Balanza del amor

25 // PromZul

Prom y yo habíamos organizado una tarde de picnic al salir de la universidad; eran pocos los días que nos quedaban juntos, así que lo mejor era que los aprovechamos al máximo, así que estaba viendo la última clase para poder ir a verlo.

—¿A dónde irán por fin? —preguntó Tristán.

—Iremos al parque San Peñalver.

—Ten mucho cuidado, ahí los guardias son algo complicados.

—¿A qué te refieres? —pregunté; era la primera vez que iba a ese parque, la idea fue de Prom.

—No lo sé, solo he escuchado eso; nos cuentas cómo te va de cualquier manera.

—Está bien.

Terminamos las clases y salimos. Fuera del salón estaba Prom, quien cargaba un bolso que se veía algo lleno; fue algo que me sorprendió, ya que no esperaba verlo así.

—¿Qué tienes ahí? —pregunté con una risa.

—Pues la chuchería para el picnic. —Me dio una sonrisa, que me pareció muy tierna.

El parque quedaba muy cerca de aquí, así que nos fuimos caminando, mientras le explicaba el proceso de la materia de praxis, que ya estaba pronto a iniciar y que creo que será una buena experiencia. Me tocará dar clases en el colegio de bachillerato donde estudié, así que algunos profesores vendrían siendo algo como mis colegas, aunque aún no me he graduado, pero dar clases en el mismo colegio donde vi clases era algo asombroso.

Llegamos al parque, tomados de las manos, observando lo hermoso que se veía. Se supone que eran dos parques juntos y eso hacía que fuera mucho más grande. Lo mejor era poder caminar un poco para verlo bien. Caminando, veía muchos animales transitando de una forma libre, conviviendo con el parque y las personas; le tenían mucho respeto, no se metían con ellos y me parecía que eso era algo importante. Muchas veces veía como en los parques o zoológicos las personas solo eran muy malas con ellos; los maltrataban, aunque hubiera personas atentas.

Pasamos por un lugar del parque donde había muchos árboles altos, pero lo sorprendente era que había personas practicando karate o algo así parecía; supongo que la tranquilidad del lugar les ayudaba a poder entrenar. Nos quedamos viendo un rato cómo entrenaban; creo que debían tener mucha energía para eso.

Luego encontramos una pequeña capilla, entramos por lo hermoso que se veía y Prom empezó a hacer algunos rezos. Yo solo me quedé en silencio para respetar ese momento para él, porque no compartía de la misma forma la religión, pero si para él era algo sagrado, creo que podía acompañarlo. Al terminar, abrió los ojos y se me quedó viendo un rato, para luego reír y levantarse.

—¿No te gusta rezar? —preguntó.

—No lo he hecho por mucho tiempo. —No recordaba la última vez que lo había hecho. —Creo que para mí está bien creer en Dios, pero me gusta que solo sea una relación personal entre él y yo.

—Está bien, pequeño. —Me revolvió el cabello. —Todos tenemos una forma distinta de creer en las cosas, no tiene nada de malo.

La forma en cómo Prom reaccionaba de una forma tan tranquila a las cosas en las que no estábamos de acuerdo era una de las cosas que más me gustaban de estar con él. Sentía que cuando había diferencias, él siempre buscaba un punto medio donde no hubiera un conflicto, o al menos así lo percibía hasta ahora, y me alegraba que fuera así.

Seguíamos caminando por el parque; agradece que Prom me hubiera traído a venir. Era sorprendente como tenía tanto tiempo viviendo acá, pero no conocía este parque tan hermoso. Esperaba que los demás lugares que nos faltaran por ver fueran igual de hermosos que lo que hemos visto.

La siguiente parada había sido en una de las esquinas del parque, donde había unas máquinas que sirven para hacer ejercicios, así que estaba ahí, haciendo mi mayor esfuerzo mientras Prom sí hacía los ejercicios de la mejor manera, hasta que vi un columpio y ahí me quedé, balanceándome de un lugar a otro mientras veía cómo Prom hacía sus ejercicios, sentir el aire en la cara, como colocaba las piernas para tener más impulso y llegar más lejos, aunque eso me daba algo de miedo, porque sentía que me iba a caer. Creo que para parar debía dejar de mover las piernas; es que ha pasado mucho tiempo desde que me monté en uno.

Al final sí terminé bajándome, con la ayuda de Prom.

—¿Por qué le das tan rápido si te iba a dar miedo bajarte? —dijo, algo fastidiado, haciendo que me detuviera en seco, tomando una de las cadenas con fuerza.

—Pero la idea era que me ayudaras, no que me mataras. —Me sujeté con fuerza, aunque mi cuerpo salió del columpio y me tuve que soltar para no caerme.

—Nadie te manda a darle tan rápido. —Prom se reía.

Nos fuimos caminando tomados de la mano. Antes de empezar a caminar, Prom me da un pequeño beso que no dura más de dos segundos. Cuando a lo lejos escucho un pitido, pero como solo estábamos caminando, no le prestamos atención, pensando que se trataba de otra persona, hasta que una moto se detiene justo al frente de nosotros, haciéndonos frenar el paso para no golpearnos con la moto.

—¿Estás loco? —Solté sin pensarlo.

—Ustedes dos. —Se bajaron los dos guardias que estaban en la moto. —Eso está prohibido.

—¿Qué está prohibido? —preguntó Prom.



#7470 en Novela romántica
#1161 en Joven Adulto

En el texto hay: gay, gaylove romance, gaybl

Editado: 15.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.