Las puertas del elevador del hospital privado de la familia Sun se abren, y por el pasillo avanza una joven elegante de veinte años. Su piel es blanca como la nieve, limpia y suave como porcelana. Lleva el cabello largo, lacio y negro; sus labios son delgados, rojos, con forma de corazón; su nariz, pequeña, y sus grandes ojos color miel están enmarcados por largas pestañas negras. Su expresión es claramente triste.
Esa misma mañana, al revisar su teléfono, una serie de notificaciones captaron de inmediato su atención. Abrió un enlace y lo que encontró la conmocionó profundamente. Sin pensarlo dos veces, se preparó y acudió al hospital para conocer el estado de Sun Hui Shui.
Ella es Zhu Xin Qian, la única hija de Zhu Dong. La familia Zhu es una de las más influyentes de Louhu, apenas un escalón por debajo de los Sun. Zhu Xin Qian es considerada una de las joyas más hermosas del condado: elegante, educada y perteneciente a una familia de renombre. Es compañera de universidad de Sun Hui Shui y Sun Yan Yan, aunque es bien sabido que todo su interés está centrado en el primero.
Con premura, pero sin perder la compostura, avanza por el pasillo. A lo lejos vislumbra a Sun Yan Yan y se encamina hacia él con determinación.
—Joven Sun —lo llama cuando está cerca.
Al reconocer la voz, él sonríe y gira para recibirla.
—Señorita Zhu, siempre es un placer verte, incluso en una situación como esta —comenta con amabilidad. Su interés por Zhu Xin Qian es evidente; sin embargo, como todos saben, ella siempre ha dejado clara su preferencia por Sun Hui Shui.
—Gracias. Me he enterado esta misma mañana de lo ocurrido. No dudé en venir. ¿Cómo se encuentra Hui Shui? Leí las noticias y me dejaron muy preocupada… aún no lo puedo creer.
—Desafortunadamente no hay buenas noticias. Mi querido hermano está en coma, y los médicos no saben si despertará. Ha sido una noche muy difícil. Mis padres están ahora en su habitación, no quieren alejarse de él ni un segundo —explica con un semblante serio y abatido.
—¿Puedo verlo? —pregunta con voz temblorosa, mientras sus hermosos ojos se llenan de lágrimas.
—Por supuesto. Te acompaño. Justo me dirigía hacia allá. Quiero convencer a mis padres de regresar a casa, no han dormido ni comido nada.
Ella asiente con la cabeza, comprendiendo la gravedad de la situación. Sun Yan Yan la guía hasta la habitación privada donde su hermano yace inconsciente, esperando despertar. El corazón de Zhu Xin Qian late con fuerza, lleno de tristeza. Aunque su relación con Hui Shui nunca fue oficial, todos sabían cuán enamorada estaba del brillante primogénito de la familia Sun.
Al llegar, Sun Yan Yan abre la puerta para que ella entre.
Zhu Xin Qian se detiene en el umbral. Sin poder evitarlo, contiene la respiración. Ver a Sun Hui Shui en ese estado la deja paralizada. Su rostro, normalmente hermoso, está cubierto de golpes y heridas; su piel, pálida; su cuerpo, conectado a varios aparatos que lo mantienen con vida. Sus ojos cerrados lo hacen parecer dormido, pero la escena es desgarradora. Las lágrimas le llenan los ojos, y sus suaves manos se cierran en puños mientras baja la mirada, luchando por controlarse.
—Sun Hui Shui —musita apenas en un susurro, con un nudo en la garganta y un dolor inmenso en el pecho. Se siente incapaz de dar un solo paso más.
—Verlo así es muy duro para todos, señorita Zhu, pero no debemos perder la esperanza. Pronto despertará y todo volverá a ser como antes —comenta Sun Yan Yan con suavidad.
Zhu Xin Qian asiente sin responder. Aunque para él no sea del todo cierto, eso es lo que todos necesitan oír.
—Madre, padre, dejemos a la señorita Zhu con Hui Shui un momento. Necesito hablar con ustedes —añade.
Sun Tian y Hu Maylin asienten y salen de la habitación. Sun Yan Yan los sigue, cerrando la puerta detrás de él y dejando a Zhu Xin Qian a solas con Hui Shui. El único sonido en la habitación es el de las máquinas monitoreando sus signos vitales.
Con paso lento, la joven se acerca al taburete junto a la cama y se sienta, contemplando el rostro herido del joven. Jamás pensó verlo en ese estado. Le duele profundamente. El miedo a que no despierte se va expandiendo como una sombra en su interior.
—Hui Hui —lo llama con ternura, tomando su mano tibia—. Estoy aquí, acompañándote. Debes ser fuerte. Verás que pronto te recuperarás y podremos continuar con nuestros planes. Mientras tanto, estaré aquí cada día, contigo.
Con todo el cariño que le tiene, acaricia suavemente su rostro y su cabello. A pesar de las heridas, sigue siendo el hombre más atractivo que ha visto.
Al cabo de algunos minutos, Sun Yan Yan y sus padres regresan. Ella se despide de manera educada y abandona la habitación, muy afectada por lo que ha visto.
—Señorita Zhu —la llama una voz masculina, deteniendo su andar—. ¿Me permite acompañarla? Me gustaría conversar un poco.
—De acuerdo —responde con una pequeña sonrisa.
Camina junto a Sun Yan Yan hasta el elevador. Él no piensa desaprovechar esta oportunidad. Aunque las circunstancias no sean las mejores, su hermano le ha abierto una puerta que jamás pudo cruzar por sí mismo. Siempre deseó acercarse a Zhu Xin Qian, pero nunca tuvo un motivo. Ahora lo tiene.