Balance

1.Primera víctima

Presente

Cargó los barriles de madera llenos de agua hasta el patio trasero de los establos, los caballos agitan su cabeza con rebeldía al no querer ser bañados. Estos caballos son peores que una mula incluso peor que los dragones bebés.

—Cristal, solo será un baño y ya. —suspiro, aquella yegua no me haría caso el día de hoy. La verdad, no están tan sucios pero, no tengo nada mejor que hacer.
—¿Les aseo mañana? —pregunto a las yeguas y estas inteligentemente asienten con un resoplido. —Está bien, hoy ganaron ustedes pero, mañana ganare yo. —respondí levantándome del banco mientras salgo del establo.

Pasó mi mano por mi bolsillo de tela gastado y busco mi costal de monedas. Solo tengo diez crezok, quizá me ajuste para una barra de chocolate. Mi pago es hasta mañana así que me puedo dar el gusto de derrochar hoy.

Me dirijo a los callejones de la avenida Pelfort, llena de mercados al aire libre. Para no ser un reino rico, somos limpios al menos hasta en los mercados, cosa que agradezco. No como nos pintan en el reino de la luz.

Busco con la mirada chocolate en los puestos hasta que doy con uno. ¡En el blanco! Me digo a mi mismo cuando veo que esta a cuatro crezok.

—¡Buenas tardes! —saludó con una leve sonrisa.
—Buenas tardes ¿en qué puede ayudarle? —preguntó la dueña del puesto.
—El chocolate, ¿cuatro crezok? —pregunte sacándome el costal de monedas.
—Sí ¿Cuántos desea llevar?
—Dos chocolates, por favor. —dije contando los crezok, me detengo cuando siento un empujón de golpe haciendo que se me cayera de golpe el costal. Es muy tarde para recogerlo cuando veo que el hombre que me empujó se lo lleva.
—¡Ladrón! —gritó corriendo detrás de él, la multitud abuchea al ladrón cuando pasa alrededor de ellos pero, es muy rápido y fuerte como para detenerle.

Sigo corriendo con fuerza hasta que lo acorralo en una callejón sin salida.
—Oye, solo dame el costal y te perdonare. —propuse jadeando.
—No.
—Deja la terquedad y mejor elije la paz, no estamos en posición de robar para sobrevivir. ¿Cuánto quieres? Yo te regalare pero, no robando. —respondí tratando de recuperar la postura.
—Imbécil. —respondió el, su insulto fue el detonante para que me enojara y me tratara de abalanzar contra él. No soy de pelear, porque no me gusta, pero odio que me falten el respeto de esta manera.

El chico responde a mi dirección dándome un golpe en mi abdomen haciéndome retorcerme rápidamente del dolor, trato de apaciguarlo lanzándole una bofetada que con agilidad esquivó y me lo regreso más rápido.

—Eres escoria, ni siquiera te puedes defender, no mereces si quiera intentarlo. —espetó el ladrón, sus palabras se clavaron en mi como dagas recordándome las palabras de Shuelt cuando quise unirme a la caballería.

Me levanto pero el ladrón agarra un palo de madera gruesa del suelo dándome en la cara como si fuese una pelota la cual lanzar. Me siento tan patético cuando veo mi sangre en el suelo saliendo de mi boca.
Quiero responder pero el ladrón me golpea nuevamente, pero esta vez en el estomago. Un golpe preciso con fuerza bruta que hizo que escupiera sangre.

—Me quedo con el costal y te puedo moler a golpes, yo lo veo como ganar, ganar. —musitó aquel ladrón, el cual ya me veía como juguete. ¿Cómo había terminado en esta situación? ¿Avaricia? Solo por no aceptar por perdido el dinero robado.

Cada golpe, cada paliza me recuerda lo inútil que he sido, soy y seré. No quiero vivir de este modo. Busco una salida por todos lados o algo con el cual defenderme.
—¿Qué buscas? ¡Concéntrate en quien te golpea! gritó el ladrón, su seguido golpe en mi sien me hizo escuchar un pitido agudo que me hizo sangrar los oídos. Tuve que inclusive tapar mis ojos porque todo me daba vueltas. Lo último que escuche fue un grito de auxilio y dolor.

Abro mis ojos con pesadez, me duele hasta el moverme. Analizó el entorno y todo esta tintado de rojo, veo bajo de mi, en específico mis manos. Llenas de sangre no perteneciente de mi, más al fondo del callejón se encontraba un brazo y una pierna que pertenecía al ladrón. Me estremezco al no saber que sucede y rápidamente huyo corriendo del lugar como un cobarde.

Llegó hasta el pozo del castillo y empiezo a lanzarme agua sin control, balde tras balde, chapoteo tras chapoteo. La sangre se escurre de mi cuerpo cayendo hacia la alcantarilla, mi ropa aun guarda manchas de la sangre que no se irán. Me siento extraño, una sensación de inquietud me recorre el cuerpo, por todo mi sistema nervioso. Me jalo la camisa con rabia y furia, rompiéndola en pedazos, veo las manchas de sangre en ella y escucho susurros detrás de mí, pero no hay nadie.

«Rowan» «Rowan» «Rowan» «Rowan» «Rowan» «Rowan» «Rowan» «¡Rowan!».

Aquellos susurros hacen que de vueltas cargando mi cabeza con mis manos, corro hacia dentro del castillo buscando mi alcoba, corro hasta que los zapatos resuenan por cada esquina. Entro a mi alcoba de golpe y rompo el pantalón mientras me meto a la ducha lanzándome todo el jabón que puedo, pero aún siento el olor nauseabundo de la sangre. Cierro los ojos esperando que esto sea un sueño.

Pero no, allí esta, todo negro donde puedo visualizar las manchas rojas sobre mi piel.
Yo no lo mate... —susurro viendo un punto fijo en el baño. —Yo no lo mate. No pude haberlo matado, yo soy solo una escoria. Cuando menciono esa palabra siento como algo dentro de mi quiere salir pero me niego negando con la cabeza múltiples veces. —No, no, no, no ¡Yo no lo mate! ¡No lo mate! ¡No lo mate! ¡yo soy solo una escoria! —gritó hasta que mi garganta duele, suplicando que pare pero, mi cabeza no para, no se detiene.




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