Baoying

Capítulo 16

La celebración de la boda se llevó a cabo conforme a lo estipulado por la tradición. Sun Hui Shui, abrumado por el ruido y la presión emocional, salió una vez más de su habitación, esperando que aquella vorágine por fin llegara a su fin. Al ver que todos continuaban en el banquete, volvió lentamente sobre sus pasos, guiando su silla de ruedas hacia el refugio de su habitación.

—Sun Hui Shui—musitó una voz que lo detuvo.

Giró para encontrarse con el rostro conocido de Zhu Xin Quian.

—Espero puedas perdonar a Zhu Xin Quian—dijo ella, su voz contenida.

—No soy nadie para perdonar—respondó con frialdad—. Solo deseo que seas inmensamente feliz. Ahora, si me disculpas...

Se disponía a marcharse cuando la mano temblorosa de Zhu Xin Quian se posó sobre su brazo.

—Por favor, Sun Hui Shui—suplicó, conteniendo el llanto.

—Cuñada, debes soltarme. Tu comportamiento es inadecuado. Vuelve con tu esposo y sean felices—dijo sin alterarse, fijando su mirada en la mano blanca que lo sujetaba.

—Disculpa—respondó ella, retirándose rápidamente y mirando al suelo. Le resultaba insoportable escucharlo llamarla cuñada.

—¡Esposa, hermano mayor! ¿Qué hacen? —intervino Sun Yan Yan, causando un leve sobresalto en Zhu Xin Quian al aparecer junto a ella.

—Xiao Yan, solo felicitaba a la cuñada. A ti ya te he deseado felicidad, ahora también a ella. Cuídala, hazla feliz, que de sus ojos no escape una sola lágrima—dijo Sun Hui Shui con serenidad.

—Sun Yan Yan ha escuchado al hermano mayor y hará todo para que su esposa siempre sonría—respondó este con convicción.

—Estoy seguro. Me retiro a descansar. Disfruten de la celebración.

Condujo su silla hacia su habitación con paso firme. Su templanza era inquebrantable, una virtud forjada tanto por la disciplina como por el sufrimiento. Zhu Xin Quian lo observó alejarse. Sabía que, aunque todos coincidieran en que Sun Hui Shui ya no era una opción, él había sido su elección verdadera.

Sun Hui Shui sabía que la silla de ruedas no era lo peor. Lo insoportable era la soledad, la invisibilidad, la pérdida del lugar que ocupó alguna vez. El golpe más doloroso había sido la noticia del compromiso: su hermano menor había ido a su habitación para decirle que hablaría con sus padres sobre pedir la mano de Zhu Xin Quian.

Él deseó con todas sus fuerzas que ella se negara, pero no lo hizo. Ni ella ni sus padres objetaron. A partir de ese momento, los rituales de compromiso comenzaron, y con ellos, el lento entierro de sus últimas esperanzas. Un año y medio esperando algo que nunca ocurrió.

Ahora no quedaba nada. Su cuerpo funcionaba, pero su alma había muerto. Sus proyectos eran usados por Sun Yan Yan, quien se llevaba todo el crédito ante su padre y los inversionistas. Y aunque el ego de Sun Hui Shui sufría con ello, sabía que negarse a ayudar solo dejaría la puerta abierta a otros primos, mucho menos capaces.

Su refugio era la soledad. Allí, en su habitación, nadie fingía ni lo miraba con lástima.

Un par de días después, Sun Tian entró en su habitación con el ceño fruncido.

—Hijo, ¿has resuelto el problema de exportación?

Sun Hui Shui, que miraba por la ventana, giró lentamente hacia él.

—Me encuentro bien, padre. Gracias por preguntar—replicó con sarcasmo.

—Disculpa. Estoy preocupado por los negocios.

—Lo entiendo. No deseo ser irrespetuoso. Tengo el proyecto completo, sé que resolverá todo, pero no lo entregaré.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero hablar con usted antes de entregarlo. Este será el último proyecto que haga para la empresa. Sun Yan Yan ha ganado suficiente con mis ideas. Ahora deseo marcharme. Envíeme a la casa antigua.

—No entiendo por qué quieres dejar tu hogar.

—Este ya no es mi hogar. Si no es posible ir a la casa antigua, permítame mudarme al ala norte de la mansión.

—Esa zona es para los empleados, hijo.

—Si le importo un poco, concédame esto. No puedo continuar viendo a la cuñada. No soy tan fuerte.

Sun Tian lo miró en silencio. Por primera vez, Sun Hui Shui hablaba sin escudos.

—Si no desea que vuelva a caminar, lo acepto. Si no quiere reconocer que estos proyectos son míos, también. Pero no siga hiriendo mi corazón.

—Nunca ha sido mi intención lastimarte. Solo busco protegerte y proteger a la familia. Pero te entiendo.

—Entonces, permítame ir. Necesito tiempo. Necesito sanar.

—De acuerdo. Ordenaré que te preparen una habitación en la planta baja del ala norte. Y gracias por el proyecto, hijo. Sé que llevará a la empresa a nuevas alturas.

Sun Tian salió con la carpeta bajo el brazo, sabiendo que ese joven que había dejado atrás era el verdadero heredero, el que había sido destinado a la cima. Pero también sabía que el corazón, una vez roto, no se repara con proyectos ni promesas.

Y en la habitación, solo, Sun Hui Shui cerró los ojos. Por primera vez, sentía que podría comenzar a reconstruirse. No para los demás. Sino para él mismo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.