La canción monótona de la alarma hizo un ruido ensordecedor, invadiendo calma de la habitación. Ya era mediodía para algunos, para Ben solamente era el principio del día. El muchacho se quitó el antifaz que usaba para dormir, y salió de la comodidad de las sabanas. Al subir la persiana el sol le deslumbró, dejándole sin visión durante unos minutos. Luchando contra la pereza Ben se lavó la cara con agua fría, la cual le despertó de inmediato.
Era demasiado tarde para desayunar, pero tampoco tenía tanta hambre como para hacer una comida en condiciones. Se preparó unas tostadas bastante grandes, y las acompañó con un zumo y un café. Antes de comer nada, se bebió un buen vaso de agua, para hidratarse un poco después de las horas de sueño.
Después de comer llegaba el momento preferido del chico, la hora de ducharse y de vestirse para el trabajo. Al salir del relajante agua caliente, Ben se puso frente al espejo del armario y sacó uno de sus trajes. El que le tocaba aquel día era completamente blanco, el cual acompañó de una suave camisa negra. Una pajarita blanca le adornaba el cuello, y los zapatos negros hacían juego con la camisa. A partir de ese momento si que se sentía completo y listo para afrontar el día.
El turno de trabajo de Ben era desde media tarde hasta la hora del cierre, el chico no se sentía para nada descontento con la situación. Adoraba el horario, y sobre todo el trabajo que tenía. Aunque sin duda lo mejor de todo era poder ir elegante con un buen traje, ir así vestido le hacía sentirse superior, no podía negarlo.
El traje que llevaba el chico atraía las miradas de la gente que iba en el autobús, no era muy común que la gente que vestía así fuera en transporte público. En trayectos como ese uno podía darse cuenta de que la sociedad en la que vivían era bastante clasista. Ben no podía permitirse tener un chofer, ni siquiera tener coche propio, pero eso no le iba a hacer perder la elegancia que demostraba con su vestimenta. El hecho de no ser rico no le iba a coinvertir en una persona sin clase ni sofisticación.
El inicio del turno de Ben no era demasiado ajetreado, coincidía con ese espacio de tiempo entre las comidas y las cenas. El muchacho se dedicaba durante las dos primeras horas a colocar mesas y preparar su material de trabajo. No solía juntarse en círculo como hacían los demás cuando no tenían demasiado trabajo, prefería repasar todas sus cosas una y otra vez, para estar seguro de que nada saliese mal. Todos los clientes pasaban por la barra, bien antes de cenar, o bien, después de la cena cuando ofrecían un servicio de coctelería amenizado por una banda de jazz.
Los primeros clientes de la noche eran gente mayor, que iban pronto a cenar, para disfrutar de la tranquilidad. A medida que pasaban las horas, la sala se llenaba de conversaciones que se solapaban con la música. Hacia las doce de la noche ya no quedaba nadie cenando. La banda de jazz se subió al escenario y le gente se acercó a la barra. Ben ponía cócteles sin parar, trabajaba concentrado y sin cometer ningún error.
-¿Qué desean tomar?- preguntó a un grupo de jóvenes que acababa de llegar.
-Vaya, no sabía que ahora los pingüinos servían cocteles- dijo uno de ellos, mientras los demás se reían.
Tragándose todo el malestar que le provocaba aquella situación, volvió a preguntar si deseaban alguna cosa para beber, mostrando toda la amabilidad posible.
-Si pingüinito, ponnos el mejor cóctel que sepas hacer- dijo el chico.
Ben no quería prepararles lo mejor que sabía hacer, pero tampoco quería hacer algo de baja calidad. Les sirvió a cada uno de los jóvenes un Bloody Mary, sabía que ese cóctel les dejaría satisfechos.
-Muy bien ``Don Pingüino´´, es de las mejores cosas que he probado nunca.
El joven se marchó de la barra imitando a un pingüino. Al muchacho le molestaba mucho la gente que comparaba con un pingüino a la gente que llevaba traje, pero lo que peor le sentó fue el desprecio con el que el joven se había burlado de él.
Ben se marchó a casa sobre las tres de la madrugada, utilizó uno de los trenes nocturnos de la ciudad, los cuales pasaban con menor frecuencia que los autobuses. Cuando estuvo en casa, se puso su suave pijama de seda y se preparó algo para cenar. Mientras comía se fijó en que la gente que trabajaba por las mañanas se estaba empezando a levantar de la cama, serían aproximadamente las cinco y media o seis de la mañana. Tras lavarse los dientes, se puso su antifaz y se metió en la cama.
Cuando se despertó, miró las noticias en su teléfono móvil. Habían encontrado el cuerpo sin vida de un chico. Cuando Ben vio la imagen le reconoció de inmediato, era el chico que le había despreciado la noche anterior. El asesino le había dibujado un pingüino en la frente, alguien debió de ver como trató a Ben y decidió vengarse. El chico guardó la noticia en una pestaña en el buscador de internet, en esta pestaña había al menos diez noticias similares. En menos de un mes habían aparecido diez cuerpos en las mismas circunstancias, nadie sabía quien lo estaba haciendo, pero todos intuían que debía tratarse de la misma persona. Ben había recopilado todas las noticias, era aficionado a intentar resolver crímenes de ese tipo.
Aquel era el día libre del chico, durante el cual se dedicaba a ordenar la casa, la cual estaba perfectamente ordenada. También aprovechaba para lavar todos sus trajes, los lavaba uno por uno, tardaba unas cinco horas en acabar la tarea. El rato que usó para intentar descansar sólo pudo pensar en todos los casos como el de la noche anterior, poco a poco se hacía más difícil salir a la calle sin peligro.
Como todo lo bueno, el día descanso se pasó muy rápido. Al muchacho no le quedó más remedio que hacer su rutina y volver al trabajo. Para colmo ese día no le dio tiempo a coger el autobús, lo que era raro porque siempre era puntual al salir de casa. Mientras paseaba por la calle pensó en el asesino misterioso, y pensó en todo lo que había pasado ese día. Era demasiada coincidencia que perdiera el autobús, como si alguien quisiese que fuera andando al trabajo. Ben empezó a mirar a todas las personas, intentando adivinar quien podía ser el asesino, el camino hasta el trabajo fue un verdadero sufrimiento.