En la mansión Sun, la cena estaba servida. Hu Maylin, Sun Tian, Sun Yan Yan y Zhu Xin Qian se acomodaron en sus respectivos lugares, como era costumbre.
—Esposo, tengo maravillosas noticias —anunció Hu Maylin con una radiante sonrisa, atrayendo de inmediato la atención de los demás.
—No sé de qué se trata, pero me hace muy feliz verte tan contenta. ¿Qué ha sucedido? —preguntó Sun Tian con sincero interés.
—Sun Hui Shui vino esta tarde. Hablé con él y lo noté animado. Su nueva cuidadora le está haciendo mucho bien. Tengo la esperanza de que pronto vuelva a ser el de antes.
—Debiste invitarlo a cenar. No he tenido oportunidad de verlo últimamente, y habría sido bueno compartir un momento con él si está de buen humor —comentó Sun Tian, sonriendo.
—¡Oh, no! ¡De ninguna manera! —replicó Hu Maylin de inmediato, sorprendiendo a su esposo.
Sun Tian la miró confundido.
—Vino solo para avisar que saldría. Ahora mismo no está en casa; se fue a cenar con Wu Biming y la señorita que lo cuida —aclaró.
—¡Eso sí que son excelentes noticias! Ahora entiendo tu alegría, querida —respondió Sun Tian con entusiasmo.
—¿Cómo se encuentra mi hermano mayor? —preguntó Sun Yan Yan, uniéndose a la conversación.
—Lo vi diferente, animado. Si continúa así, quizá pronto pueda retomar algunas actividades, incluso volver a la empresa —comentó Hu Maylin, visiblemente entusiasmada.
—¡Eso me alegraría mucho! Seríamos un gran equipo —exclamó Sun Yan Yan, aunque su sonrisa no alcanzó sus ojos.
—Si me disculpan... no me siento bien. Me retiraré a descansar —intervino Zhu Xin Qian con amabilidad.
El ambiente giraba en torno a Sun Hui Shui, y ese era justamente el tema que más la afectaba. No deseaba permanecer ni un minuto más.
—¿Qué tienes, esposa? —preguntó Sun Yan Yan, preocupado.
—No es nada, esposo. Solo un pequeño dolor de cabeza. No debes inquietarte. Cuando descanse, me sentiré mejor —respondió, dedicándole una tenue sonrisa.
Sabía que su esposo siempre se había esforzado por hacerla feliz, y por eso le debía consideración.
—Que descansen.
Sun Yan Yan asintió sin decir nada.
«No puedes engañarme, Zhu Xin Qian. Ese dolor de cabeza tiene nombre y apellido, y ese nombre es: Sun Hui Shui. ¿Nunca dejará de ser un obstáculo entre nosotros?» pensó con amargura.
Zhu Xin Qian se levantó con calma y se dirigió a la habitación que compartía con Sun Yan Yan. Apenas llegó, entró y se dejó caer sobre la cama, permitiendo que las lágrimas corrieran silenciosas.
—Esposa... ¿qué te hace llorar de esa manera? —preguntó Sun Yan Yan con dulzura al llegar al lado de la cama.
Había permanecido un rato conversando con sus padres después de la cena. Al despedirse, se dirigió a su habitación. Al abrir la puerta, la encontró hecha ovillo del lado derecho de la cama, mirando hacia la ventana. Aunque no se acercó de manera sigilosa, ella no se inmutó. Al aproximarse más, notó con preocupación las lágrimas resbalando por su rostro.
—Tu esposa está bien, no debes preocuparte —respondió ella sin mirarlo.
—Zhu Xin Qian, no me mientas. ¿Qué sucedió? ¿Te encontraste con Sun Hui Shui? —preguntó con seriedad, sentándose en el suelo para poder mirarla directamente a los ojos.
—Sí... lo vi. Él me odia —susurró, sintiéndose culpable al ver la expresión severa del rostro de su esposo, quien intentaba controlar el malestar que le provocaban sus palabras.
—Perdóname, esposo. Eres maravilloso conmigo: siempre dulce, siempre comprensivo... Yo... yo no te merezco.
—No digas tonterías, Zhu Xin Qian. Yo te amo y te amaré siempre. Cada minuto de mi vida está dedicado a hacerte feliz. Entiendo que tus sentimientos por Sun Hui Shui no han desaparecido, pero confío en que, con el tiempo, me ganaré tu corazón. No quiero presionarte. Ya lo hemos hablado antes. Solo te pido que me permitas hacerte feliz. No espero nada más de ti... solo quiero que aceptes lo que deseo darte.
—Yo te quiero mucho, y deseo que seas feliz, porque lo mereces —respondió ella, incorporándose en la cama y extendiendo una mano para invitarlo a subir junto a ella—. Eres demasiado bueno... perdona mis lágrimas. Es solo sentimentalismo del momento.
—¿Qué dijo Sun Hui Shui para que pienses que te odia?
—No es lo que dice, sino cómo lo dice. Sabes cómo es... siempre educado, siempre respetuoso. Pero su tono, su mirada… es tan fría y distante. Cuando me mira, sus ojos son tan oscuros… Estoy segura de que me odia. Lo siento con cada gesto suyo.
—Mi sensible esposa... Mi padre dice exactamente lo mismo. Al parecer, mi hermano mayor odia a todo el mundo desde lo que le ocurrió. Es una sorpresa que hoy haya salido; con suerte, antes solo iba al jardín. Y ni hablar de cómo trata a sus cuidadoras. Espero que esta nueva dure un poco más. Sun Hui Shui era encantador… ahora es insoportable.
—Tienes razón… Tal vez exagero —susurró, dedicándole una sonrisa tranquilizadora.
—Eso creo, mi esposa. Mejor descansa. Mañana será un nuevo día, y te sentirás mejor. Yo debo atender unos asuntos y regresaré más tarde para dormir.
—Gracias, esposo.
—No seas tan formal conmigo. Duerme bien.
Sun Yan Yan depositó un beso afectuoso en su frente, se puso de pie y salió de la habitación. Caminó hasta el cuarto contiguo que había acondicionado como su oficina. Cerró la puerta tras de sí, se frotó la cabeza con frustración y fue directo al sofá individual de color azul marino, dejándose caer con un suspiro cargado de impotencia.