Baoying

Capítulo 10

El Festival de los Faroles había llegado. Era la culminación de la celebración del Año Nuevo chino, y todo era alegría. Louhu, al igual que el resto del país, estaba decorado con los tradicionales faroles rojos, y los fuegos artificiales ya estaban listos para dar la bienvenida al nuevo año lunar. Los participantes del desfile se encontraban preparados, y los espectadores comenzaban a llegar. Los puestos ambulantes ya funcionaban, aunque las calles aún estaban poco transitadas.

Jiang Kumiko, como la mayoría de los habitantes de Louhu, adoraba el Festival de los Faroles. Por eso, no dudó en participar en el desfile nocturno. Vestía un nuevo traje tradicional de color rojo con detalles dorados, mientras ultimaba su preparación, al igual que los demás jóvenes que participarían en el evento.

—Prima Kumiko, iré con algunos amigos a curiosear antes de que todo comience. ¿Quieres venir con nosotros?

—Primo Shun, aún debo terminar de arreglarme. Gracias.

—De acuerdo, cuídate. Regreso pronto.

Jiang Shun, primo de Kumiko, se alejó en compañía de sus amigos. En realidad, Kumiko ya estaba lista, y aunque también deseaba explorar el lugar antes del desfile, no simpatizaba con los amigos de su primo. Por eso, prefirió deambular sola.

Se alejó con calma de la multitud, avanzando sin un rumbo definido. De pronto, una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

«Si esto no es destino, no sé qué lo es», pensó con entusiasmo mientras comenzaba a observar en silencio desde la distancia.

Pero su expresión cambió en un instante. Un movimiento inusual entre los pocos presentes llamó su atención. Sus sentidos se agudizaron de inmediato. Con sigilo, se acercó. A lo lejos, vio a un sujeto que se alejaba con rapidez. La indignación se apoderó de ella.

«Qué cobarde», pensó frunciendo el ceño, y sin dudarlo, aceleró el paso.

Tres individuos rodeaban a una sola persona. Kumiko, admirada por la valentía de aquel solitario joven que no retrocedía, no dudó en intervenir. Golpeó con precisión a los dos sujetos que estaban detrás, dejándolos inconscientes. Luego se abalanzó sobre el líder y lo desarmó con habilidad. Fue entonces cuando lo reconoció, lo que la hizo enfurecer aún más. El hombre intentó liberarse, pero Kumiko, aunque no era físicamente fuerte, sabía canalizar su energía vital para potenciar su cuerpo.

—¿Acaso no fui clara? —preguntó con frialdad—. Esta vez no seré tan amable. ¿A quién sirves?

Li Yong reconoció de inmediato esa voz. Al principio, no pudo identificar a su atacante debido a la máscara de dragón que Kumiko llevaba puesta. Usando todas sus fuerzas, intentó liberarse. No podía creer que esa joven, tan despiadada, realmente lo hubiese estado vigilando.

Esa tarde, Chen Qiang le había ordenado eliminar a Sun Hui Shui. Le habían proporcionado información precisa, pero una vez más no mencionaban a esa molesta señorita que ahora lo tenía inmovilizado. Fracasar nuevamente no sería bien recibido por su jefe, pero su propia integridad estaba primero.

—¡Detente, por favor! ¡Vas a romperme el brazo! —exclamó, presa del dolor.

—Eso te enseñará a escuchar las advertencias —replicó ella con firmeza.

—Es suficiente, pequeño dragón —intervino Sun Hui Shui con un tono tranquilo, intentando reconocer a su inesperado salvador.

Al oír su voz, Kumiko soltó al agresor, no sin antes darle un golpe que lo alejó unos metros. Lo había desarmado y sabía que no podría hacer nada más. El hombre, al recuperar parcialmente la compostura, hizo reaccionar a los otros dos y huyó sin mirar atrás.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Kumiko.

—Gracias a ti, pequeño dragón. ¿Quién eres? ¿Y quién era ese sujeto? Pareces conocerlo.

—Mi nombre no importa. Y sobre él… no sé quién es en realidad, pero basta verlo para saber que no es buena persona.

—Dijiste que le habías advertido. Eso significa que ya lo conocías —razonó Sun Hui Shui, agudo como siempre. No era fácil engañarlo.

—Tiene razón, señor Sun. Ese sujeto es un pillo de los barrios bajos. Ya lo he detenido antes mientras intentaba robar o amenazar a ciudadanos, pero desconozco su nombre.

—Un pequeño dragón justiciero. Muy interesante —musitó con tono analítico—. ¿Cómo sabes quién soy?

—El señor Sun Hui Shui es muy famoso: talentoso, brillante, hijo de una gran familia. Todos en Shenzhen lo conocen, y probablemente en toda China. Además, es imposible olvidar su rostro —respondió mirándolo fijamente, aunque la máscara solo permitía ver sus grandes ojos azules—. Aunque su mirada era más brillante en las fotografías. Las nubes lo están cubriendo… pero no se preocupe, las nubes siempre se van. Solo es cuestión de paciencia.

—¿Y si el sol no regresa?

—Tenemos electricidad —replicó con audacia, provocando una pequeña sonrisa en Sun Hui Shui, la primera desde que había despertado.

—Ahora no soy nada de eso. Gracias por tu ayuda. Espero que no tengas problemas por mi culpa. Ten cuidado —agregó con seriedad, accionando la palanca de su silla automática para girar y regresar a la Mansión Sun. Tal vez no debió haber salido.

Kumiko lo observó marcharse.

«Debo hablar con el abuelo», pensó, comenzando a seguirlo sin que él se percatara. No debía hacerlo, pero no podía evitar preocuparse por él. Temía que lo siguieran asechando.

Ajeno a su presencia, Sun Hui Shui continuó avanzando. No estaba muy lejos de casa cuando habían aparecido esos hombres, y le había ordenado a Sun Yan Yan que huyera. Ya no era nada para la familia Sun, pero su hermano menor era su esperanza. Tenía que protegerlo.

Poco después, vio a Sun Yan Yan acercarse acompañado de varios guardias de seguridad de la familia. En realidad, no debieron haber salido sin ellos, pero como no planeaban tardar, no lo consideraron necesario.

—¡Hermano mayor! ¡Qué alivio que estés bien! —exclamó Sun Yan Yan al llegar.

—Te dije que no te preocuparas. Sun Hui Shui ya no es una moneda de cambio. Nadie ganaría nada llevándome, y la familia ganaría más deshaciéndose de mí.




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