Tras finalizar la llamada con su abuelo, Sun Hui Shui busca el siguiente número en su teléfono: el contacto de su mejor amigo. Wu Biming es alguien en quien confía plenamente, sin reservas.
—Hermano Sun, ¿qué sucede? —responde Wu Biming al poco de sonar el teléfono, consciente de que su amigo no lo llamaría sin una razón importante.
—Hola, hermano Wu. Necesito pedirte un favor.
—¿De qué se trata?
—Consígueme un boleto de avión a mi nombre. Quiero viajar a Nueva York esta misma noche.
—¿Vas a viajar? ¿Por qué no usas el avión privado de tu familia? Sería más sencillo —pregunta, algo desconcertado.
—Lo sería, pero en este caso no es viable. Haz lo que te pido. Te llamaré después para explicarte.
Sin esperar respuesta, Sun Hui Shui cuelga y guarda el teléfono. «El juego ha comenzado. Es mi turno de mover las piezas en el tablero... Veamos cómo reaccionas, querido hermano menor», piensa, mientras se dirige en su silla de ruedas hacia el buró junto a la cama. De un cajón extrae una carpeta que contempla con una sonrisa: en su interior están sus documentos y el plan maestro para alcanzar la cima. Pero antes de cualquier cosa, debe encontrar la manera de recuperarse por completo.
Mientras tanto, en el Clan Dragon Soul, Jiang Zhen camina de un lado a otro, esperando ansiosamente la llamada de su nieta. Ha enviado a algunos de sus discípulos más capaces para rastrear los movimientos de los demás grupos de espías. Justo entonces, suena el teléfono.
—Clan Dragon Soul, habla Jiang Zhen —contesta con tono serio y formal.
—Abuelo, soy Jiang Kumiko. Ya le expliqué todo al joven Sun Hui Shui. Aceptó acompañarme, aunque parece tener un plan del cual no me ha hablado. Dijo: “Pueden venir por nuestras pertenencias, pero tú y yo nos iremos después”.
—Quiero hablar con él. Pásale el teléfono —ordena con firmeza.
Jiang Kumiko traga saliva, algo nerviosa, y observa a Sun Hui Shui, quien en ese momento está guardando algunas cosas dentro de un portafolio.
—Sun Hui Shui, mi abuelo quiere hablar con usted —dice, extendiéndole el teléfono.
—Lo escucho, abuelo Jiang —responde con el debido respeto.
—Sun Hui Shui, no hemos tenido el gusto de conocernos, pero nuestros destinos ya están entrelazados. Por tu seguridad y la de mi nieta, es imperativo que salgan de ahí cuanto antes. Ven con ella. Aquí estarás a salvo.
—Agradezco profundamente su consideración, abuelo Jiang. Pero no deseo ser una carga para ustedes. Sun Hui Shui sabe lo que hace. Jiang Kumiko llegará a salvo, lo prometo.
—Hablaremos en persona. Y entonces comprenderás muchas cosas. Termina tus pendientes y ven con Kumiko —añade con tono más comprensivo—. En tus manos no solo está tu vida. Te estaré esperando. Pásame de nuevo con mi nieta, por favor.
Sin más, Sun Hui Shui le devuelve el teléfono a Jiang Kumiko, que lo toma y escucha atentamente a su abuelo.
«Parece que dar órdenes es algo que viene de familia... ¿Por qué está tan preocupado por alguien que apenas conoce?» se pregunta, intrigado.
—Conozco bien a mi abuelo. Jiang Kumiko seguirá sus indicaciones —afirma ella, terminando la llamada—. Vendrán pronto por nuestras cosas. No hay nada de qué preocuparse. El abuelo nos espera en cuanto termines lo que tengas que hacer.
—¿Por qué hacen todo esto?
—El abuelo y el clan hacen lo que sea necesario por mí. Y yo hago lo que debo por Sun Hui Shui.
—Te lo agradezco. Solo espero que algún día me digas la verdadera razón por la cual arriesgas tu vida para salvar la mía.
Jiang Kumiko le regala una dulce sonrisa. Al ver ese brillo especial en sus ojos, Sun Hui Shui experimenta una alegría difícil de comprender, pero que, sin duda, no desea controlar. Ambos se enfocan en preparar todo para cuando vengan por sus pertenencias.
Horas más tarde, Sun Hui Shui abandona la mansión Sun tras informar a sus padres. Su destino es la residencia de su abuelo, Sun Huang. Dentro del vehículo dispuesto por este último, Sun Hui Shui y Jiang Kumiko ocupan los asientos traseros, acompañados por dos guardias: uno al volante, el otro en el asiento del copiloto.
—¿Me dirás qué planeas? —pregunta la joven, sin entender del todo sus intenciones.
—Vivir y dejar vivir —responde él, enigmático.
—Está bien, no me digas nada. Yo tampoco te diré nada a partir de ahora.
—Terminarás haciéndolo —afirma él con una sonrisa confiada.
Indignada por su respuesta y actitud, Jiang Kumiko se cruza de brazos y mira por la ventana, claramente molesta. Sun Hui Shui disimula una sonrisa traviesa. Sabe que, a partir de ese momento, muchas cosas cambiarán. Entre ellas, su forma de actuar. La cautela será su arma más poderosa... hasta que logre volverse invisible.
En el interior de la villa de descanso, Sun Huang espera impaciente a su nieto, deseando entender la situación que lo mantiene preocupado. Al verlo aparecer, se acerca rápidamente, sintiendo cómo un gran peso se aligera sobre sus hombros. Jiang Kumiko camina detrás de Sun Hui Shui, en silencio, atenta a todo lo que la rodea.
—Sun Hui Shui, ¡qué alivio verte! Tu pobre abuelo estaba al borde del colapso. Dime, ¿qué es lo que pasa?
—Tranquilo, abuelo, te contaré todo. Xiao Long, espera afuera. Necesito hablar a solas con mi abuelo. Llama a quien vendrá a buscarnos y espéralos.
—¿Así será? —murmura ella, con reproche ante la desconfianza del joven.
—¿Qué balbuceas? Haz lo que te he dicho. Ve.
Molesta, Jiang Kumiko sale al exterior y se comunica con su abuelo para informarle de la situación. Mientras tanto, dentro de la villa, Sun Hui Shui observa el suelo, intentando contener la sonrisa que se forma en su rostro.
—Hacía mucho que no te veía sonreír, Sun Hui Shui. ¿Quién es esa niña?
—Oh, abuelo, ella es quien me cuida. Perdona mi comportamiento, pero... ¿la has visto? Es adorable cuando se molesta y ni siquiera se da cuenta. Su nombre es Jiang Kumiko, pero le llamo Xiao Long de cariño.