Barcelona bajo la piel

Capítulo 15 - Gaia

Vuelvo a entrar al bar, pero ya no es el mismo. O quizá soy yo la que volvió distinta. La música cae sobre mí como una ola tibia que antes me mantenía a flote y ahora me hunde. Veo luces, veo cuerpos bailando, veo sonrisas, pero todo está lejos, como si observara a través de un vidrio empañado.

Mi mano todavía arde.

El roce.
El maldito roce.

No debería significar nada. No debería poder desarmarme así. Pero mi cuerpo no entiende razones, y mi cabeza intenta inventarlas a toda velocidad para no aceptar lo obvio: lo que pasó afuera tenía la intensidad de algo que no se elige.

Bruno caminaba delante de nosotros, abriéndose paso entre la gente. Cada poco giraba la cabeza, como si quisiera asegurarse de que lo seguíamos. O como si quisiera… vigilarnos. Sentí cómo el pulso me subía de nuevo.

Gael, a mi lado, no decía nada. Tampoco yo. No hacía falta. Entre los dos flotaba ese segundo de afuera, el impulso con el que él me había rozado la mano, y esa electricidad absurda que seguíamos sintiendo incluso ahora, sin tocarnos.

Cuando nos acercamos a la mesa, Bruno se frenó de golpe. Nos miró primero a él, luego a mí. No dijo nada, pero algo en su expresión era raro: una mezcla de nervios y sospecha que me encogió el estómago.

—¿Está todo bien? —preguntó de pronto, demasiado rápido, demasiado directo.

Le miré. Miré a Gael.
Fue solo un instante, una milésima.
Y sin ponernos de acuerdo, sin pensarlo siquiera, dijimos a la vez:

—Sí. Nosotros nos conocimos...

—Sí, ya nos conocíamos —añadió Gael, exactamente cuando yo decía lo mismo.

Bruno parpadeó, sorprendido.
Gael se pasó una mano por la nuca, incómodo.
Yo intenté sonreír, aunque aún sentía la vibración en la voz.

—Ah —dijo Bruno, entre aliviado y confuso—. Vaya. ¿Y de qué?

Lo sabía: venía la pregunta inevitable.
Pero Gael habló antes de que yo pudiera ordenar mis ideas.

—Fue… hace tiempo. Una situación complicada. Nos cruzamos en un momento difícil.

Lo dijo con una calma que yo no tenía.
Yo solo conseguí asentir.

Bruno nos observó, como si intentara encajar piezas que no acababan de cuadrar. Sentí que debía añadir algo, cualquier cosa, pero mi cabeza seguía dando vueltas alrededor de la misma frase:

Ya nos conocíamos.
Sí.
Tal vez desde antes de aquella noche.
Tal vez incluso de otras vidas.

Gael bajó la mirada un segundo. No me estaba mirando… pero lo sentí igual, como si ese pensamiento —ese pensamiento absurdo— hubiera salido de mí y hubiese quedado suspendido entre los dos.

Por fin Bruno soltó aire, relajando los hombros.

—Bueno. Mejor así. Pensé que había pasado algo raro —dijo, intentando reírse, aunque la risa le salió tensa.

Pasó algo raro. Pasó algo imposible. Algo que no sé explicar sin sonar loca. Algo que se siente más físico que mental. Más destino que casualidad. Algo que enciende mi piel solo con recordarlo. Algo que ninguno de los dos entiende y que ninguno de los dos puede poner en palabras delante de él.

Y aun así, ahí estábamos, fingiendo normalidad.
Como si mis manos no ardieran.
Como si Gael no siguiera robándome el aire sin mirarme siquiera.
Como si no hubiese un hilo invisible uniendo aquel derrumbe con este momento.

Pero Bruno no podía —no debía— saberlo.
No todavía.




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