¿Temprano o tarde? A quién le importa, me repetí a mi misma una y otra vez retocándome con el labial rojo sangre que me encanta. Eso de tener que maquillarme sin espejo es todo un reto, sin embargo, luego de un siglo de parecer un payaso y que mi hermana mayor, Valeria, corrigiera mis desastres, ahora puedo hacerlo a las mil maravillas.
—¡Victoria! ¿Aún no terminas? —grita Valeria desde la puerta de mi habitación.
—Ya voy —digo arrastrando las palabras—, no sé que tanto apuro por conocer a los Wentels. A esta altura una reunión con vampiros sangre pura no es nada nuevo.
—No se trata de cualquier vampiro sangre pura —añade ella colándose en mi habitación—. Escuché que tienen un hijo apuesto y poderoso, justo lo que necesito para independizarme —alega con una sonrisa radiante.
Mi hermana es la vampiresa más hermosa que puede existir. Tiene el pelo castaño oscuro, muy lacio, en un corte que combina de forma exuberante con su rostro en forma de corazón. Sus labios son finos y se curvan tan perfectamente que resaltan sus colmillos filosos. Su nariz es perfilada, fina; y sus ojos dorados, mantienen su color siempre y cuando no se enoje, entonces se vuelven totalmente negros.
—¡Claro! —suelto una carcajada— Vas a ser liberada de una prisión para entrar en otra.
No es un secreto que nuestras debilidades nos hacen vulnerables en comparación al resto de los vampiros. A diferencia de ellos podemos sentir y nuestra alma se encuentra intacta. También tenemos la habilidad de procrear, lo que nos convierte en el primer blanco de los hombres lobo. A ellos no les conviene que nos expandamos. Los varones de nuestra especie intentan encerrarnos solo para hacer crecer el número de puros, no servimos para nada más o eso dicen ellos. Yo no me voy a resignar a vivir a la sombra de un oportunista, lleve la sangre que lleve.
—Él puede ser diferente —dice restándole importancia a mis palabras— ¡Oye, pero que bien te queda ese labial! —aprieta mi rostro entre sus manos gélidas y pálidas. Cambiando bruscamente el hilo de nuestra conversación porque sabe que tengo razón.
—Ya sé, ya sé —me suelto de su agarre. Comienzo a cepillar mi cabello negro y lacio que me llega por la cintura.
—Combina con el matiz de tus ojos.
Hablando de matiz, ¿hace cuanto no sales a cazar? Esos ojitos muestran falta de nutrientes, mira tu piel, ¡está muy oscura! ¡Pareces humana! —su rostro hermoso y angelical se tornó violento, lleno de furia, sus ojos dorados se transformaron en negros de golpe— Victoria, te exijo que expliques por qué no te estás alimentando correctamente.
—Val, deja el drama, no he tenido ganas y listo.
—Eres una perezosa en vez de una vampiresa. ¡¿Será que me tengo que encargar incluso de tu comida?!
—No es pereza...
—Lo mismo dijiste la semana pasada. Escucha bien, esa negativa tuya por alimentarte de humanos te va a consumir. ¡NO VOY A SER TU NIÑERA POR TODA LA ETERNIDAD!
—¡No seas mi niñera entonces! ¡Deja de encargarte de todo en mi vida como si fueras mi madre! ¡Ella murió hace más de doscientos años ya! —exploté ante sus palabras arrepintiéndome al instante.
—No murió, la asesinaron esas bestias repugnantes de los hombres lobos.
—No son repugnantes. No entiendo cuál es la rivalidad, al final este mundo queramos o no, hay que compartirlo. Mamá cazó a la mate de un alfa, ¿qué esperabas? ¿Qué se sentarán a mirar?
—No puedo creer que pienses así. Apresúrate, termina de arreglarte antes de que acabes con mi poca paciencia. Nuestros invitados acaban de llegar —se retira dando un portazo.
Continuó cepillando mi cabello, con calma, haciendo tiempo a que las presentaciones acaben. No soy como ella, ni me voy a doblegar ante un romance improductivo. Si me llaman perezosa por tomar la vida con calma, por no esforzarme en avanzar hasta donde ellos tienen pactado que llegue, entonces, sí, soy una completa perezosa. Tengo la esperanza de que algún día, el velo ante los ojos de la jerarquía caiga y todos los seres sobrenaturales podamos vivir en paz.
Termino de alistarme y decido aparecer, no me queda más remedio que dedicarle unas cuantas sonrisas a los Wentels. Bajo sin deseos la enorme escalera de mármol, podría exhibir mi velocidad, pero no tengo deseos de ser el centro de atención. Valeria al verme se acerca como flecha.
—Te has demorado todo lo que has querido, ya no sabía que pretexto inventar para justificar tu ausencia —susurra de forma casi imperceptible.
Yo no le respondo y suspiro. Me tiene harta con sus reclamos.
—Buenas noches, señorita Victoria —me saluda un joven que no conozco.
Ojos rojos, más oscuros que los míos, alto y delgado. Viste un traje completamente negro y sombrero. Para un vampiro de su nivel, debo decir que la imagen que transmite es bastante neutral, me pregunto qué sorpresas traerá consigo.
—¿Con quién tengo el "honor" de hablar? —preguntó sin ocultar la ironía de mis palabras.
Valeria está que echa fuego por la boca.
—Permítame presentarme, soy Bléiser Wentels —agarra una de mis manos y plasma un beso en ella, rápidamente la retiro.
—Perdona a mi hermana, ella es...
—Demasiado sincera para andar con hipocresías —interrumpo a Valeria.
—¡Victoria! —me regaña.
—No te preocupes, Val —interviene él.
<<¡¿Acaban de conocerse y ya hablan sin formalidades?!>> pienso incrédula.
—Oh, Bles —se queja ella—. Mi hermana es muy joven e inmadura, también tiene hambre, es eso, mira su piel.
—Pues que no se diga más, vamos de cacería —propuso él alargando su sonrisa y mostrando sus colmillos.
—No quiero —pongo resistencia—, estoy cansada.