Su mundo estaba cayéndose, si es que alguna vez pensó regresar a Adarlan, ahora estaba convencida que nunca debía regresar.
Ese mundo donde creció se había convertido en el cementerio de la única familia que tenía. Por años deseó ser diferente, más como ellos, pero ahora la realidad la golpeaba. Estaba sola, más sola que nunca y todo eso era su culpa.
La ira la embargó. Si ella no hubiera regresado a Adarlan...
Pensó también en como de cualquier forma su presencia atraía desastres. Las palabras de Rose repitiendose una y otra vez: «Nada de esto habría pasado si Adam nunca te hubiera conocido». Aunque en su momento Joyce quiso golpearla por decirle eso, sabía que tenía razón.
Adam había logrado sobrevivir por suerte. A diferencia de sus padres quienes pagaron las consecuencias de sus actos.
«Si tienes algo de afecto por él, vas a dejarlo ir»
Adam era probablemente la única persona que la estaba manteniendo cuerda en aquel momento. Su ancla y su temple, si lo perdía a él entonces ¿qué le quedaba? ¿Era egoísta desear estar con él?
Sí lo era.
Una solitaria lágrima cruzó su rostro, miró el jardín de Nesaa y Ambrlse. El sol apenas asomándose por el horizonte. Ese no era su hogar pero tampoco su apartamento en la ciudad, con los mortales. Si iba a vengarse de Sylvan debía deshacerse de cualquier distracción y Adam era una distracción.
El joven se encontraba en la entrada de la casa, mirando hacia el paisaje y cuando la vio le dio una media sonrisa, como si su presencia lo alegrara.
—Te estaba buscando —dijo.
—Aquí estoy —intentó sonreír. Pero solo logró crear una mueca.
Adam pareció notar su estado de ánimo porque su expresión cambió a una de preocupación. Sus ojos que usualmente le recordaban a una nube gris a punto de estallar, estaban fijos en ella.
—¿Pasa algo?
—Yo... —ella sabía que no podía mentir, la verdad estaba en la punta de su lengua pidiendo ser dicha. —Debes regresar con Rose a casa.
Adam pareció entristecerse, asintió.
—Lo sé.
—Bien.
Hubo un silencio largo, Adam la observó como si estuviera esperando que dijera algo más.
—Hay algo más, ¿no es así? Hablaste con mi hermana.
Joyce no podía negarlo. No podía mentir.
—Lo hice.
—Escucha... No me importa lo que ha pasado antes, si eso es lo que piensas...
—Adam —logró interrumpir ella con un nudo en la garganta. Quería evitar esa conversación, pero era imposible. —Este mundo, mi mundo, te ha hecho mucho daño a ti y a Rose.
El joven tragó saliva, mirando hacia el paisaje de forma ausente como si recordara a la perfección los últimos días. Era obvio que ser el juguete de los faes no había sido de su agrado y podía ver en sus ojos esos recuerdos que le atormentaban. Ahora podía entender porque Rose quería quitar esa mirada triste.
—Ya lo dije, no me importa.
—Pues a mí sí.
—Entonces ¿qué? ¿Me vas a regresar al mundo mortal y ya? ¿No volveré a verte?
Joyce quería gritar, toda la verdad. Su cuerpo le impedía mentir. La expresión dolida de Adam le impedía decir todo aquello sin sentir que estaba arrancándose el corazón.
—No. No puedes.
Adam resopló.
—No puedes obligarme.
—Tus recuerdos... puedo hacer que lo olvides todo, que me olvides.
La última oración la dijo con voz rota. Una solitaria lágrima cayó sobre su mejilla. Los ojos de Adam parecían una tormenta a punto de estallar, vio aquel brillo que tanto le llamaba la atención. Estaba furioso.
—No. No quiero olvidar nada. No quiero olvidarte.
—Podrías regresar a tu vida normal, no sentirías nada.
—¡Tú no sabes eso! ¡No sabes nada! ¡No puedes tomar esa decisión por mí.
Era la primera vez que lo veía tan enojado, siempre parecía guardar sus sentimientos, pero en esa ocasión sus ojos estaban frío como acero.
—¡Sé que conocerme fue lo peor que te pudo pasar, no intentes negarlo!
Algo más que dolor brilló en los ojos de Adam. Una mezcla de emociones contradictorias. ¿Cómo podía querer mantener esos recuerdos?
—Quizá tengas razón en que conocerte fue lo que me trajo hasta acá. Sí, hubo cosas malas, pero no... no todo lo fue. Tú... Tú no eres parte de esas cosas malas. Sé que no fue tu culpa y ahora perdiste a tus padres, ¿cómo puedes pedirme que me aleje de ti ahora?
Las lágrimas se acumularon en los ojos de Joyce, recordando la pérdida de sus padres. Adam pareció arrepentido de mencionarlos y acercó su mano lentamente, con su dedo quitó una lágrima de su mejilla.
Luego se alejó de ella como si le quemara. Miró hacia otro lado con timidez.
—No quiero olvidarte.
Esa vez la miró directo a los ojos. Joyce se acercó, ahora estaban a sólo centímetros. Ella alzó sus manos y tocó el rostro de Adam. Él pareció aceptarlo enseguida porque sus ojos se cerraron. Era una de esas veces en las que quería cometer una estupidez. Quería decir muchas cosas como que deseaba seguir saliendo con él, jugar videojuegos, platicar de cosas superficiales.
Entonces Adam abrió sus ojos color tormenta. Su mirada fue lentamente hacia sus labios y luego de vuelta a sus ojos.
¿Cómo era posible que tuviera aquella conexión con un mortal que conoció hacía unas pocas semanas?
Pero era algo diferente, ella lo sabía.
Adam se inclinó lentamente y Joyce debió alejarlo, sin embargo, estaba congelada en el tiempo sintiendo su corazón saltar dentro de su pecho. Él le dio un beso corto, apenas rozando sus labios y se alejó enseguida buscando su reacción como si tuviera miedo.
Ella estaba demasiado absorta, aun tratando de asimilar lo que había pasado.
—Lo siento, debí preguntar —comentó arrepentido evitando su mirada.
Pero Joyce lo obligó a mirarla de nuevo. Sus manos movieron con suavidad su rostro para que él solo la viera a ella.