Baoying

Capítulo 20

Sun Hui Shui llegó al ala sur de la mansión Sun, donde vivían sus padres, su hermano menor y la esposa de este, Zhu Xin Quian... la única persona a quien evitaba con esmero. Desde hacía poco más de un año no había pisado esa parte de la casa, precisamente para no encontrarse con ella. Aunque había aceptado lo sucedido, no podía decir que había dejado de dolerle. Amaba a Zhu Xin Quian, y verla al lado de su hermano le resultaba simplemente insoportable.

Sabía que en su condición no podría hacerla feliz. Se repetía a diario que debía aceptar la realidad: ella era ahora su cuñada.

En cuanto a su hermano, Sun Yan Yan, no debía hacer ningún esfuerzo por evitarlo. Su indiferencia era absoluta. Nunca lo visitaba, ni siquiera preguntaba por él. Y, de alguna manera, Hui Shui lo prefería así. Intentaba convencerse de que se alegraba por la felicidad de su hermano, pero en realidad, verlo feliz con la mujer que él amaba era una amarga condena.

No le dolía que Yan Yan no se preocupara por él. Le dolía que hubiera perdido todo, incluso el deseo de luchar por algo. Ahora solo seguía vivo para no romper el corazón de sus padres.

Condujo la silla de ruedas por el pasillo, y al soltar un suspiro resignado, entró a la antesala.

«¿Por qué no me sorprende esto?», pensó al encontrarse, frente a frente, con la persona que más deseaba evitar.

—Hui Hui, hacía tanto que no tenía la oportunidad de verte... y eso que vivimos en la misma casa —dijo Zhu Xin Quian con una dulce sonrisa y un entusiasmo que pronto se desvaneció.

Acababa de salir de su habitación y, al verlo, no dudó en acercarse para hablarle, aunque fuera un momento. Sun Yan Yan le había prohibido visitarlo. Era la única regla que le había impuesto, y como esposa obediente, no podía romperla.

—Lo sé, cuñada —respondió Hui Shui con frialdad, cortando el breve momento de calidez. La palabra "cuñada" golpeó como un cuchillo el corazón de Zhu Xin Quian.

—Disculpa... Busco a mi madre. ¿Ya llegó?

—Sí. Llegó hace un rato. Está en el estudio —respondió ella con seriedad. La distancia evidente en las palabras de Hui Shui le desgarraba el alma.

—Gracias, cuñada. Con tu permiso.

Sin esperar más, hizo avanzar la silla y pasó junto a ella. Zhu Xin Quian apretó los puños y bajó la mirada, conteniendo las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Sus músculos se tensaron, su respiración se volvió pesada, pero se mantuvo firme, de pie, sin atreverse a girar.

—¡Sun Hui Shui, no me llames cuñada... me duele! —musitó con la voz quebrada.

—¿Cómo debería llamarte? ¿Hermana menor? Eres mi cuñada, Zhu Xin Quian. Asume tu posición, como yo he asumido la mía. Aprende a verme como tu cuñado —dijo con seriedad, sin mirarla.

El llanto contenido se escapó de los labios de Zhu Xin Quian. Hui Shui sabía que lloraba, y aunque deseaba abrazarla y consolarla, no podía hacerlo. Era inadecuado. Se obligó a avanzar sin mirar atrás.

A pesar de que su ánimo se vino abajo, logró mantenerse sereno y llegó hasta el estudio de sus padres. Tocó suavemente para anunciarse.

—¡Hijo mío! ¡Qué agradable sorpresa verte por aquí! —exclamó Hu Maylin con calidez, levantándose de inmediato—. Acércate, perdona que tu madre haya estado tan ocupada últimamente. No he tenido oportunidad de ir a verte. ¿Cómo estás? ¿Sucede algo?

—Mamá, Sun Hui Shui no tiene nada que disculparte. Entiende bien la situación y se encuentra bien. Solo vino a informarte que saldrá esta noche con Wu y con su cuidadora, Jiang.

—¡Eso es maravilloso, Hui Hui! —respondió emocionada. Desde el festival de Año Nuevo, más de un año atrás, con suerte lo había visto salir al jardín—. ¿A dónde van?

—A cenar. Aún no decidimos el lugar. Wu Biming traerá a sus escoltas. Con dos más que yo lleve, será suficiente.

—Lo comprendo, hijo. No te preocupes, mamá se encargará.

—Gracias. Iré a prepararme.

—¡Y no seas tan formal con tu madre! Anda, ve y diviértete —dijo ella, con una sonrisa cargada de cariño.

Sun Hui Shui le devolvió una pequeña sonrisa y se retiró rumbo al ala norte, donde lo esperaban Wu Biming y Jiang Kumiko. Sin embargo, la breve conversación con Zhu Xin Quian lo había dejado abatido. Dudaba que Biming pudiera entender lo mucho que le costaba salir en ese estado.

En el pasillo, Zhu Xin Quian seguía de pie. Había logrado contener el llanto, y al girar para subir las escaleras, volvió a encontrarse con Hui Shui.

—¿Te quedarás a cenar con nosotros? —preguntó, intentando entablar un nuevo puente entre ellos.

—No. Saldré con Wu Biming. Disculpa, me está esperando.

—Hui Hui… ¿por qué tienes esa actitud conmigo? Solo quiero hablar, aunque sea un poco.

—Cuñada, no tengo nada interesante que decir, y no es actitud, simplemente... me esperan. Disculpa.

—Sé que te lastimé… No tienes que fingir que eres insensible. Créeme, cada día sufro igual, o más que tú. Estoy intentando aceptar nuestra realidad, pero es muy difícil.

—Cuñada, olvida el pasado y vive tu presente. De eso depende tu futuro. Hasta luego.

—Yo te amo... —susurró ella mientras las lágrimas finalmente escapaban de sus ojos.

Él no se detuvo. No tenía sentido continuar esa conversación que no llevaba a ningún lado. Lo que dijo era tan absurdo como inadecuado. Había repetido hasta el cansancio que ella ahora era su cuñada.

«Lamento que sufras, Zhu Xin Quian… Si todo fuera distinto, podría decir libremente que te amo también. Pero no es así. Eres mi cuñada ahora. Lo que siento no está permitido, y debo desterrarlo de mi corazón. Igual que tú del tuyo», pensó, limpiando con rabia una lágrima que se le había escapado.

—Menos mal que has vuelto. Comenzaba a impacientarme —comentó Wu Biming al verlo.

—Joven señor Sun, estoy lista —dijo Jiang Kumiko, luciendo un hermoso vestido blanco. Había trenzado un lado de su cabello, dejando el resto suelto, adornado con una flor y pequeños colgantes en forma de gotas de cristal.




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