Balas De Amor

♖CAPITULO VEINTE♖

20

REENCUENTROS

Samanta

Al aterrizar en unas de las pistas privadas nos vinieron a buscar unos de los guardaespaldas para que nos llevaran a comer porque el hambre nos estaba matando poco a poco. Gracias a Dios tengo unos de los mejores dones en comer y no engordar, coma lo que coma sigo igual y mucho menos hago dietas u ejercicios para mantenerme son las pocas veces salgo para trotar o hacer abdominales.

Estacionamos en un puesto de comida que al parecer es muy tropical y tiene un nombre llamativo “Coconut beach” todos nos bajamos para entrar al establecimiento.

 

—¿Tendrán terrazas? —Pregunto mi padre.

 

—No sé yo no trabajo aquí

 

—No puede ser…—Niega con la cabeza para alejarse a las barras.

 

—Dios mío las tripas me van a llegar a la columna con el hambre que me cargo —Comentó mi primo mientras se quitaba los lentes oscuros.

 

—Después hablan de mí por mi forma de hablar.

 

—Si tienen, vamos —Nos dice mi padre para seguirlo.

 

Comenzamos a subir por unas escaleras hasta llegar a la terraza con una espectacular vista que se podía ver la playa, barcos, yate flotando a esta altura parecían barquitos de papel más de ellos también algunas montañas, bahías y ese hermoso sonido de las gaviotas.

 

—Me gusta esta vista —Dijo mi mamá tomando asiento.

 

—Lo mismo digo.

Me siento al lado de mi primo mientras que mi tía se sentaba cerca de mi madre y papá en la silla central donde podía observarnos a todos, llego un chico moreno de ojos verdes oliva, cabello castaño y en su mano derecha tiene un hermoso tatuaje minimalista de una serpiente mientras sostenía la carta de pedidos.

 

—Buenas, ¿Ya saben lo que van a pedir? —Nos pregunta en general.

 

—Yo quiero un pollo en salsa con papa fritas y una ensalada sencilla con lechuga —Ordena mi madre—. Para beber una simple limonada.

 

—Una pasta española con pollo y tocino, para beber lo mismo que mi hermana —Dice mi tía sacando su celular para escribir algo.

 

—¿Qué vas a pedir? —Le susurro pregunto a Charlie.

 

—Al mesero ¿Y tú?

 

—Estoy hablando enserio…

 

—Yo también —Se fija en el menú mientras mi padre pedía lo que iba a comer.

 

—Que no tenga berenjena, pescado y brócoli.

 

—Yo sé que eres alérgica a eso —Respondió con obviedad—. Esta comida me gusta más: Ensalada de aguacate, maíz y tomate con arroz blanco, carne mechada para finalizar ¿Patacones? —Hizo un ceño confuso.

 

—¿Qué son patacones?, suena como una marca de zapatos.

 

—No señorita los patacones es una comida a base de trozos aplanados fritos de plátano verde, es tradicional en varios países de América principalmente de la cuenca del Caribe —Nos expone el mesero—. Se lo digo porque soy venezolano y en mí país se prepara mucho eso.

 

—Oh, siempre escucho mucho de ese país —Mi madre cruza sus manos apoyando los codos en la mesa—. ¿Es cierto que es muy hermoso?

 

—Si, es un país espectacular, la gente, sus comidas, los lugares turísticos y su historia en general —Sonríe el chico—. Aunque lamentablemente la situación que está viviendo muchas personas tienen que emigrar para buscar una buena estabilidad económica para su familia, hijos y uno mismo de igual manera que no todos los países nos aceptan por ser “venezolanos”.

 

—¿De verdad?, pero me he dado cuenta que tienes carisma y eres agradable.

 

—Así como algunos triunfan otros han fallecido por la xenofobia que nos tienen, no todos somos iguales solo queremos buscar y tocar puertas, no es fácil alejarse de las personas que más amas, tu cultura y la familia no se puede llevar en una maleta o todas las cosas bonitas que has vivido.

 

—Tienes un buen corazón ¿Me puedes dar tu número? —Mi padre saca su celular.

 

—Pero señor…

 

—Pero nada, eres un buen chico dame tu número para mantenerme en contacto contigo.

 

Que buena persona es este chico tiene carisma, amabilidad y educación cuando comenzó hablar de su país el brillo de sus ojos deslumbraban demasiado mientras explicaba las situaciones, parece como si lo conocieras desde hace tiempo.

Al voltearme me doy cuenta que Charlie está copiando su número también.

 

—No puedo creerlo…


—Esto no es todos los días.

 

—¿Cómo te llamas? —Le pregunta mi padre.

 

—José David. —Respondió.

 

—Excelente José David, estaré en contacto contigo.

 

—Gracias señor, con permiso ya le traigo su comida —Se retira amablemente.

 

—Que chico tan carismático cuando comenzó hablar sentí que lo conocía desde hace años —Opinó mi tía.

 

—Mamá ve preparando la boda que me voy casar —Mi primo peinaba con sus dedos su cabello.

 

—¿Qué?, ¿Con quién? —Pregunto ella.

 

—Con el venezolano que está más bueno que el mismo pan y ese acento se escuchaba genial.

 

—Increíble —Mi padre se ríe bajito—. Inventas unas cosas…

 

—Pero es la verdad.

 

Al llegar la comida comenzamos a comer entre risas, me gustan estos sencillos instante con mi familia que me hace feliz espero que todo el tiempo sea así, reírnos con cualquier tontería sin ofendernos hasta bromear y olvidaron de los tragos amargos a veces la vida nos da.
 

Después del almuerzo llegamos a la casa que había comprado mi padre para quedarnos así que dejamos nuestras cosas para cambiarnos de ropa y luego cuando se hicieron las cuatro de la tarde salimos a reunirnos con nuestros amigos del internado cuando estábamos en Rusia: Tomás, Deiner, Rosa, Lianis y Michael.




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