Balada de una princesa perdida | Completa

27

El plan que habían trazado Adam y Felix se basaba en que uno espantara al centinela y el otro lograra robar las llaves de la celda. Como Adam aún no confiaba del todo en aquel fae, decidió ser él quien robara las llaves. Felix tendría que asustar al guardia y esperar a que este se asustara lo suficiente como para inclinarse hacia la celda de Adam. Claro que todo dependía de la reacción del guardia.

Mientras tanto, Joyce seguía dormida y parecía estar descansando por todos esos días que no lo había hecho. Adam agradeció que así fuera porque no quería involucrarla.

Tuvieron que esperar hasta que fuera mucho más tarde, y tomando en cuenta la poca luz que se filtraba en su celda, algo le dijo que ya había oscurecido. Felix comenzó con el plan.

Tenía que aullar de dolor para llamar la atención del guardia de turno. Un hombre grandulón de aspecto molesto, cuyo rostro se marcaba de cicatrices. Los ruidos de Felix fueron suficientes para que se acercara a ver qué pasaba. Adam rezó para sus adentros, esperando que Joyce no se despertara con ese ruido. Pero la joven fae llevaba inconsciente varias horas, algo que le preocupó.

Se puso en posición, esperando que Felix lograra asustar a aquel hombre.

—¿Qué te pasa, esclavo? —le reclamó a Felix mientras veía cómo se retorcía en su celda.

Felix no le dio ninguna respuesta mientras sollozaba, tratando de verse mal ante el guardia. No podía decir nada en respuesta ya que eso lo delataría. Los faes no podían decir mentiras, pero sí podían moverse y hacer actuaciones, como veía Adam. Si abriera la boca por dos segundos, entonces diría todo el plan.

Fue suficiente para que la atención del guardia perdurara más de lo normal y se acercara. En ese instante, Adam vio cómo los ojos brillantes del fae tenían ese toque malicioso que caracterizaba a los de su especie, una sonrisa burlona, y saltó como si fuera una araña hacia la celda. Jaló el brazo del guardia y este gritó. En su intento por zafarse de Felix, se echó hacia atrás y tropezó hacia la celda de Adam, justo como estaban esperando.

Las llaves estaban en un círculo de metal pegadas a su cadera. Adam fue rápido en meter su mano entre los barrotes y arrancarlas de su uniforme. Pegó con su pie del otro lado de la celda para confundir el ruido de las llaves que quitó. Felix se empezó a reír a carcajadas como si hubiera contado un chiste, y el guardia se levantó aturdido.

—Maldito fae loco —se fue mascullando.

El plan había funcionado cuando lo vieron salir. No tenían mucho tiempo, así que Adam intentó rápidamente con todas las llaves, deseando que no se diera cuenta tan rápido. Logró abrir su celda y luego fue a la de Joyce. La joven seguía demasiado inconsciente para darse cuenta de algo cuando Adam logró soltar sus cadenas.

Él puso una mano en su rostro, tratando de despertarla.

—¡Joyce, Joyce!

Pero ella no respondía.

—Lindo mortal, haz tu parte del trato —maulló Felix sonriente entre sus barrotes.

Adam miró el juego de llaves. ¿Qué tan fiable sería soltar a ese hombre? Después de todo, cumplió con su parte, pero podía salir y lastimarlos. Adam no tenía una forma de defenderse y Joyce estaba débil.

Tendría que poner su fe y confianza. Prefería no hacer enemigos en un mundo de inmortales y esa sonrisa inquietante le asustaba. Lanzó las llaves restantes a su celda y deseó que no les hiciera daño. En ese instante, los ojos de Joyce se abrieron débilmente y miró con sorpresa a Adam.

—Adam, ¿qué...?

Sus ojos se abrieron aún más cuando vio al fae salir de la otra celda. Miró sus muñecas y a Adam de nuevo. En un segundo, empujó con fuerza a Adam detrás de ella, quien no tuvo más opción que caer de rodillas sin poder evitarlo. Ella miró con fiereza a Felix.

—Si le haces algo... —amenazó.

Pero Felix se rió a carcajadas.

—Princesa, no sabía que usted fuera tan agresiva.

Joyce frunció el ceño confundida.

—¿Me conoces?

—Usted es conocida en toda la corte, no podríamos olvidarla. ¿Cómo le fue en el mundo mortal? Debo suponer que mal si se encuentra aquí.

Ella alzó las manos y Adam enseguida la tomó de las muñecas.

—No lo hagas. Gracias a él pude soltarte.

—¿Qué? ¿Confiaste en un fae para eso?

—No todos los faes somos tan terribles como los pintan, su majestad —respondió Felix.

Pero Joyce aún estaba asimilando todo, debían salir lo más pronto posible antes de que notaran la falta de las llaves. Justo en ese momento escucharon lo que debían ser pasos bajando al piso de las celdas. Tanto Joyce como Adam no pensaron y se tomaron de la mano para salir corriendo hacia un sitio donde pudieran esconderse. Los guardias se estaban acercando y ya debían estar al tanto de la falta de llaves.

El pasillo donde se encontraban las celdas era largo y giraba en otros pasillos oscuros. Adam y Joyce fueron hacia la derecha y se quedaron en silencio, escondiéndose en una de las celdas vacías. Justo en ese momento, los centinelas pasaron corriendo. Aprovecharon ese momento para salir del escondite y poder ir hacia la salida. Debían moverse rápido ya que esos faes no tardarían en regresar a la entrada, buscándolos.

Subieron el tramo de escaleras que les quedaban, pero Adam notó cómo Joyce respiraba cada vez con más fuerza, como si intentara encontrar aire del cual respirar. La miró con preocupación, recordando esas cadenas que la debilitaron tanto.

—¿Estás bien?

Todavía podían escucharse los pasos a lo lejos. Solo tenían segundos. Joyce negó con la cabeza.

—Tienes que irte, yo puedo retrasarlos.

Joyce se inclinó, poniendo sus manos en las rodillas. Apenas parecía lograr sostenerse en pie. Sus respiraciones cada vez iban más rápido y de forma errática.

Adam negó.

—No voy a dejarte.

—Adam, por favor... —pareció suplicar.

Todo su aspecto gritaba enfermedad, como si sus poderes hubieran sido frenados en su totalidad. Intentaron seguir subiendo y ya habían llegado a la salida, dando con los pasillos de ese palacio. Los centinelas estaban caminando de regreso y podía escuchar los gritos.



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En el texto hay: fantasia, romance, hadas

Editado: 06.05.2024

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