Bar Mon'tblank - El poder de una oportunidad (libro 2 - Sp)

¡Y llego la ansiada hora!

No hubo un momento que Sara apreciara más, que aquel en el cual pudo darse una buena ducha, lavar su cabello, recordar la agradable sensación de una piel fresca y aseada, respirar el exquisito aroma de la ropa limpia. Todo eso hizo que ella volviera a sentirse un verdadero ser humano… «¡Como Dios manda!».

Al fin pudo relajarse y descansar en esa habitación. Pero esos ansiados minutos de infinito placer pronto se terminaron, comenzó a sentir una extraña mezcla de emoción y nervios por su nuevo trabajo, fallar o hacerlo mal no era una opción, debía impresionar al público, en especial a su jefe, para que éste le permitiera quedarse.

—Carlos, pero esta chica, ¿qué función tendrá? ¿Cuál será su lugar en el bar? —preguntó Renata, muy escéptica, pues su jefe nunca contrataba personal de esa forma tan imprevista. De hecho, ella ni siquiera sabía que él estuviese solicitando alguno.

—Nuestra nueva y desinhibida bailarina exótica —él respondió con sarcasmo. En ese instante repicó su celular y se retiró a su oficina mientras atendía la llamada.

—¿Bailarina exótica? Pero, no tenemos ningún show de baile esta noche… ¡Y menos exótico! —Renata quedó con más incertidumbre después de la respuesta de su jefe ya que, por la interrupción producto de la llamada, no entendió que se trataba de una broma, pero obedeciendo sus órdenes y aunque muy recelosa por lo que estaba sucediendo, le entregó a la joven ropa de trabajo, le ayudó a prepararse y maquillarse para su primera noche.

Sara quedó tan sorprendida por el gran cambio. Ella nunca había usado maquillaje, ni le habían alisado el cabello de esa forma tan perfecta, ni de ninguna otra forma. «¡Vamos, apenas si usaba sus dedos para desenredar y acicalar!».

Y, por otro lado, lo diminuto de las prendas que llevaba puestas. Si antes estaba asustada pues ahora estaba, ¡aterrada! «¡Dios mío! ¿Cómo podré salir ante el público con esta ropa tan pequeña? ¿Qué sentido tendría quitármela? Igual no habría ninguna sorpresa».

Comenzó a respirar con rapidez y sus manos a sudar frío, comprendiendo que Carlos tenía razón y éste no era lugar para ella. «¿Qué diría Mamá Rosa si me viera vestida así? Ella que se había esmerado tanto en darme la educación que mis padres no me dieron… ¿Para nada?».

Sacudió su cabeza, intentando espantar sus inestables pensamientos y, como era costumbre, contuvo la respiración, visualizó su meta y lo que ella obtendría a cambio si lo hacía bien, pero esta vez no fue suficiente su concentración para librarse de tanto nerviosismo.

Por su parte, Carlos quien jamás dejaría el show nocturno de su negocio en manos de una novata, estuvo en su oficina pensando en ubicarla como mesera. Quiso darle a Sara unos días de trabajo, dada la intensidad de su insistencia y su terquedad, nunca había visto a una persona que luchara con tal vehemencia por lavar los baños o limpiar los pisos ajenos, lo que hablaba mucho de la necesidad de la chica. Sólo esperaba no equivocarse, ya bastantes normas personales él había quebrantado por una completa desconocida.

Los trabajadores del bar estaban listos para comenzar la faena a las 6 pm, tan puntuales como siempre. Carlos bajó de su oficina, como cada día, para dar instrucciones al personal y cerciorarse de que todo marchara correctamente, lo que también aprovecharía para indicarle a Sara sus funciones, consiguiéndose con la sorpresa de que había sido preparada por Renata.

Se asombró al ver que aquella mocosa de ropas andrajosas resultó ser toda una caja de pandora. Le sentaban muy bien las lentejuelas y los colores llamativos, que contrastaban con sus ojos color café, lo bronceado de su piel y su largo cabello castaño, ella tenía una rara belleza de esas que ya no se consiguen a la vuelta de la esquina. Sara había logrado obtener toda la atención de Carlos, quién aún no terminaba de digerir, «¿cómo era posible lograr tal cambio de una forma tan simple?».

—¿Asustada? —habló alto utilizando su sarcasmo habitual. Sara, que no lo había visto llegar, al escucharle salió de su meditación dando un salto del susto, pero recomponiéndose rápidamente e intentando mantener el control respondió:

—Todo está perfecto, como usted ve… ¡Estoy lista!

Era muy tarde, Carlos ya había notado su reacción y podía ver el miedo en sus ojos, ella no estaba preparada para ningún show y a él sólo se divertía intimidarla. Pensaba que, ante la presión, quizás en algún momento ella tomaba la decisión de irse por sí misma, pero mientras eso sucedía se dedicó a entretenerse, aunque de nuevo comenzó a sentir remordimientos. En el fondo, pensaba que la determinación de esa chica bien merecía una oportunidad.

Ordenó a Renata entregar un nuevo uniforme, quien obedeció aún más confundida, no era habitual que Carlos cambiara de opinión o contratara a personal inexperto.

No se trataba de un burdel, el Bar Mon’tblank se posicionaba como uno de los mejores y más elegantes clubs nocturnos de la ciudad, siendo frecuentado por las personas más influyentes de la alta sociedad, para quienes el lujo, la sofisticación y la calidad lo eran todo.

De regreso en el vestidor, Sara se dio cuenta de que esta vez, su uniforme era más holgado y la cubría muchísimo mejor, pero al mismo tiempo, comparado con el anterior, tenía tan poco brillo y glamour que le asustaba, sentía que le habían bajado de rango en su primer día de trabajo. Aun así, era un hecho que se esmeraría en cada detalle y haría todo lo mejor posible. Tal como ya lo había decidido, Carlos la asignó con el personal de servicio a las mesas, Sara tendría que aprender de la atención al cliente, en tiempo récord o se marcharía.



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En el texto hay: romance, secretos, drama

Editado: 12.03.2022

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