Baladas de un alcohólico

2

Dos días más tarde, Jorge regresa a su casa después de trabajar con un pana de él, en eso de envíos de mercancía.

Abrió la puerta de su casa y al entrar, pilló a su papá. Como cosa rara el señor Crubal cargaba un vaso con ron en la mano y la caratula de borrao[1] ya se le notaba.

—¿Dónde estabas tú? —preguntó el viejo con voz de borracho.

—Haciendo lo que tú no haces, trabajar.

—¿En dónde?

—¡Esa verga no es tu peo! —respondió el hijo con voz altanera.

—¿Ah tú te la das de arrechito? —gritó el viejo lanzando un coñazo.

Jorge esquivó la mano y el hombre se fue de jeta contra el piso dándose un batacazo y cayendo nocaut.

Crubal hizo una expresión de lástima y se fue a su cuarto a descansar. Se quitó la ropa y al acostarse en su cama, intentó prender el aire, pero este no dio señal, repitió a darle al botón y nada.

—¡El coño de la madre, me cago en Chávez! —gritó.

«Tendré que abrir la ventana» dijo hablando sólo y cuando hizo eso se acostó.

Pero el mal rato no lo iba a dejar dormir un coño, como sabes aquí el calor en de 30 pa’ arriba y esa tarde hacía eso y más.

 

En sí, el descanso no duro una mierda que digamos, porque a la hora Crubal se despertó bañao en sudor, sacándole la madre a todo el mundo. Fue directo a bañarse y cuando terminó, bajó las escaleras para avisarle al papá. Ahhhh se me pasó decirte que la casa donde vivía Jorge tenía una planta, con varios cuartos, tres baños, cocina de granito, un patio bastante bonito, bueno en sus tiempos era bonito y un garaje amplio.

El papá la había mandado a construir cuando estaba en la buena y trabaja en la petrolera.

Pues, para seguir, estando en la cocina, Jorge vio todavía a su papá dormido en el piso. Lo trató de despertar pero este no reaccionó, simplemente respiraba y decía algo como: «te voy a joder, te voy a joder» con voz de borracho.

Crubal no insistió y para no terminarse de arrechar fue a la panadería, esa que está aquí al lado del local, se compró un golfiao[2] y un litro de jugo….

―Ya te sigo contando, déjame atender a ese cliente —dijo Hermes.

 

Yo le pedí otra cerveza, este la sirvió rápido y prosiguió con el cuento.

―¿En dónde iba? Ajá, ya me acordé.

Jorge comía lento para disfrutar del dulce y no quedar con hambre. Al rato el Mora entró en la panadería y compró una caja de cigarros, salió y viendo a Jorge le llegó a saludarlo.

—¿Qué hay llave?

—Todo fino y ¿tú qué?

—Aquí llave, comprando chicotes, y ¿tú qué llave?

—Me estaba zampando un golfiao.

—Ya lo dijo, rescata un chicote para que lo bajes —ofrecía Mora —me piro llavero, mosca con la rajei[3].

—Ja, ja, ja, ja, mosca tú —se despedía Jorge.

El Mora se retiró y Crubal se quedó un rato más pensando o más bien sentao sin nada que hacer. Le pidió un yesquero a un viejo que pasaba y al encender el filtro se movió del Costa.

Poniendo los pies en Nueva Angostura su celular empezó a sonar, observó que era un número internacional, que hizo dudarlo en contestar, pero al final le dio a recibir.

—Aló —dijo Jorge.

—Aló, manoooooo, es Miguel ¿Cómo tá tó?

—Todo bien mano, me alegra escucharte, verga, ¿cómo va eso? —decía Jorge alegre.

—Calidad, mira te llamo rápido, en unos días estoy por allá, así que pendiente —dijo Miguel hablando acelerado.

—Fino, te espero.

—Plomo y cuídate llave[4] —terminó Miguel la llamada.

 

Jorge estaba contento por esa noticia, tenía meses que no veía a Miguel porque se había pirao para Uruguay después de todo lo contado, pero eso de volver puso feliz a Crubal por unos instantes, porque al pasar por el frente de una casa, su zapato se trancó con el borde de un escombro de concreto desbaratándose.



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En el texto hay: sexo, venezuela, decadencia

Editado: 10.11.2019

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