Esperando en el exterior con una incómoda presión en el pecho, Jiang Kumiko se mantiene firme.
«Ahora resulta que no soy digna de su confianza», piensa, cruzándose de brazos mientras deja escapar un suspiro cargado de frustración.
De pronto, sus sentidos agudizados perciben presencias cercanas. No necesita mucho esfuerzo para intuir de qué se trata. Inhala profundo y se prepara mentalmente para defenderse ante el inminente ataque. Un grupo de aproximadamente siete espías aparece en la entrada de la residencia de Sun Huang.
Los guardias de seguridad reaccionan de inmediato, levantando sus armas; sin embargo, en cuestión de segundos, los individuos vestidos de negro y con el rostro cubierto los desarman con movimientos rápidos y precisos, dejándolos inconscientes. La eficacia de sus ataques es impresionante.
Manteniendo una expresión serena y segura, Jiang Kumiko baja los escalones, decidida a enfrentar a los intrusos.
«¿A qué clan pertenecerán?» se pregunta, analizándolos detenidamente para ajustar su estrategia.
—Imagino que esta "agradable" visita es para mí —dice con frialdad—. ¿Se marcharán ahora o prefieren enfrentarse a mí?
—Eres arrogante —musita uno de los hombres.
Sin darle oportunidad de responder, se lanza hacia ella con velocidad. Kumiko reacciona al instante, esquiva el golpe y contraataca con una potente patada potenciada por su energía interna, enviando al espía por los aires.
Así comienza un combate desigual. El atacante cae de pie, furioso, mientras el resto del grupo se abalanza sobre ella al mismo tiempo. Kumiko esquiva con agilidad y responde con precisión cada vez que puede. Desde el interior de la casa, Sun Hui Shui y su abuelo escuchan el alboroto. Se acercan a la ventana y contemplan la escena.
—¡Realmente es una joven excepcional! —exclama Sun Huang, asombrado.
—Están aquí por mí. Le harán daño… Tengo que impedirlo —responde Sun Hui Shui con preocupación.
—Sun Hui Shui, en tu estado no puedes proteger a nadie. ¡Mírala! Es increíble.
Los espías desenfundan sus armas. Kumiko continúa enfrentándolos con valentía, logra desarmar a dos de ellos, pero la diferencia numérica y su limitada resistencia física terminan por pasarle factura. Uno de los atacantes logra herirla en la pierna con una espada. El dolor la obliga a retroceder; la sangre fluye y la herida comienza a entumecerle el cuerpo. A pesar de todo, sigue luchando.
—Nadie toca a mi querida prima y sale con vida —se escucha una voz conocida. Jiang Shun aparece, flanqueado por dos jóvenes de aspecto firme y decidido—. Ve por tu protegido, estos miserables son nuestros.
Kumiko asiente y se retira del combate, confiando plenamente en su primo. Él y sus compañeros, guerreros de élite del clan Dragon Soul, se lanzan al enfrentamiento. A diferencia de Kumiko, Jiang Shun domina con maestría el kung fu, y sus compañeros son tan hábiles como él. Aunque los espías enviados son expertos, no logran superar la formación del clan.
Mientras tanto, Kumiko entra al hogar de Sun Huang, aún herida y con la certeza de que la espada utilizada por su atacante estaba impregnada con veneno. A pesar del creciente malestar, se niega a rendirse.
—Sun Hui Shui, debemos irnos ya. Han venido por nosotros y esos sujetos serán neutralizados, pero no serán los únicos. El tiempo se acabó. Solo queda un lugar seguro para ti —dice con determinación.
—Te han herido. Necesitas descansar y…
—Lo siento, pero no estamos para seguir las órdenes del señor Sun. Nos vamos, ahora —interrumpe con firmeza.
—No puedo dejar a mi abuelo aquí. Es peligroso.
—Puede venir con nosotros, pero debemos irnos de inmediato.
Sun Hui Shui y su abuelo avanzan tras ella. Jiang Shun y sus compañeros han terminado de neutralizar a los atacantes, pero saben que, si los espías no reportan, vendrán más y en mayor número.
—Debo cubrir sus ojos. Es parte del protocolo —informa Jiang Shun, refiriéndose a Sun Hui Shui y su abuelo.
—No hace falta, podemos confiar en ellos. Sabes tan bien como yo cómo operan los espías. Vámonos ya —responde Kumiko.
—Son las reglas. Si no lo hago, no puedo llevarlos.
—Eres tan obstinado… Muy bien, no nos lleves. Nos iremos por nuestra cuenta, y luego tendrás que explicarle al abuelo por qué llegaste solo —replica ella, mirándolo con severidad.
—¡Estamos en esta situación por tu culpa, y aún no aprendes la lección!
—¿Ahora vas a pelear conmigo? ¡Tienes una orden, cúmplela!
—Kumiko, no discutas —interviene Sun Hui Shui—. Mi abuelo y yo no tenemos problema con que nos cubran los ojos. Confío en ti.
—Ya lo escuchaste. No perdamos más tiempo.
Sun Huang sube al vehículo. Uno de los jóvenes del clan le cubre los ojos, mientras los otros dos ayudan a Sun Hui Shui. Kumiko, visiblemente molesta, le arrebata la venda a su primo y ella misma se encarga de cubrir los ojos del joven. Al verla tan irritada, él le dedica una pequeña sonrisa y un guiño.
—Perdón por esto —murmura ella, afectada.
—No te preocupes, Jiang Kumiko. Ya han hecho demasiado por nosotros. Esto no es nada.
—Desconfiar de ti es desconfiar de mí. No pienso perdonar ese insulto.
Con delicadeza, le cubre los ojos y se acomoda a su lado. Le lanza una mirada reprobatoria a su primo, que sonríe con aire triunfante. Uno de los integrantes del clan se sienta junto a Sun Huang, mientras Jiang Shun conduce y otro ocupa el asiento del copiloto.
El vehículo se pone en marcha, alejándose rápidamente por una ruta secreta, sin cámaras. Jiang Shun acelera en dirección al clan.
—¿Prima, estás bien? —pregunta al notar el rostro pálido de la joven.
Kumiko niega con la cabeza. No quiere preocupar a Sun Hui Shui. El frío se extiende por su cuerpo, a pesar de la fiebre creciente.
«Debemos llegar al clan cuanto antes. Seguramente ha sido envenenada», piensa Jiang Shun, aumentando la velocidad.