Baoying

Capítulo 9

Algunos días después, Sun Hui Shui seguía en la misma cama de hospital en la que llevaba tanto tiempo. Desde allí tenía vista al exterior a través de una ventana. La primavera se acercaba, y podía ver algunas aves sobrevolando el cielo.

«Jamás volveré a tener esa libertad», pensó con tristeza.

En ese instante, se sentía como un ave a la que le habían roto las alas con crueldad. Aún no le comunicaban los resultados de los exámenes, pero algo en su interior le hacía aceptar la situación como una verdad inevitable, como si esa fuera su única realidad a partir de ese momento.

—Hui Hui —lo saludaron al entrar en la habitación. Él ignoró la voz.

—Perdón por no haber venido estos días, es solo que...

— ¿Que un inválido no tiene espacio en tu vida, Zhu Xin Qian? Te vi irte... y no regresar —la interrumpió con frialdad. Su actitud lo había herido profundamente, aunque no podía exigirle que sacrificara su vida por él—. Pero no te sientas culpable. Lo entiendo. Así como tú te fuiste, todos lo harán. Esta es mi realidad, y debo aceptarla.

—Sun Hui Shui, no es así. Es cierto que la noticia me golpeó muy fuerte, pero aquí estoy —respondió ella, acercándose al taburete junto a la cama para mirarlo a los ojos—. ¿Puedes perdonar mi actitud? Estoy decidida a pasar el resto de mi vida contigo.

—Te perdono, Zhu Xin Qian. ¿Sabes? Antes hablábamos de cómo evolucionaba nuestra amistad... pero como puedes ver, ya no puedo prometerte nada. No tengo otro futuro que la mediocridad. Por eso, te pido que te alejes de mí.

—¡No puedes pedirme eso! —susurró ella, sintiendo la angustia apretar su pecho—. Es mi decisión. Yo quiero estar contigo.

—Zhu Xin Qian, eres la flor más bella de nuestra generación. Tienes demasiados pretendientes y, considerando mi situación, todos son mejores opciones que yo. No puedo arrastrarte a mi infelicidad.

—Deja de hablar así. Mi padre traerá a los mejores especialistas, los buscará por todo el mundo para ayudarte a recuperar.

—Eso ya lo está haciendo mi familia. De hecho, en este momento han enviado a varias personas a distintos países para encontrar al mejor de los mejores. Pero sé que no funcionará. Debo aceptar esta realidad, o la decepción será aún más devastadora, y no podría soportarla.

—Sun Hui Shui, nunca te había escuchado hablar de forma tan pesimista. Todo estará bien, y yo estaré contigo durante todo el proceso.

Resignado, volvió su mirada al exterior. No deseaba herir a Zhu Xin Qian, verla triste le dolía en lo más profundo. Sabía que había estado visitándolo cada día desde su accidente. Sin embargo, después de presenciar su reacción al conocer su estado y contemplar lo complicado de su situación, había tomado una decisión. No era sencilla, pero creía que era lo mejor para ella. Respiró con melancolía.

«Tal vez sea solo cuestión de paciencia. Si decide quedarse a mi lado, bienvenida sea. Y si decide marcharse, respetaré su decisión. Quizá esto sea una prueba del destino... dejemos que el río siga su cauce», reflexionó, manteniendo la vista fija en el horizonte.

—¡Hola, hermano mayor! —saludó Sun Yan Yan al entrar en la habitación. Parecía el único que conservaba el buen ánimo a pesar de todo. Hu May Lin y Sun Tian estaban completamente afectados, y ni hablar del resto de la familia y amigos cercanos a Sun Hui Shui—. Los médicos me dijeron que en unos días te darán el alta. Podrás continuar tu recuperación en casa. ¡Y pronto será el Festival de Primavera! Sabes que me encanta ir. Esta vez iremos juntos. Estoy emocionado.

—¿Puedo ir con ustedes? —preguntó Zhu Xin Qian con una chispa de esperanza, mirando a Sun Yan Yan. Sabía que su amado hermano no le negaría nada, y confiaba en que él pudiera sacar a Sun Hui Shui de su oscuridad. Sun Yan Yan era vital, y su alegría era contagiosa.

—Será mejor que vayan ustedes dos. Yo no pienso salir en una silla de ruedas. Habrá demasiada gente, y no quiero sentirme expuesto —respondió Sun Hui Shui con seriedad.

—Lo siento, Hui Hui, pero está decidido. Iremos sí o sí. ¡Es el año del tigre! Un gran año. Hay que celebrarlo. Y por supuesto que puede acompañarnos, señorita Zhu.

—Xiao Yan, ¿puedes ponerte en mi lugar por un momento? Deja ese egoísmo. Vayan ustedes. Yo necesito descansar. No me interesa salir, especialmente si habrá mucha gente. Me sentiré realmente incómodo.

—¡Yo, yo, yo! ¡Es suficiente, Sun Hui Shui! —le reprochó visiblemente molesto—. Me acusas de egoísta, pero no te das cuenta de lo que haces. Mamá y papá no han dejado de preocuparse desde tu accidente. Ahora que has despertado, han pasado los días y nadie sonríe. Escucho a mamá llorar todas las noches. He visto llorar a Zhu Xin Qian. Verte así solo empeora todo. ¡Estás vivo, Hui Hui! Como sea, estás vivo. Los especialistas vendrán pronto, y volverás a ser el de antes. Pero mientras tanto, debes retomar tu vida. Y lo haremos comenzando por el Festival de Primavera.

—Hablémoslo con los médicos. Si lo autorizan, iré con ustedes —cedió, aferrándose a la esperanza de que le recomienden reposo absoluto. Faltaban casi dos semanas para el festival.

—Conozco al hermano mayor. Disculpa mi atrevimiento —dijo, inclinando la cabeza en señal de disculpa por el tono que había usado.

—No tienes que ser tan formal con tu hermano —respondió Sun Hui Shui.

Sun Yan Yan sonrió, mostrando sus dientes blancos. Luego se colocó al lado de Zhu Xin Qian. Ambos permanecieron en la habitación, conversando de distintos temas en un intento de animarlo. Sin embargo, él los ignoraba deliberadamente, centrando su atención en la ventana. Sin darse cuenta del paso del tiempo, sus párpados comenzaron a pesarle y terminó quedándose dormido. Al notar su sueño, los dos se retiraron de la habitación en silencio.

—Me alegra mucho que hayas venido. Sun Hui Shui está muy negativo... me ha pedido que me aleje, pero no lo haré.

—Zhu Xin Qian, no sé qué decirte. He investigado sobre su situación, y no es alentadora. Todos esperamos que vuelva a caminar y que sea el mismo de antes. Pero no podemos aferrarnos únicamente a nuestros deseos, o la realidad nos tomará por sorpresa.




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