Balada de una princesa perdida | Completa

15

Joyce no encontraba las palabras para describir lo que estaba sintiendo en ese momento. Parecía que la vida estaba en su contra, lanzándole golpes al azar para dar directo a ella. Cuando pensó que por fin se habían librado del verdadero peligro, se topaba de nuevo con pared porque ahora un fae parecía haber secuestrado a Rose.

Nunca pensó que llegaran a tal nivel con tal de llegar a ella. En realidad ni siquiera comprendía como habían logrado relacionar a Rose cuando interactuaron muy pocas veces.

Debieron estar muy atentos para atacar en el momento justo y eso la atemorizó, porque significaba que siempre estuvieron cerca, con el poder de atacarlos desde atrás y deshacerse de ella. Era como si hubieran tomado una clase de juego, una persecución del gato y el ratón. Nunca huyeron realmente, porque esos faes solo decidían detenerse, pero estaban cerca, esperando la oportunidad.

Pero, ¿por qué Rose Crimson?

No tenía ningún sentido.

Miró sus manos que temblaban, la última vez que estuvieron en aquel complejo de apartamentos apenas salieron con vida. Los poderes de Joyce estaban agotándose y ahora ella no estaba segura de poder defender a Adam, misma razón por la que le suplicó que no viniera con ella.

Sin embargo, resultó que el joven era muy testarudo y se negaba a dejarla afrontar eso sola incluso aunque parecía odiarla. Se estremeció al recordar sus duras palabras: « Ya hiciste suficiente». Supo en ese momento lo mucho que debía guardarle rencor ya que todo eso pasaba por ella, esos faes buscaban a Joyce y usaron a Rose como una venganza.

Miró a Adam, quién había recargado su cabeza contra el cristal de la ventana del taxi. Había cerrado los ojos, intentando dormir o evitar mirar a Joyce. Era más fácil pretender que estaba cansado para no tener que dirigirle la palabra y eso la hirió más. No encontraba las palabras para decir, porque tenía razón en decir que había hecho suficiente, todo ese desastre era solo su causa.

Si tan solo hubiera tomado la sabia decisión de alejarse en el momento correcto, ¿los habrían dejado en paz?

No estaba muy segura.

Miró hacia el lado opuesto, por su ventana, pensando en las cosas que pudo hacer diferente con tal de evitar ese destino. Una lágrima solitaria cayó por su mejilla.

Habían llegado al departamento de Adam esperando encontrarse con un grupo de faes, listos para matarlos. Eso había pensado Joyce cuando llegaron, pero su sentido fae no detectó a nadie sobrenatural cerca de ellos.

El departamento continuaba igual de destrozado, a excepción de un chico de cabello oscuro rizado que se sentaba en el único sillón que no estaba destruido. Miraba todo el lugar con miles de preguntas en su cabeza. ¿Quién era ese chico?

Adam fue el primero en dirigirle la palabra:

—Robin.

Así que aquel chico debía ser amigo de Adam.

El joven se levantó rápidamente y miró con sorpresa a Adam.

—¡Adam, alguien entró a robar a nuestra casa!

Pero Adam negó antes de dar una mirada a Joyce. Ella se quedó en silencio, prefería no arruinar más la situación.

—No fue un robo, al parecer fueron unos pandilleros —mintió Adam —Me alegro de que no estuviéramos en casa.

No iba a implicar a su amigo tampoco. Robin asintió con tristeza mirando el lugar.

—Tuvimos suerte.

Entonces la mirada de Robin recayó en Joyce. Adam lo notó y la señaló.

—Robin, ella es...Joyce. Una.. amiga

Su amigo sonrió y la saludó con la mano, Joyce no pudo evitar regresar la sonrisa.

—Mucho gusto, Robin.

El chico asintió.

—Lo mismo digo.

No parecía estar muy acostumbrado a tratar con chicas, porque sostuvo su mano durante bastante tiempo al saludarla. Joyce rió un tanto incómoda y Robin se alejó con cierta timidez.

—Hablaré con mis padres para que nos den asilo ¿qué te parece?

Fue un gesto muy amable, pensó Joyce, si no estuvieran en tantos problemas. Adam parecía conflictuado, pero asintió.

—Deberías recoger tus cosas e ir tú, yo...iré con Joyce a buscar a mi hermana.

—¿A Rose? ¿A dónde?

—Vamos de visita con algunos familiares, Joyce me acompaña. Así que no estaré en estos días.

Era la mejor mentira que podía decirle a su amigo para evitar que fuera con ellos ya que en ese punto no podían arriesgarse más. Robin lo tomó bastante relajado, aunque Joyce notó que de vez en cuando volvía a mirarla a ella.

¿Había algo extraño en ella acaso?

Afortunadamente, la conversación no fue muy larga puesto que comenzaron a recoger las pocas cosas que quedaron intactas. La habitación de Adam, para su suerte, estaba sin ningún daño, así que él tomó lo necesario para irse. Joyce lo esperó en silencio, observando por la ventana hacia la calle, procurando no encontrarse con otro fae.

***

Joyce y Adam se despidieron de Robin antes de partir, procurando no involucrar ningún tema extraño. El joven pareció entender y no hizo muchas preguntas cosa que agradecieron.

Su primera idea antes de ir directo a Adarlan era visitar a un par de amigos faes que tenía en la ciudad ella. Joyce estaba consciente que no podía ingresar al país de las hadas así como así después de lo que había hecho. En el momento que diera un paso hacia Adarlan su familia lo sabría. No tendrían oportunidad de llegar a Dristan.

Así que tenía que poner sus pensamientos en orden, ser más inteligente que ellos. Sus poderes podían darle bastante ventaja, pero si seguían siendo solo ellos dos Joyce se temía que las cosas acabaran mal. Adam era un mortal y la retrasaría en todo, además de que al instante de ingresar en Adarlan, las faes podrían percibir su esencia mortal. Sería una carnada muy fácil.

Prefirió no decirle nada más a Adam mientras tomaban en metro hacia la casa de sus amigos. Solo le había comentado que debían ir a un lugar antes de ir hacia Adarlan. Joyce no le dio más explicaciones qué eso, se mantuvo en silencio durante el resto del viaje, guardando sus preocupaciones y pensamientos para si misma. Cuando llegaron a la dirección indicada, Joyce observó qué la casa de sus amigos faes no estaba a simple vista.



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En el texto hay: fantasia, romance, hadas

Editado: 06.05.2024

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