Baoying

Capítulo 30

Sun Tian se dirigió al despacho de su hijo. Al entrar, encontró a Sun Yan Yan concentrado en la tableta electrónica que sostenía entre las manos revisando algunos correos. Sun Tian revisaba las últimas gráficas enviadas por el contador de la empresa, pero había varios puntos que no le resultaban lógicos. Por esa razón, había decidido buscar personalmente a su hijo.

—Bienvenido, papá. ¿Sucede algo? —preguntó Sun Yan Yan, notando la expresión seria de su padre.

—Hoy recibí los reportes contables —respondió Sun Tian tomando asiento frente a él—. Los estoy revisando, pero hay cifras que no me convencen. Quiero que me las expliques.

Sun Yan Yan se tensó al instante, aunque intentó disimular su nerviosismo.

—Con gusto lo haré. Pero antes… quiero preguntarte algo —dijo, tratando de mantener la calma.

Sun Tian hizo un gesto con la mano, indicándole que continuara.

—Se trata de Hui Shui. Esta mañana fui a buscarlo y me dijeron que no había regresado. Creo que no volvió a casa… Estoy preocupado.

—No tienes por qué preocuparte, Yan Yan. Tu hermano ha viajado a América para ver a un especialista. Se someterá a una cirugía para recuperar su salud.

—¿¡Qué!? —exclamó, visiblemente alterado.

—Lo que escuchaste. Si todo sale bien, Hui Shui volverá pronto y podrá retomar su vida.

—Ya veo… —murmuró, recomponiéndose con esfuerzo. “Debo mantener la calma. No puedo permitir que regrese y arruine todo lo que he logrado.”

—¿Sabes a qué parte de América fue? ¿El nombre del médico?

—Hasta donde sé, tomó un vuelo comercial a Los Ángeles. Fue tu abuelo quien me lo informó, él tiene todos los detalles.

—¿Un vuelo comercial? ¿Por qué?

Sun Tian guardó silencio por un momento, luego bajó la voz.

—Lo que te diré es confidencial, Yan Yan. Confío en ti, y no quiero que tu madre se entere. No quiero preocuparla. Ayer... intentaron asesinar a tu hermano.

—¿¡Qué!? —repitió, incorporándose de inmediato.

—Tu abuelo está investigando quién fue el responsable. Mientras tanto, él y Hui Shui decidieron que lo mejor era salir del país y aprovechar la oportunidad para recibir el tratamiento.

—Una solución inteligente. Siempre he admirado la capacidad de mi hermano para resolver los problemas —comentó con tono ambiguo.

—Por supuesto. Pero no es ese el motivo principal de mi visita —añadió Sun Tian, retomando el tema inicial—. Mira esto —dijo, mostrándole la tableta—. Las cifras de la última columna no coinciden con la información previa.

Sun Yan Yan sabía que este momento llegaría, por lo que ya tenía preparadas respuestas lógicas para justificar sus movimientos financieros. Con absoluta serenidad, comenzó a explicar cada monto que parecía incongruente. Poco a poco, las dudas de Sun Tian fueron disipándose, y finalmente, satisfecho, se levantó y salió del despacho. “Al menos este problema está resuelto. Ahora debo encontrar a Hui Shui... No puedo permitir que se recupere.”

Sacó su teléfono y comenzó a hacer llamadas. No había tiempo que perder.

Dos semanas más tarde, una caravana de vehículos oscuros llegó a la mansión Sun. Del primero descendieron dos jóvenes vestidos de traje. Uno de ellos abrió la puerta del segundo automóvil, del cual bajó un hombre mayor con el rostro marcado por la tristeza. Era Sun Huang.

Con un suspiro cargado de desolación, se dirigió a la puerta de entrada. Al sonar el timbre, Líu Dalay acudió rápidamente. Al ver el semblante cansado de Sun Huang, no dudó en dejarlo pasar. Era tarde, y la familia se encontraba reunida en la sala principal.

—Papá, bienvenido. Por favor, toma asiento —lo recibió Sun Tian con respeto y amabilidad—. Estábamos tomando un poco de té, ¿te gustaría unirte?

—No, Sun Tian. No es una visita de cortesía. Vengo por algo muy serio —dijo con voz grave.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó, alarmado.

—Esta mañana era la cirugía de Hui Shui... algo salió mal durante la operación y... —se detuvo, con la garganta cerrada por la emoción.

—¿Qué le pasó a mi hijo? —inquirió Hu Maylin, poniéndose de pie con lágrimas ya formándose en sus ojos.

—No sobrevivió —informó Sun Huang, dejándose caer en el sofá más cercano y cubriéndose el rostro con las manos.

—¡NO! ¡NO ES POSIBLE! —gritó Hu Maylin, derrumbándose. Sus piernas flaquearon, y Sun Yan Yan corrió a sostenerla antes de que cayera—. ¡Mi niño, no! ¡No puede ser!

Sun Tian se acercó a su esposa y la rodeó con un abrazo. Aunque mantenía el rostro sereno, por dentro se sentía devastado. Todo parecía una cruel pesadilla.

Zhu Xin Qian se levantó y se marchó a su habitación en silencio. No podía llorar frente a su esposo, pero el dolor en su pecho era insoportable. “No puede ser verdad… Hui Shui no puede haber muerto.” Cerró la puerta tras de sí y, finalmente, dejó escapar las lágrimas.

Sun Yan Yan, en cambio, se quedó inmóvil. “Esto es absurdo. Todo el esfuerzo, el dinero… y una simple operación lo elimina. Increíble. Si lo hubiera sabido antes…” Se debatía entre la satisfacción y un extraño desasosiego. Ver el dolor de sus padres lo afectaba más de lo que había imaginado.

—Debo marcharme. Los restos de Hui Shui ya están en camino de regreso a China. Hay muchos asuntos por resolver —dijo Sun Huang, recuperando la compostura y poniéndose de pie.

Salió de la mansión, subió a su vehículo y, una vez dentro, tomó su teléfono para realizar varias llamadas mientras el convoy se alejaba. Dejaba tras de sí una casa sumida en la conmoción.

Incluso el personal de servicio se encontraba afectado. Todos querían a Hui Shui, y el hecho de que hubiera muerto solo, lejos de su familia, sumía el ambiente en una tristeza profunda.

Dos días más tarde, el mausoleo de la familia Sun recibió las cenizas de Hui Shui. La urna era pequeña, demasiado pequeña para alguien que había significado tanto.

El viento soplaba con suavidad entre los árboles del jardín privado. Todos vestían de negro. Nadie hablaba.




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