Balada de una princesa perdida | Completa

39

El grito que Joyce soltó fue tan fuerte que creó el caos total. Ella cayó de rodillas en el altar, sintiendo todo su poder en oleadas.

La multitud comenzó a gritar también y todos huían. Era demasiado tarde, las oleadas de poder de Joyce comenzaban a lanzar llamaradas de fuego. Por primera vez en mucho tiempo, ella no podía controlar sus poderes.

El rey Sylvan comenzó a reírse de ella.

Ahora los cuerpos de sus padres yacían en el frío suelo de mármol y la sangre se acumulaba a su alrededor. Lo que acababa de hacer el rey era declarar una guerra sin precedentes. Las lágrimas se acumularon en los ojos de Joyce, su vista estaba nublada y el dolor la tenía cegada por completo.

Sus padres habían estado de acuerdo con aquella unión, pero ella no podía casarse no con aquella profecía. Ahora estaban muertos por su culpa.

Debió saberlo. Debió prevenir todo esto. Se acercó a los cuerpos inertes de sus padres. Ellos nunca hubieran declarado la guerra de esta forma, nunca.

—Padre, ¿qué has hecho? —habló Dristan, parecía horrorizado de su propia familia.

—Ellos siempre fueron mi segundo plan en caso de que tu inútil prometida me fallara.

—¿Cómo es qué...? —su hijo no comprendía nada.

—Ahora lo entiendes, princesa. Cada decisión lleva a una consecuencia. Tendrás que vivir hasta eternidad con la sangre de tus padres en tus manos.

Joyce gritó con coraje y alzó su mano para lanzar fuego directo. Sylvan fue mucho más rápido para esquivarlo y le regresó un golpe de tormenta de nieve. Ella cayó varios metros atrás, con la nieve ahogándola.

—¡Padre, basta!

Dristan se había puesto en el medio, deteniendo con su poder varias lanzas de hielo que iban dirigidas a Joyce. El rey volvió a reírse.

—Debí suponer que tú también me fallarías. Siempre fuiste un maldito débil.

Le dio una cachetada a Dristan, mandándolo lejos. Joyce apenas lograba recomponerse cuando recordó a Adam y Rose. Observó a su alrededor y notó que la sala se había quedado sola, solo estaban ellos tres. De alguna forma, habían logrado huir.

Aunque no durarían mucho, no mientras Sylvan viviera.

—Ahora tendré que deshacerme de ambos. Primero tú, hijo mío. Me fallaste así que tu castigo será peor que la muerte.

Dristan apenas logró levantarse del golpe anterior cuando Sylvan pronunció las palabras.

—El príncipe ha fallado a su deber, yo como rey de la corte de hielo. Destierro a mi único heredero al mundo de los mortales y lo condenó a vivir como un ser débil sin poderes.

—¡Nooooo! —gritó Dristan, sus rodillas cedieron y cayó inerte.

—Y tú, princesa Jessalyne. Tu simplemente vas a tener la peor de las muertes.

Todo el dolor se concentró en su cabeza.

Estaba pasando de nuevo, podía sentir como su cuerpo estaba a punto de explotar. Una oleada fría comenzaba a congelar sus órganos y la sangre salía de su cuerpo otra vez. Gritó de dolor.

No podía pensar. No podía actuar.

Estaba agonizando, iba a morir y todo Adarlan se quedaría a merced de un rey psicópata. Adam y Rose morirían por su culpa. Miró a su lado el cuerpo inerte de Dristan, apenas respiraba. Intentó estirar su mano, su única esperanza era que todavía quedara algo de poder en su cuerpo. Esperaba no matarla en el intento.

La mano de Dristan estaba helada y el dolor seguía incrementando. Joyce gritó pensando que iba a morir.

El rey Sylvan debió notar lo que ella estaba haciendo porque la miró con horror.

—N-o-o es posible..

Una explosión de poder ocurrió en la sala. Una combinación de poderes rompió todos los cristales

Estaba alucinando, pero el rey desapareció entre las paredes de fuego qué se alzaban.

—Dristan, despierta.

El príncipe no respondía, seguía inconsciente. Apenas respiraba.

—¡Dristan!

Estaba segura de haber soltado todo su poder en aquel instante y de alguna forma había logrado que lo último de poder de Dristan se traspasara a ella.

Los fae podían traspasar sus poderes en momentos de vida o muerte. Joyce no estaba segura de que fuera a funcionar debido al destierro de Dristan, pero lo hizo. Ahora a había alejado a Sylvan, les dio un poco de tiempo. Sin embargo, el rey seguía vivo. Lo sabía.

Se levantó como pudo, sintiendo todo su cuerpo arder.

Tomó de los brazos a Dristan y comenzó a arrastrarlo. Debían de salir de la corte de hielo lo más pronto posible. Antes de que Sylvan tuviera tiempo de regresar. Adam y Rose estaban en algún lado del palacio, corriendo peligro.

Al salir, Joyce se encontró con Bastian que la miraba estupefacto. Al parecer, él no había huido como los demás fae.

—La guerra...

—Sylvan ha declarado la guerra —logró decir Joyce.

Bastian observó a Dristan que seguía en el suelo sin moverse.

—¿Qué le ha pasado?

—Lo desterró, lo dejó sin poderes. Tenemos que salir de aquí antes de que regrese.

Sabía que su única oportunidad de salir de ahí era con la ayuda de otro fae. Bastian abrió sus ojos incrédulo. Sabía que ella no estaba mintiendo y tenía la esperanza de que su amistad y afecto por Dristan le permitiera ayudarle.

Bastian asintió.

—¿Qué necesitas?

—Un medio de transporte para regresar al mundo mortal.

—Supongo que te llevarás a esos dos mortales contigo.

Joyce lo miró desafiante. No estaba segura de aguantar otra pelea mágica, pero si tenía que enfrentarse con Bastian también lo haría.

—Nos iremos los cuatro.

—Vale, en ese caso. Hay que apurarnos. Creo saber donde están. 

 



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En el texto hay: fantasia, romance, hadas

Editado: 06.05.2024

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