En silencio, Sun Hui Shui recordaba aquel momento en el que quedó a solas con los tres individuos que se interpusieron en su camino. Se mostraba frío y distante; sabía controlar perfectamente sus emociones. No por nada era excelente en los negocios.
—Sun Hui Shui, qué gusto verte —comentó uno de los sujetos, con una sonrisa cruel que dejaba ver lo mucho que disfrutaba la situación.
—¿Quiénes son ustedes y qué quieren de mí? —preguntó sin alterar su actitud.
—Antes que nada, debo admitir que me sorprendes. Ni siquiera estar en una silla de ruedas te quita lo arrogante. Espero que la muerte te cambie y reencarnes en alguien mejor —dijo Li Yong, sacando un arma de su abrigo oscuro y apuntando directamente al corazón de Sun Hui Shui—. Es increíble que, siendo tan joven, tengas enemigos que paguen fortunas por tu cabeza.
—¿Enemigos? No tengo ninguno.
—Este saludo viene de parte de uno de ellos. Es una lástima que no llegues a saber por qué te quieren muerto.
—¿Quién te envió? —inquirió sin mostrar un ápice de miedo, a pesar del silenciador listo para usarse.
Antes de que Li Yong pudiera responder, apareció aquella joven. En un abrir y cerrar de ojos, dejó inconscientes a los dos sujetos que acompañaban a Li Yong, lo desarmó y lo sometió con una habilidad que dejó a Sun Hui Shui completamente desconcertado. No comprendía lo que estaba pasando, pero quedó profundamente cautivado por aquella mujer desconocida. Decidió llamarla Xiao Long, al no saber su verdadero nombre.
Poco después, Sun Hui Shui notó que ya estaban frente a la mansión de la familia Sun. Sin esperar palabra de su hermano, se dirigió al interior. Necesitaba pensar, procesar lo ocurrido y repasar en su mente a todos aquellos que podrían considerarlo su enemigo.
Mientras tanto, en su oficina, Chen Qiang esperaba noticias de Li Yong. Le había dado una nueva oportunidad, y esta vez no lo había enviado solo, así que no debía haber fallos. Cuando su móvil sonó y vio el identificador, respondió de inmediato.
—¿Qué sucede, señor? —preguntó con preocupación. No era habitual que su jefe llamara directamente; debía esperar noticias, no darlas.
—¿¡Qué sucede!? ¡Sucede que son unos inútiles! ¡Esta es la tercera vez que fallan! ¿¡Qué más necesitan!? ¿¡Que lo haga yo mismo!? ¡He gastado tanto para nada!
—No comprendo, señor —respondió, totalmente desconcertado.
—¡Tenían a Sun Hui Shui en bandeja de plata! ¡Completamente solo, y aún sigue con vida! ¡¿Qué ocurrió?!
—Deme un momento, señor. Le devolveré la llamada.
Chen Qiang colgó de inmediato y llamó directamente a Li Yong, quien se encontraba en un callejón junto a sus dos compañeros. La noche había caído, y sus cuerpos aún dolían por los golpes recibidos. Al ver el identificador de la llamada, la preocupación se apoderó de él. Debió haber llamado antes, pero no sabía cómo explicar el fracaso.
—Señor, estaba por llamarlo…
—¡No mientas! ¿¡Qué pasó!? ¡Sabes bien que, si no eres útil, no tienes cabida entre nosotros!
—Señor Chen, no es nuestra culpa. La información estaba incompleta. Sun Hui Shui tiene una guardia privada, una mujer experta en artes marciales. Primero me atacó en el hospital y ahora lo hizo en plena calle. Al principio no entendíamos por qué él se mostraba tan tranquilo, pero ahora todo tiene sentido. Esa mujer es como una sombra. Aparece de la nada.
—Li Yong, durante años te consideré el miembro más capaz del clan, pero ahora veo que eres un idiota. ¿Una mujer venció a mis tres mejores hombres? ¡Eso suena a fantasía!
—No es una excusa, señor. Ella es real. Me advirtió que, si volvemos a intentar herir a Sun Hui Shui, no habrá lugar donde podamos escondernos.
—Habrá que investigar. Encárgate de eso. Espero que, al menos, puedas hacerlo —ordenó antes de colgar. Tenía que comunicarse con quien lo había contratado.
Furioso, comenzó a caminar de un lado a otro en su habitación.
"Debo solucionar esto cuanto antes. Todo se está complicando demasiado", pensó, analizando sus opciones. Cuando sonó su móvil, respondió de inmediato.
—¿Qué sucedió?
—El problema es la guardia personal de Sun Hui Shui. Es la segunda vez que interviene.
—¿De qué habla? Sun Hui Shui detesta a los guardaespaldas. Siempre ha sido así.
—Al parecer, ya no tanto. Su guardaespaldas es una mujer, y según lo que sabemos, una experta en artes marciales. Debemos eliminarla antes de poder acabar con él. Mis hombres ya comenzaron a investigarla.
—Con lo inútiles que son, ¿qué puedo esperar? Yo me encargaré de esto. Espera noticias mías —dijo, terminando la llamada.
Se sirvió un whisky y se sentó en su sofá negro.
"Esa astucia tuya me molesta demasiado, pero sigue moviendo tus piezas… al final, yo ganaré este juego", pensó, llevándose el vaso a los labios y bebiendo hasta el fondo.
El anochecer marcaba el inicio del Festival de los Faroles. El desfile estaba por comenzar, y la música impregnaba el ambiente de un ánimo festivo. En la mansión de los Sun, el timbre sonó, anunciando una visita: Zhu Xin Quian, quien había venido para acompañar a Sun Yan Yan y Sun Hui Shui, tal como habían planeado.
Desde el balcón, Sun Yan Yan la vio llegar y bajó rápidamente a recibirla.
—Zhu Xin Quian, bienvenida —la saludó con una gran sonrisa.
—Yan Yan, ¿dónde está Hui Shui? —preguntó, buscándolo con la mirada.
—En su habitación, espera un momento.
Zhu Xin Quian lo observó mientras se alejaba por el pasillo y subía las escaleras rumbo a la habitación de su hermano mayor. Aunque estaba en silla de ruedas, él se había negado a cambiar de habitación, así que la habían adaptado para facilitar su movilidad.
Sun Yan Yan encontró a Hui Shui descansando, listo para dormir. Desde que despertó del hospital, dormir era lo único que deseaba hacer.
En los sueños, las crueles cadenas de la realidad desaparecían. Allí no lo alcanzaban el dolor ni el temor. Pero los golpes en la puerta lo sacaron de ese mundo. Abrió los ojos, algo desorientado, y vio la puerta abrirse.