la hizo entrar al taxi.
—Ni siquiera te atrevas a dejarme atrás, es mi hermana y también iré —dijo con ferocidad. Si tenía que encontrar el valor suficiente para pelear con esos faes, lo haría. Era Rose, después de todo.
—No puedo arriesgarte a ti también Adam, por favor —le suplicó ella, sus ojos aún brillantes pero esa vez con preocupación.
—Tendremos que afrontarlo juntos quieras o no.
La joven se quedó en silencio, sin saber que decir. Adam sabía que había altas probabilidades de no salir vivo esta vez, pero no pensaba quedarse de brazos cruzados cuando su hermana estaba en tal situación. Incluso aunque Joyce se responsabilizara, no iba a dejarla sola en eso.