Baladas de un alcohólico

3

Unos días después, Jorge salía de su casa y en el momento suena su celular. Él responde sin mirar mucho y la sorpresa a escuchar la voz por el otro lado.

—Manoooo, es Miguel, ya estoy aquí en Guayana….

—Coño bien, ¿en dónde andas? O ¿dónde te estás quedando?

—Aquí en La Posada que está en Ventuari, pero ahorita estoy en el bar…

—Plomo, voy para allá, no te muevas —dijo el otro animado.

—Dale, te espero, muévelo —respondió Miguel.

Jorge salió esmachetao[1] de su calle, alcanzó la avenida Atlántico y la cruzó hasta llegar al Costa. Cuando estuvo aquí ¡No joda! Abrió la puerta a todo coñazo y cuando vio a su amigo, lo abrazó de una, pero tú sabes cómo es la vaina y por cualquier beta lo agarran para chalequeo[2].

—Ayyyyy valeee, dale un beso, dale culo pues —dijo uno de los amigos de Miguel que estaba aquí.

Jorge lo miró con arrechera y se le fue pa’ encima. Me tuve que meter a separarlos y Crubal gritaba.

—¡Mamaguevo![3] ¿Qué coño es lo que te pasa a ti? Becerro.

Miguel terminó de calmarlo y Jorge respiraba agitado. Luego le brindo una curda.

¡Coño! Voy a cambiar la canción, ya te sigo contando. ¿Has escuchado esta canción? Se llama Nostalgia de Cheb Ruben.

—Sí sé quién es el tipo, pero no he escuchado la canción.

―Voy a poner esa pieza, bueno continuó con la vaina.

Eran como las dos o tres de la tarde y con la reunión de Miguel, el bar se iba llenando de gente y eso era curda y curda.

Pidieron comida y seguía entrando conocidos del pana.

De repente la vaina se puso cabilla cuando, ja, ja, ja, ja, ja, ya va… que risa… ja, ja, ja, ja, aaayyy su madre, la verga se puso atrinca[4], cuando por esa puerta (decía Hermes señalándola) pasó la mismísima Ana Diez.

Jorge se le quedó mirando con el vaso en la boca, y ella pasaba como si nada. Estaba muy bonita y buena también, como todo el time olía rico y saludó a Miguel sin pararle bolas [5]a Crubal.

—Me alegra verte Miguel —dijo ella de mil amores.

—Hola, gracias —respondió sorprendido.

Sin caerte a mentes[6], Jorge se picó, agarró a Diez por el brazo y la jaló pa’ un lado.

—¿Qué coño haces aquí, si tú me dijiste que no te gustaba esta pocilga?

—Eso no es tu problema y suéltame que me duele —respondió esta.

Y…. ya va, dame chance, voy a atender al acaba de entrar.

 

Mientras Hermes atendía a la persona, la canción seguía sonando.

 

Quiero ver si confiesa

Y que me diga de su boca

Que ya anda en otra cosa

Mi lengua seca de decir verdades

Amo los lunes porque os veo tan infelices

¿Qué clase de persona soy, eh?

Me han preguntao pero

Ten cuidao con lo que dices.

 

Okey, volví…. Entre ese rollo, se pusieron a discutir entre los dos: que tú qué haces, que qué te importa, que viniste por interés y otra vez me tuve que meter a calmar la vaina.

Jorge aún picado se sentó en una de las últimas mesas (señalaba la mesa desde la barra) y los miraba de vez en cuando.

Ana hablaba muy melosa con Miguel, lo tocaba mucho y Miguel la miraba extrañado. Ya de noche se apareció una chama que aaaayy, estaba más buena que comer con los deos, le daba tres patadas a Ana.

La jeva[7] era “amiga” de Miguel y sin comer cuento lo besó de una. ¡Veeeerrrrrgaaaaaa! Se escuchó en todo el local. Ana quedó impactada, le dijo algo al oído a Miguel, pero el otro hizo un gesto negativo con la cabeza y Diez se fue arrechísima.

Como hora más tarde sacaban a Jorge remolcao, con una pea de él sólo, ja, ja, ja, ja, ja, lo tuvieron que llevar a su casa y hasta acostarlo en su cuarto.

Aquí siguió la parranda hasta tarde, luego vinieron los pacos y se pusieron intensos con que ya era tarde y que cerráramos el lugar.



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En el texto hay: sexo, venezuela, decadencia

Editado: 10.11.2019

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